LOS COMPLEJOS DE CULPA DE UNA “PAZ HERIDA”
Popayán, 12 de
octubre de 2016
Mucha gente no entiende cómo el
gobierno de Juan Manuel Santos no logró sacar adelante el Plebiscito para
refrendar los acuerdos con las FARC, si contaba con el apoyo de los EE.UU.,
Europa, la ONU, la OEA, los gobiernos de los países vecinos, la gran mayoría de
empresarios colombianos, los nuevos terratenientes agroindustriales con
excepción de los dueños de los ingenios azucareros del Valle del Cauca, todos
los partidos tradicionales y alternativos (Polo, Verde, Progresistas) y la gran
mayoría de organizaciones sociales de campesinos, indígenas, obreros y
trabajadores del Estado. No podía perder pero perdió y con él, la causa del fin
de la guerra. Es algo realmente difícil de entender y de explicar.
Alguien ajeno a todo este asunto
pensaría en forma lógica que Uribe es un mago. Así haya sido con engaño
mediático, ganó. Santos también utilizó la mentira, pero como ya había mentido
tanto, nadie le creía. Al contrario, su demagogia generaba rechazo. La situación
era fácil para el opositor porque sólo tenía que empujar verdades a medias
basadas en hechos reales mientras que Santos tenía que hacer promesas que no
tenían ninguna base real. La mayoría de la gente no sabe bien lo que es esa
guerra, no la diferencia mucho de la violencia delincuencial cotidiana que sabe
que no va a terminar así se desmovilice la guerrilla. Eran ilusiones contra
realidades las que se enfrentaban.
Por supuesto que todo el diseño
del plebiscito fue un embuste. Una trampa politiquera en la cual la izquierda
fue cómplice y cegatona. Se bajó el umbral de una forma ridícula,
desestimulando al elector. Se acomodó la pregunta de una forma vulgar para no
mencionar a las FARC como si fueran la peste e introducir la palabra “paz”. No
se aprobaron recursos públicos porque la campaña supuestamente era pública y el
gobierno representaba lo público. Todo el aparato estatal y gubernamental se
puso al servicio de esa causa. Y como era una causa justa todo ese conjunto de
medidas realmente parcializadas debían ser apoyadas. En nombre de la paz se legitimó
una trampa gobiernista y se aceptó la más burda politiquería. Una causa noble
se embadurnó de lodo.
Y los demócratas y la izquierda se
hicieron los locos. ¡Todo vale en aras de la paz! Cuando todo el país está
pidiendo la renovación de la actividad política, la lucha por la paz se trivializó
de tal manera que la corrupción asomó su tétrico rostro. El proyecto político-electoral
de la insurgencia tuvo un bautismo “maluco”, con aires de politiquería y total
ausencia de ética. Por el desayuno sabremos cómo será el almuerzo. Es una
verdadera desgracia.
Después de lo ocurrido el 2 de
octubre pareciera que una parte de la población, especialmente los jóvenes que
quieren la paz pero que no fueron convencidos por esa campaña demagógica,
incluidos muchos de los que votaron por el NO, sintieron complejo de culpa.
Habían visto tantos políticos, funcionarios de gobierno y grupos de gente
impulsando el SI, habían observado tantas marchas por la paz y tanta propaganda
por radio y televisión, que creían a ojo ciego que el SI ganaba sobrado. Y
luego, después de perdido el plebiscito, cuando anuncian que el premio Nobel de
Paz le fue otorgado a Santos, se les crece ese sentimiento y asumen una actitud
de conmiseración con el Presidente y de solidaridad con su supuesta “entrega y
trabajo sacrificado por la paz”.
Tal actitud se deja ver en las
movilizaciones estudiantiles, sociales y de las víctimas para presionar por el
fin de la guerra. Las críticas a Santos empiezan a ocupar un segundo lugar, no
son bien vistas, son tachadas de envidia, mezquindad y “mala leche”. El
espíritu cortesano aparece en todo su esplendor. El gobierno tratará de sostener
ese sentimiento “solidario” y va a aprovechar ese clima de simpatía para tratar
de salir bien librado del “impasse”.
Así, una actitud coherente de
rechazo al engaño se convierte por efecto del fracaso de una justa causa a
manos de un gobierno incapaz, en una especie de culpa ajena. Y del otro lado,
al descubrirse las artimañas propagandísticas que utilizó la campaña del NO
para llenar de miedo y odio a millones de personas, también se siente un
ambiente de frustración. Si la guerrilla se hubiera distanciado totalmente del
gobierno y no se hubiera prestado en medio del triunfalismo para ese “circo de
la paz”, tal vez hubiera salido como la única verdaderamente ganadora de toda
esa serie de torpezas e incoherencias. Lo mismo hubiera podido pasar con una
izquierda autónoma y ética, que apoyara el SI pero lejos de tanta farsa.
La derrota de la
polarización entre Santos y Uribe que se presentó el 2 de octubre se intenta ocultar en forma artificial aprovechando la nueva oleada de lucha por una paz “herida”
que no sabemos si logrará movilizar a los abstencionistas. De todas formas, como
lo plantean las Autoridades Indígenas Tradicionales de Colombia (Región Cauca)
en un extraordinario comunicado (http://bit.ly/2d73uA6), en esas manifestaciones
en marcha debemos presionar a todos los actores del proceso, al gobierno, a las
FARC y a Uribe, para ponerle fin a la guerra de una vez por todas.
Es realmente triste que todo esto
haya ocurrido. Una causa justa como es el fin del conflicto armado terminó saboteada
por la incapacidad del gobierno, el triunfo pírrico de Uribe basado en la
desinformación y el engaño, y todo esto adobado con un inmerecido premio de
consolación para Santos. Ya lo habíamos previsto: “Una guerra sin espíritu y
sin alma” va dejando el escenario sin pena ni gloria (http://bit.ly/18u7aWh).
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