¡Ahora
viene lo bueno!
Popayán,
7 de julio de 2022
Después del estallido
social vino la campaña electoral. Ahora entramos en la fase de la negociación y
toma de decisiones. Algunos temas quedaron resueltos de antemano, otros están
en proceso de discusión y, unos más, se aplazarán mientras los diversos
sectores acumulan fuerza al interior de la sociedad y el Estado. Será un pulso
entre lo nuevo y lo viejo, y entre lo urgente y lo importante.
El expresidente Uribe y
el saliente Duque aprovechan el interregno entre la elección y la posesión del
nuevo gobierno para incidir en las políticas de quienes los reemplazarán en la
dirección del Estado. Intentan negar u ocultar su derrota, tratan de agrupar a
la oposición y se apoyan en los “gremios empresariales” para defender su legado
(defensa a muerte de los fondos privados de pensiones, de las EPS y de la
economía extractivista de combustibles fósiles).
Esta nueva fase empezó aún
antes de haberse nombrado los y las ministros (as) y seguirá su curso en
diversos escenarios paralelos. No será el Congreso el verdadero escenario de esa
lucha y negociación como piensa la mayoría. Ese espacio de lucha se dará al
interior de todas las clases y sectores sociales que se confrontan en este
período y se materializará en su capacidad de unirse, en las alianzas interclasistas
y en sus decisiones públicas.
Tres grandes bloques socio-económicos
se han venido configurando en la última década y se han agrupado con decisión
luego del estallido social y a lo largo de la campaña electoral. Ellos son:
El constituido por los
banqueros y capitalistas transnacionalizados liderados por el Grupo Empresarial
Antioqueño y los grandes terratenientes devenidos en capitalistas
agroindustriales y rentistas de la tierra (cañeros, palmeros, etc.), que apoyaron
la “paz santista” pero vacilaban frente al ascenso de un gobierno de “izquierda
progresista”.
El que congrega a las “burguesías
emergentes[1]” aliadas de los sectores
populares. Allí están los campesinos tradicionales y colonos cocaleros, los
pequeños y medianos productores agrarios que se liberaron del “uribismo” ante
la desaparición de las Farc, y el conjunto de los trabajadores, incluyendo al joven
precariado profesional. Un sector de la burguesía burocrática se muestra muy
activa frente a la nueva realidad política y ha desplegado todas sus artes para
sobrevivir e influir.
Y el de los “nuevos” grandes
terratenientes despojadores de tierra que surgieron y se fortalecieron durante
los gobiernos del expresidente Uribe al calor de la guerra paramilitar “contrainsurgente”.
Tienen como principales aliados a un sector poderoso de la burguesía
burocrática (grandes comerciantes y contratistas del Estado) y sectores corruptos
del ejército y la burocracia.
Los dos primeros bloques ya
han logrado ubicar sus fuerzas y cuadros dentro del nuevo gobierno progresista,
tanto a nivel de representación legislativa como en los equipos de empalme y
ministerios. El tercer bloque se coloca como cabeza de la oposición aunque
algunos de sus representantes juegan a no aislarse para poder influir “desde
adentro”.
Entre los temas “consensuados”
en esta primera fase están los de avanzar con los acuerdos de paz, restablecer
las relaciones con el gobierno de Venezuela, aprobar una reforma tributaria
para garantizar la inversión social, fortalecer la lucha contra la corrupción e
impulsar una reforma agraria. Sin embargo, todos serán fruto de un fuerte y
tenso tire y afloje, y no será nada fácil.
Las reformas en el sector
de la salud, de las pensiones y en la estructura del Estado (policía, procuraduría
y justicia, los nuevos ministerios, hacienda y planeación nacional), y el
cambio de la matriz energética como parte de una transformación del aparato
productivo, serán los temas que sacarán a flote la voluntad del nuevo gobierno
y la verdadera correlación de fuerzas en evolución.
Y están aquellos aspectos
y problemas que dependen del contexto global y regional (América Latina). La
problemática del narcotráfico, la violencia estructural ligada a las economías
criminales, las relaciones con los bloques de poder geopolítico (EE.UU.,
Europa, China, Rusia, etc.), son temas que posiblemente se irán abordando de
acuerdo a la capacidad del nuevo gobierno para resolver los “temas internos” y
crear condiciones para actuar en el entorno externo.
En lo inmediato, el nuevo
gobierno tiene un escenario muy difícil. La ventaja mínima obtenida en las elecciones
no le dan un soporte contundente para forcejear con toda la fuerza que la
situación exige. La recesión económica global que se incuba, la inflación
galopante en buena parte del mundo, la caída del valor de las materias primas,
la devaluación de la moneda nacional, y el enorme desequilibrio fiscal que deja
el gobierno de Duque (“raspada la olla”
y una enorme deuda pública), lo enfrentan a tener que resolver con guantes
de seda los siguientes interrogantes:
¿Cómo restablecer el
equilibrio fiscal sin restringir los gastos públicos? ¿Cómo hacerlo sin afectar
los intereses del sistema dominante y sin que la nueva regulación del reparto
de los impuestos signifique transferir una parte importante de las cargas públicas
a los hombros de la gran burguesía? ¿Cómo ganar tiempo y mayor apoyo popular
para poder acumular la fuerza suficiente?
Le corresponde al
movimiento popular aprovechar esta situación para agruparse con independencia y
autonomía y poder jugar -desde su escenario propio y natural- en favor de sus
intereses y los de las grandes mayorías. No será en el Congreso ni al interior del
aparato burocrático del Estado donde se resuelvan estructuralmente los
problemas planteados sino en el campo de la fuerza real.
La oligarquía financiera
y los grandes terratenientes jugarán al desgaste gradual. Los “nuevos”
terratenientes despojadores buscarán el choque inmediato y la desestabilización.
Las burguesías emergentes pueden ser unos buenos aliados siempre y cuando desde
los pueblos y trabajadores se tenga claridad estratégica. La “cooptación
burocrática” es nuestro mayor peligro y amenaza.
[1] “Burguesías emergentes” siempre
han existido desde que surgió el capitalismo. La acumulación originaria de
capital encuentra nuevos escenarios y contribuye a la aparición de nuevos
sectores capitalistas. En Bolivia, Perú y Ecuador les llamaron “burguesía chola”.
En Colombia la economía del narcotráfico y otras economías ilegales contribuyen
con ese proceso. Hoy se acepta que importantes recursos económicos surgidos del
narcotráfico se “irrigan” hacia la economía legal y se han convertido en un “estabilizador
macroeconómico” tanto en Colombia como en el mundo. De acuerdo a algunos
analistas, las economías ilegales y “criminales” (tráfico de drogas, de armas,
de personas, de información, crédito ilegal, apuestas, etc.) contribuyen con un
33 a 38% del PIB global (Nota del Autor).
Buen mapa... no sé si acertado o nó. Tampoco sabría si lo abarca "todo"...
ResponderEliminarYo creo que no lo abarca todo, pero es un análisis excelente. Me queda una duda...Cómo hará el movimiento popular, si no es en el Congreso, para lograr reformas estructurales?.. Será que esos terratenientes, formados mediante el despojo y la violencia, van a continuar con ese método?..
ResponderEliminarEl movimiento popular lo logra por medio de su fuerza extraparlamentaria. Ya lo hizo con Duque y si se fortalece más, lo hará en apoyo al nuevo gobierno o a sus expensas
EliminarClaro que lo harán, ya se están preparando para hacerlo
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