Fundir la lucha por el fin de
la guerra con la protesta social
TODO CAMBIA…
Popayán, 16 de
octubre de 2016
"¿Cómo vamos a tener paz en un país donde mueren niños de
hambre?".
Shakira
Lo que no han querido entender
nuestras izquierdas es que la vida cambia, que la situación de hoy es diferente
a la de hace 25 años, y particularmente, muy disímil frente a lo que ocurría hace
2 años cuando, obligadamente, nos tocó “votar por Santos contra Uribe”.
Hace 25 años la burguesía en proceso
de transnacionalización en cabeza de César Gaviria se valió de los anhelos de
paz y de cambio del pueblo, se apoyó en de la aureola de los mártires
asesinados como Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo, Carlos Pizarro y Luis
Carlos Galán y se aprovechó de la ingenuidad del M19, para implementar la
apertura económica y aplicar el primer paquete neoliberal.
Aprobaron en el papel de la Constitución de 1991 gran cantidad de derechos fundamentales, una falsa “apertura democrática”, la democracia participativa, la descentralización, etc., pero en la práctica bloquearon todas las políticas sociales y aplicaron las políticas de privatización y de entrega de nuestras riquezas al gran capital internacional (imperialista).
Hace 2 años, tocó votar por
Santos, no porque creyéramos en él sino porque era el menos “peor”, se había
distanciado de Uribe en el tema de la terminación del conflicto amado y había
que empujarlo y presionarlo para que se separara de Uribe y se comprometiera a
resolver ese problema de violencia, que ha sido una talanquera y una carga para
el pueblo.
En ese instante, un sector de la
izquierda no entendía que Santos representaba a una gran burguesía imperial,
que por necesidades económicas quería ponerle fin a la guerra, mientras que
Uribe, representaba a sectores terratenientes, mafiosos, políticos criminales y
paramilitares, y sectores del ejército que viven de la guerra, y que por tanto,
no les convenía la terminación negociada del conflicto armado.
El grave problema es que gran
parte de la izquierda que apoyó en 2014 a Santos, en verdad creía en su buena
fe de “demócrata”, “reformista” y “progresista”. Sus dirigentes no entendían
que Santos era muy débil frente a Uribe porque fue su cómplice durante 8 años,
y por ello, siempre permitió que dentro de su gobierno se alimentara el “uribismo”
y la derecha extrema en cabeza del ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón y de
su vicepresidente Germán Vargas Lleras. Esa izquierda se “enamoró” de su
alianza con Santos y perdió su independencia política.
Sin embargo, el desarrollo de los
acontecimientos relacionados con las negociaciones de “paz” en La Habana y las
contradicciones al interior de las dos fracciones oligárquicas –hechos que
avanzan en forma vertiginosa y por eso hay que estar atentos–, agudizaron la
confrontación entre Santos y Uribe. Poco a poco Santos se fue ganando al grueso
de los grandes terratenientes, a las cúpulas militares, a casi todos los
grandes empresarios, con la ayuda del Imperio (estadounidense-europeo), para la
causa de su “paz neoliberal”.
Finalmente Uribe ha quedado
reducido al apoyo de algunos terratenientes mafiosos y despojadores de tierras,
de algunos empresarios (ingenios azucareros y otros como Ardila Lulle), y de muy
pocos generales del ejército. Por ello en el plebiscito tuvo que acudir a
sectores sociales donde ha podido mantener alguna fuerza (con la connivencia de
un sector de la izquierda), entre ellos, parte de la burguesía agraria y
pequeños y medianos productores agrarios, especialmente cafeteros, y por medio
de engaños y en alianza con curas reaccionarios y predicadores evangélicos,
logró movilizar por el NO a los sectores más pobres y atrasados del pueblo,
incluyendo población desplazada de las ciudades, cobrándoles los subsidios de
Familias en Acción y asustándolos con la amenaza “castro-chavista”,
especialmente en zonas donde las FARC cometieron graves crímenes contra
sectores populares.
Hoy, de acuerdo a los resultados
del Plebiscito podemos afirmar que Uribe ha quedado muy debilitado. Y lo mismo
Santos. La polarización fue derrotada. No todos los que votaron NO, son
uribistas. No todos los que votaron SI, son santistas.
Vivimos un nuevo momento que la
izquierda no comprende. Algunos todavía llaman a seguir “a la cola de Santos”.
Otros, siguen repitiendo que “Santos es igual a Uribe”. Y otros, sueñan que las
FARC van a ser recibidos por el pueblo como los nuevos “salvadores supremos”.
Por ello, esas izquierdas no entienden la posición de independencia y autonomía
que están mostrando los jóvenes. Creían que se iban a arrodillar ante
Santos. Les ha incomodado que hayan hablado con políticos que impulsaron el NO. Querían que se apegaran ciegamente a los acuerdos firmados. Esas izquierdas no están sintonizadas con la nueva situación. Están paralizadas
por esquemas y rigideces. La verdad, es que ha llegado el momento de apretar a
Santos y a la Gran Burguesía, de cobrarle su incoherencia, su debilidad, su
neoliberalismo, su doblez y su cálculo político mordaz, que en gran medida el
pueblo ya cobró el 2 de octubre con la abstención y, muy seguramente, con
muchos votos por el NO.
Ha llegado el momento de fundir
la lucha por la terminación del conflicto con la tarea de construir una
verdadera paz, profundizando la lucha contra la corrupción y contra las
políticas neoliberales que entregaron todas nuestras riquezas a los grandes
capitalistas extranjeros, que atentan contra nuestro medio ambiente y que han
empobrecido a millones de colombianos, que sobreviven miserablemente en la
informalidad, el desempleo, el rebusque, con malos servicios de salud y
educación, y a quienes ahora se pretende gravar con más impuestos.
Es la hora de avanzar sin temor,
uniendo a todos los que les interesa el progreso y el bienestar para todos. Hay
que ayudar a que los jóvenes entiendan que no habrá paz con hambre y miseria,
como lo afirmó hace poco Shakira (http://bit.ly/2dU7sdt).
Hay que impedir que el gobierno utilice el momento de incertidumbre que vive el
“proceso de paz” para que, a su sombra y con el parapeto de la oposición “uribista”,
apruebe a espaldas del pueblo una reforma tributaria regresiva, que aplica
nuevos impuestos a los trabajadores y las clases medias mientras alivia la
carga tributaria a los poderosos empresarios y conglomerados transnacionales.
Los jóvenes de Bogotá y de todo el país
abrieron la brecha… ¡Es la hora de la movilización social!
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