CONVOCAR A LA CIUDADANÍA Y REENCAUZAR EL PROCESO DE PAZ
Popayán, 20 de junio
de 2016
La situación actual en Colombia
es más que paradójica, parece una película de comedia negra, es casi increíble
e inexplicable. La izquierda (incluyendo la armada) ha terminado siendo uno de
los principales soportes políticos del gobierno pero, en vez de fortalecerse a
su lado, se desgasta rápidamente. Es bueno recordar que, al igual que acaba de
ocurrir en Perú, sin las fuerzas de izquierda Santos no hubiera sido elegido. Hoy
la debilidad del gobierno es creciente y paralizante. Y no se observa cómo
puede retomar la iniciativa política.
El gobierno se sostiene por el
control de la burocracia y el ejército pero, en lo fundamental, por el apoyo
del gran capital financiero global y del gobierno de los EE.UU. Ha logrado convencer
a una parte de los grandes terratenientes que antes estaban contra el “proceso
de paz” pero en algunas zonas de la Costa Atlántica y Antioquia, existen fuertes
resistencias a la política de restitución de tierras. Pero en general, su base
social es precaria y la opinión favorable se le reduce día a día. Su naturaleza
de clase le impide impulsar una paz auténtica y sus contradicciones internas lo
hacen vulnerable a todo tipo de ataques y presiones.
El mismo Santos se pone
zancadillas a diario. Su última “metida de pata” en el Foro Económico Mundial
lo muestra como un gobernante al borde de un ataque de nervios. Sonó a chantaje
y amenaza la alerta sobre una “guerra urbana” que preparan las FARC en caso de
que fracase el “proceso de paz”. Pero además, ratificó la imagen de ser un
negociador débil y arrinconado. Es más, parece una mentira torpe y mal contada.
Si la inteligencia militar tiene esa información no se explica cómo es que no
han contrarrestado esos planes. Y si fuera cierto ¿qué sentido tiene
divulgarla? Todo muy mal.
Los antecedentes de esta pifia
son varios. Las frases de “El tal paro nacional no existe” o la reciente
comparación entre la región del Catatumbo y la zona del “Bronx bogotano”, lo
han hecho quedar muy mal y han generado fuertes rechazos. Pero el fondo del
asunto es la presión que sufre el gobierno por efecto de cuatro procesos
paralelos y conflictivos que debilitan su cohesión interna y merman su
credibilidad ante la sociedad. Ellos son: 1. El proceso de paz; 2. La crisis
económica; 3. La continuidad de su gobierno en 2018; 4. El entorno
internacional. La combinación de esos procesos y sus efectos son una verdadera
bomba de tiempo.
El gobierno de Santos es una
veleta al viento que se mantiene en un equilibrio inestable conectado a una cuerda
que amenaza con romperse debido a la presión de enemigos, amigos, aliados y su
contraparte negociadora (FARC), y sobrevive gracias a las ráfagas de aire
caliente o frío que de vez en cuando logra –en medio de su torpeza y la de sus
contradictores– canalizar a su favor para sostener su revoloteo. Más por
inercia que por habilidad. Entró en fase de apagar incendios: la minga agraria,
el paro camionero, la resistencia civil de Uribe, los fallos de las Cortes, los
escándalos de corrupción, los trámites legales del plebiscito, etc.
El proceso de paz
En apariencia “todo va bien”. Se
anuncian acuerdos parciales y fechas posibles de firma de los acuerdos
definitivos y de cese bilateral de fuegos. Pero, en la práctica no han podido
cumplir los plazos que se ha impuesto Santos como una forma de presionar a las
FARC. El tiempo se agota. El gobierno sabe que con nuevos anuncios no logrará ampliar
los márgenes de acción. La presión se siente. El nerviosismo no le ayuda al
gobierno. Se aprueban normas para blindar los acuerdos, se empieza a promover
el plebiscito sin tener la aprobación de la Corte Constitucional ni el acuerdo
en la mesa de negociación. Se lanzan propuestas de consultas internas de
partidos políticos que no tienen ni pies ni cabeza. Ya ni las FARC se
pronuncian a diario como lo hacían meses atrás, todo está sobrecargado y
sobreactuado. La pita no da más. Y… faltan los acuerdos más delicados y
difíciles.
La contraparte uribista se ha
movido con habilidad aprovechando las debilidades del proceso. Uribe explota
con eficacia los aspectos claves de los acuerdos anunciados. La elegibilidad
política de los guerrilleros y las supuestas penas sin cárcel, son el centro de
su ataque. Pero el sentimiento que aprovecha con más efectividad es la
frustración que genera el hecho de que la guerrilla aparezca como la gran
triunfadora cuando Uribe había logrado posicionar la idea de que los había
derrotado. Y lo chocante es que el presidente Santos ayudó con el
posicionamiento de esa idea. Es por ello que le ha costado tanto trabajo
mostrar el proceso como un acto de justicia con contenido punitivo. Además, la
guerrilla no ayuda dado que considera que la única forma de potenciar su
capital político es reivindicar las negociaciones como un gran triunfo. Es una
contradicción insalvable.
Pero lo más grave es que los
enemigos de la paz se están moviendo en áreas más duras. El paro armado de las
AUG fue un mensaje directo a las FARC. Y eso que no se movieron otros grupos
paramilitares (supuestas Bacrim) de otras regiones en donde están activos y son
más cercanos a los posibles sitios de concentración de la guerrilla. Pero
además, como lo denuncia Alfredo Molano en su última columna (http://bit.ly/1UhxGD1), las mafias e
intermediarios de las tierras despojadas y los perpetradores de esos crímenes
oficializados en notarías y juzgados están moviéndose en diversas regiones para
impedir la restitución de tierras. Y el Estado se muestra impotente porque
grandes poderes económicos, políticos y militares están detrás del asunto.
Esa situación es el resultado de
la debilidad del gobierno y del juego santista de querer llevarle la idea a
todo el mundo. Por ello, aunque “todo va bien” la verdad es que va muy mal. Con
los tremendos errores del gobierno, las vacilaciones e inconsecuencias
internas, durmiendo con el enemigo adentro, la colaboración inconsciente del
ELN y las condiciones cada vez más exigentes de las FARC para garantizar su
seguridad y posibilidades de hacer política en sus zonas históricas y en el
país, no se puede asegurar que las negociaciones terminen este año o que el
plebiscito pueda ser ganado por el gobierno. La política del gobierno en este
terreno, como en todos los demás, es vacilante y confusa, lo cual la hace aparecer
doblemente pérfida. “Traiciona a Uribe pero no es leal con la paz”, concluimos.
Consecuencias políticas y perspectivas
Con ocasión de la errada
conducción del proceso de paz por parte del presidente Santos se viene operando
en la sociedad colombiana un constante desplazamiento político. Es simultáneo y
diferenciado. De la derecha a la derecha-extrema; del centro-derecha hacia la
derecha; y del centro-izquierda hacia el centro. Es en general un movimiento
hacia la derecha.[1]
Ese desplazamiento político es
evidente y visible. Pastrana día a día se aproxima más a Uribe y al Procurador.
Cambio Radical se deslinda cautelosamente del gobierno. En el partido de la “U”
lanzan como precandidato presidencial a Juan Carlos Pinzón. Serpa y Gaviria
cada vez están más cerca. Clara López y una buena parte del Polo se alinean con
el gobierno. El entusiasmo por la terminación del conflicto ha mermado y muchos
callan.
Los síntomas de esa situación
impactan al gobierno y lo hacen vulnerable a todo tipo de presiones. Al
interior de las fuerzas del gobierno son conscientes de esa situación pero no
pueden reorientar el proceso porque están presos de una dinámica de fuerzas que
les ha quitado cualquier margen de maniobra. Todo el mundo presiona. Y su
propia debilidad –que a veces ocultan para mantener la “caña”– les impide
cualquier tipo de rectificación.
Por ello se requiere la
intervención urgente y decidida de otros sectores que tienen la particularidad,
porque la han construido conscientemente,
de no estar alineados ni cerca del gobierno, la izquierda, Uribe o las FARC.
Ese sector está representado idealmente por la senadora “verde” Claudia López,
pero existen muchas fuerzas políticas y un amplio campo de la sociedad
colombiana que comparte su posición política.
Ese sector social y político debe
deslindarse con urgencia y claridad del actual proceso de paz santista. No para
negarlo sino para reencauzarlo. Es la única fuerza política con capacidad de
interlocutar con la Nación y los actores de la negociación para proponer dos
aspectos básicos: acelerar la firma del acuerdo definitivo y rectificar todos
los aspectos de contenido y forma que tienden a presentar ese proceso como un
triunfo de la guerrilla y una claudicación del Estado y de la sociedad.
Una gran Asamblea Nacional
Ciudadana convocada y realizada por diversos dirigentes políticos, sociales,
empresariales y comunitarios sería un gran escenario para hacer conocer al país
que existe la reserva moral, la independencia política y la determinación
valiente para sacar al país de la polarización entre Santos y Uribe, y salvar
el actual proceso de terminación del
conflicto armado. ¡Es el momento de actuar!
[1]
En Colombia las fuerzas políticas se pueden agrupar así: Derecha:
conservadores, liberales gaviristas, Cambio Radical, derecha-santista del partido
de la U., peñalosistas; Derecha-extrema: Uribe-Centro Democrático, conservadores
clericales; Centro-derecha: verdes "peñalosistas-mockusianos"
vergonzantes, liberales serpistas, santistas liberales, y otros; Centro:
Compromiso Ciudadano de Sergio Fajardo, “verdes” con Claudia López y Antonio
Navarro; Centro-izquierda: progresistas, PTC, ASI, Polo de Clara López,
otros; Izquierda: Polo robledista, PC, Marcha, UP, otros.
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