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martes, 10 de mayo de 2016

EL VÓRTICE CIVILIZATORIO


EL VÓRTICE CIVILIZATORIO

Popayán, 10 de mayo de 2016

“Tenían ante sí la enorme tarea de contribuir con un cambio de carácter civilizatorio porque eran conscientes que la humanidad había iniciado un camino hacia su propia destrucción.  ¿Cómo hicieron para resolver ese problema?”

¿Cómo podemos saber si estamos fluyendo con la vida, o si por el contrario vamos en contra de ella?

Interrogante planteado

Cuentan que los pueblos polinesios y oceánicos del sudeste asiático viajaban en tiempos inmemoriales desde sus islas hasta las costas del actual Perú en Sudamérica. Lo podían hacer porque a lo largo de siglos lograron sistematizar un gran conocimiento sobre las diversas corrientes y los vientos del océano pacífico, los fenómenos del niño y la niña, y además, eran expertos para orientarse usando la luz y la posición del sol, la luna y las estrellas. Construían grandes balsas de madera y totora, usaban velas y remos largos. Lo más interesante era que la mayor parte del tiempo no necesitaban usar su fuerza física. Las corrientes y los vientos marinos los impulsaban a donde ellos querían llegar. Sin embargo, sólo en el momento de conectar con una nueva corriente o viento, cuando entraban en un vórtice oceánico, era cuando tenían que hacer máximos esfuerzos para no desviar su rumbo. De esa manera se puede decir que “surfeaban” en balsas aprovechando el flujo y la fuerza del mar.

Traemos a cuento esta historia porque las luchas de los pueblos y de los trabajadores se asemejan a esa travesía histórica de los pueblos polinesios. Conocer las fuerzas económicas, sociales y culturales que generan los grandes movimientos de la sociedad es indispensable para poder orientarse y conducirse en esas corrientes complejas y contradictorias que influyen en los cambios y transformaciones de la sociedad. No hacerlo, no esforzarse por conocer esa dinámica nos produce desgaste, cansancio, sentido de pérdida y retrocesos históricos de grandes dimensiones y consecuencias negativas para los pueblos y los trabajadores. Identificar esas corrientes y conocer su dirección y poderío, nos permite –por el contrario–, acumular fuerza y potencia para desplegarla en los instantes más convenientes, como cuando los navegantes polinesios llegaban a un vórtice y tenían que remar al unísono con todas sus fuerzas para avanzar a contra-corriente o correr el peligro de ser devueltos o volcados por la fuerza de la corriente marítima o el viento.

Hoy nos encontramos frente a la necesidad de un gran salto cualitativo de tipo civilizatorio. Todo apunta a que hemos llegado a un gran vórtice histórico. El sistema capitalista hace agua. Nadie puede controlar la ruleta financiera que acrecienta y agudiza el caos del aparato productivo. Los recursos materiales que posee el planeta no pueden satisfacer las necesidades humanas y el punto de equilibrio que regula el funcionamiento normal de la naturaleza terrestre fue sobrepasado hace varios años. No es ningún alarmismo, los más cualificados científicos de todo el mundo lo certifican. Y los agentes políticos y económicos del gran capital no tienen control sobre la mortífera máquina que han creado a lo largo de las últimas décadas. El carro desbocado de la crisis sistémica avanza velozmente sin ningún dominio, dirección ni freno. El peligro de una guerra nuclear, una gran catástrofe ambiental de tipo planetario, epidemias descontroladas de nuevas enfermedades o el agravamiento de la crisis moral de la humanidad que nos lleve a desequilibrios emocionales de gran dimensión, son realidades contempladas por los mejores y más avanzados estudiosos de la sociedad actual.

La mayoría de ellos –pagados y presionados por el gran capital–, callan cobarde, vergonzosa y miserablemente esa verdad.

La experiencia de los pueblos latinoamericanos –con contadas y exiguas excepciones– nos muestra que hemos desperdiciado las enormes energías desplegadas por los pueblos y los trabajadores durante las décadas anteriores. Importantes luchas indígenas, campesinas, de habitantes de barrios populares, estudiantes, mujeres, de los trabajadores y otros sectores sociales, fueron canalizadas hacia la institucionalidad heredada, cooptados sus principales dirigentes y desarmadas o desmanteladas sus principales organizaciones. Las fuerzas de esas corrientes sociales en vez de ser aprovechadas y potenciadas, fueron entrabadas y debilitadas. Cúpulas burocráticas enamoradas del Estado heredado cabalgaron a contravía de esas corrientes y hoy esa fuerza ya no está para defenderlos o juega en contra de ellos. Visiones filosóficas rígidas bloquearon la necesaria compenetración con nuestras esencias culturales que alimentaron esos procesos, que están en las profundidades de una identidad indo-afro-euro-americana en plena construcción. Nos desconocimos a nosotros mismos.   

Tampoco hemos sido capaces de conectarnos con las importantes movilizaciones de otros pueblos del mundo que fueron activados por nuevos sectores sociales (los “profesionales precariados”), por cuanto lecturas nacionalistas y “estatistas” nos impidieron entender sus dinámicas, dejando el terreno abierto para que los agentes imperiales y capitalistas terminaran manipulándolas a su favor. Fueron los casos específicos de Túnez y Egipto, sobre cuya derrota –parcial y temporal– han cabalgado, por un lado, los intervencionistas imperiales para injerir en Libia, Siria y otros pueblos, y por otro lado, los teóricos de la geopolítica (izquierda nacionalista) que acusa a los nuevos sectores sociales de actuar en consenso con el imperio. Esos teóricos basan sus análisis en la confrontación entre bloques económicos globales y tienen ilusiones en el papel anti-imperialista de Rusia y China.

Hoy los ataques, desconocimientos, invenciones y sospechas malintencionadas llueven sobre el movimiento de los jóvenes franceses del “Nuit Debout” (Noche de pie) que son acusados de “ser un movimiento para mantenernos de rodillas” (http://bit.ly/22pv0XB).

El gran lunar de esas interpretaciones basadas en las teorías de la conspiración absoluta es España. Allí el movimiento de los “indignados” (dinamizado por el “precariado”) ha evolucionado hacia un movimiento político que hoy le disputa la dirección de los trabajadores y de la lucha por la democracia, a la izquierda tradicional (IU) y a los socialdemócratas transformados en neoliberales. ¿Por qué en España en donde el movimiento de los jóvenes luchadores tuvo las mismas características que en Túnez y Egipto, no pudo ser manipulado por la CIA y por los agentes de Gene Sharp? No hay respuesta. Se elude el análisis porque queda en evidencia que frente a los levantamientos sociales contra los gobiernos de Ben Alí y Mubarak, tanto la izquierda tradicional de esos países como la internacional, al igual que los gobiernos progresistas de América Latina, estuvieron del lado de los dictadores. 

La gran paradoja es que esos mismos jóvenes que iniciaron las luchas en esos países y fueron despreciados por los nacionalistas y los “estatistas”, son los mismos que están apoyando la caída de los gobiernos progresistas de Brasil, Argentina y Venezuela, no tanto porque sean manipulados por el imperio sino porque al no hacer el esfuerzo por entenderlos –por interpretar sus necesidades y anhelos–, los gobiernos progresistas le otorgaron enormes ventajas a la burguesía para utilizarlos políticamente. Pero sólo es una etapa, ya ellos volverán la cabeza sobre las élites neoliberales que no podrán resolver sus problemas, al igual que ya está sucediendo en Europa, el mundo árabe y todo el planeta.

La corriente principal que hoy impulsa la lucha de los pueblos y los trabajadores se alimenta de la conciencia ambiental de esa juventud y de su disposición a la lucha anti-sistémica frente a la precarización de sus condiciones de trabajo y existencia. Es el gran motor que hay que aprovechar para lograr desenmascarar e identificar a la gran burguesía financiera, eje principal de todos los males. Podemos, en ese proceso, aprender a manejar las corrientes subterráneas que se mueven debajo de nuestros pies. El cambio civilizatorio nos lo exige y por ello el replanteamiento general de nuestros paradigmas es la tarea primordial. 

Resolver el problema de las direcciones políticas que se aíslan de sus bases sociales que es la base de la cooptación institucional por parte del Estado heredado, o sea, superar la dinámica de la horda dependiente del “macho alfa”, de las “masas” que van detrás del líder caudillista, del pueblo esperanzado en el “salvador supremo”, es indispensable para construir los cimientos de esa nueva civilización que debe superar la economía crematística.

Es la tarea. En la próxima entrega intentaremos – con base en la experiencia adquirida en Chiapas, España, Grecia, Turquía y Brasil (y anteriores experiencias entre ellas la Comuna de París y las revoluciones proletarias del siglo XX) – contribuir con esa respuesta.

E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado  


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