Jorge Eliécer Gaitán, Camilo Torres Restrepo y Jaime Bateman Cayón |
El Pacto Histórico y sus
antecedentes históricos (1)
(Gaitán, Camilo y
Bateman)
Popayán, 9 de septiembre de 2021
Durante gran parte del siglo XX
en Colombia se hicieron intentos de lograr (o forzar) un “Pacto Histórico”. Se intentó
movilizar a las grandes mayorías para derrotar a la oligarquía dominante (colonial,
capitalista y mafiosa). Fueron gestas políticas dirigidas a superar el régimen
autoritario y excluyente que es soporte de la inequidad y la injusticia
existente. Se trataba de develar y superar la dictadura criminal que aparenta y
posa de ser la “democracia más antigua de América Latina”.
Esos intentos fueron encabezados por
Jorge Eliécer Gaitán en los años 40s, quien logró mostrar la brecha entre el
“país nacional” y el “país político”; en la década del 60 fue el sacerdote Camilo
Torres quien se echó al hombro la construcción del “Frente Unido del Pueblo”; y
Jaime Bateman Cayón en los años 80s propuso el “Sancocho Nacional” para
presionar un Diálogo Nacional e iniciar un proceso de refundación de la Nación
en democracia y en paz.
Todos esos intentos lograron
momentos sublimes de participación y movilización popular, dejaron huella en la
memoria de nuestro pueblo pero fueron abortados por la acción criminal de la
oligarquía y el imperio. No obstante, desde el campo popular y de sus
dirigentes también tuvimos falencias y cometimos errores que le facilitaron la
tarea a la casta dominante.
El Pacto Histórico que se impulsa
en la actualidad intenta retomar diferentes aspectos y propuestas de esas
importantes experiencias políticas, que de una u otra manera han marcado
nuestro devenir histórico y político. Sin embargo, es necesario profundizar en
el conocimiento de esos hechos, ubicar su contexto, identificar aciertos y
errores, y analizar su evolución para poder “re-crear” ese legado con claridad
y creatividad.
Antes de avanzar en ese ejercicio
es pertinente aclarar el concepto de “pacto”. El análisis de los procesos de
cambio (“revoluciones políticas”) nos permiten concluir que después de llegar a
los máximos niveles de tensión, confrontación y desenlace, se hace necesario un
pacto social y político entre las clases y/o sectores sociales enfrentadas para
avanzar con los cambios propuestos. Eso no significa que, como lo plantean algunos
amigos de la “ortodoxia “marxista”, todo pacto lleva a la conciliación de
clases o es una traición a los principios, sino que es el resultado de aceptar
que no podemos desaparecer materialmente a los contrarios y que se puede y debe
avanzar en democracia.
En algunas ocasiones, las fuerzas
“triunfantes” han intentado hacerlo; han “decretado” la desaparición de las
clases derrotadas o han anulado cualquier posibilidad de acción política de
quienes se resisten a los cambios; pero lo que enseña la historia es que ese acto
de negación lleva a instaurar regímenes autocráticos y dictatoriales, que
tampoco resuelven el problema. La vida ha demostrado que frente a un triunfo
de ese tipo, que de entrada se muestra débil y precario, las clases sociales
hegemónicas en lo político-cultural terminan trepándose al Estado por la
“puerta de atrás”, logrando sus propósitos a la sombra del nuevo “poder
revolucionario”[1].
Por ello, se hace necesario
re-pensar nuestras estrategias, re-tomar las enseñanzas del pasado, y re-crear
nuestras ideas y formas de acción a fin de no tropezar con las mismas piedras u
obstáculos. A continuación se hace un breve repaso crítico de esos anteriores
intentos de “pacto histórico” (Gaitán, Camilo, Bateman), a fin de aprender de
tales sucesos pasados. Como se observará, algunos de los problemas que sufre el
actual proceso, ya tuvieron antecedentes en el pasado.
Gaitán y la estrategia
electoral
Siendo senador liberal, Gaitán se
hizo conocer a nivel nacional con el debate
de la masacre de las Bananeras (1929). Luego, intentó construir un
movimiento independiente de los partidos tradicionales (liberal y conservador)
con la UNIR[2]. Pronto se dio cuenta que
era imposible construir en esa coyuntura un movimiento independiente y regresó
al partido liberal. Desarrolló una estrategia audaz e inteligente siendo
ministro en los gobiernos de Alfonso López Pumarejo y Eduardo Santos,
impulsando con autonomía e independencia sus
propuestas sobre derecho laboral y educación pública.
Incómodos con el trabajo político
de Gaitán ambos presidentes lo expulsaron de sus respectivos gobiernos y así
logró construir su propio movimiento “gaitanista” que en la década de los años
40s se convirtió en la principal corriente dentro del partido liberal. Durante
ese tiempo develó la falsedad de la “revolución en marcha” de López Pumarejo,
que amagaba con un proceso de industrialización del país mientras no enfrentaba
con seriedad y consecuencia las políticas contra el pueblo que imponía el
imperio estadounidense y los grandes terratenientes.
Cuando Gaitán estaba a punto de
convertirse en presidente de la república fue asesinado el 9 de abril de 1948 y
el movimiento popular fue manipulado por la oligarquía para degenerar en violencias
“vandálicas” durante el “Bogotazo” y promover un alzamiento armado que dio
origen, primero, a las guerrillas liberales controladas por la dirigencia
liberal oligárquica, y luego, a las guerrillas gaitanistas que poco a poco se
convirtieron en las futuras Farc.
Diversas e importantes lecciones
quedaron de ese proceso. La división en el campo popular jugó su papel porque
impidió que otros sectores (entre ellos los comunistas) pudieran crear una
fuerte organización de base. Aunque Gaitán la proponía -como hace ahora Petro-
nunca se impulsó con suficiente decisión y visión estratégica. Todo giraba
alrededor del caudillo, él diseñaba las propuestas, las tácticas electorales y
las alianzas, sin que existiera una estructura organizada que le ayudara a
prever el comportamiento de sus contradictores (algo muy similar ocurre ahora).
El movimiento gaitanista fue
eminentemente electoral pero -teniendo en cuenta el contexto de la época-
superaba ese escenario dado que era una verdadera experiencia revolucionaria
alimentada por las propuestas anti-oligárquicas de Gaitán, que en los hechos abría
y fortalecía la participación y movilización popular en la lucha política. Aunque
ese proceso partía de su militancia liberal poco a poco permeaba a importantes
sectores populares del conservatismo y de otros sectores no politizados, y por
ello, rompía en la práctica con el estrecho marco electoral.
Esa situación era todo lo
contrario de lo que sucede ahora. En la actualidad la dinámica electoral de los
partidos, grupos y movimientos sociales y políticos que hacen parte del Pacto
Histórico está “aprisionada” por un ambiente electoral desgastado, dominado por
candidaturas personalistas, sectoriales (étnicas, víctimas), grupismos y
divisiones de todo tipo, que es rechazado por las grandes mayorías que se
expresaron en el reciente estallido social. Ese aspecto pareciera ser el gran
obstáculo para que ese proyecto represente -en sí mismo- un efectivo movimiento transformador.
En ese terreno se debe ser muy
claro y diferenciar a quienes son los protagonistas del “movimiento” y quienes pueden
ser aliados. Es la dinámica misma, las “formas” como se construye el proceso,
lo que aclara ese asunto. Y por ello se deben impulsar prácticas diferentes de
apoyo al Pacto Histórico, enfrentando de hecho y no solo de palabra, la
politiquería y el clientelismo de nuevo tipo que – de una u otra manera- hace
carrera dentro de los partidos y grupos llamados “alternativos”. Hay que
organizar la “gran carpa” del Pacto Histórico, más allá de aspiraciones y
candidaturas individuales o de grupo, y en las regiones unificar -de verdad- a
los diversos sectores sociales que necesitan cambios estructurales en lo
político, económico y social.
No tener clara esa situación nos
conduce a relajar los principios éticos y la disciplina de quienes impulsan
verdaderas transformaciones. Si ello ocurre, fácil e imperceptiblemente se cae
en prácticas grupistas y personalistas, se entra en la rebatiña por las listas
y el orden de las mismas, aparece la división y la dispersión, y ello debilita
el mismo ejercicio electoral. Además, allí está el germen del grave problema
que han sufrido todos los movimientos progresistas y partidos de izquierda
cuando llegan a los gobiernos como ha ocurrido en Venezuela, Brasil, Ecuador,
Argentina y Bolivia (y parcialmente en España y Grecia). Toda clase de
arribistas y trepadores se cuelan en las filas de los partidos y movimientos,
generan graves distorsiones y protagonizan perjudiciales actos de corrupción,
lo que debilita los procesos de cambio y provocan “auto-derrotas”, como lo
hemos apreciado y comprobado.
Claro, el verdadero antídoto está
en la autoorganización de base, en que paralelamente y como tarea central, se
impulsen procesos de “autogobierno” dentro de las organizaciones sociales. Francia
Márquez, una extraordinaria dirigente caucana, de las comunidades negras (afro)
y de las víctimas del conflicto armado, en su discurso y práctica impulsa esa estrategia
pero todavía no se diferencia en las “formas electorales mismas” y su discurso puede
ser “cooptado” por las prácticas electoreras. En ese sentido, se requieren formas
de control popular -con autonomía e independencia- sin plegarse al
electorerismo personalista.
La propuesta es que debemos apropiarnos
del Pacto Histórico con iniciativas de base y no solo ir detrás de las
prácticas tradicionales o a la cola de los candidatos. Lo más importante es
que la “mecha” prenda en la gente, el mayor logro es que cualquier persona “por
sí misma” haga cosas, se organice, comparta y genere procesos. Si lo logramos, Gaitán,
Camilo y Jaime estarán felices allá donde estén.
[1] Es lo que finalmente ha
sucedido en todos las experiencias socialistas del siglo XX. Se desarrolló el
capitalismo y se renovaron los “nacionalismos de gran nación” al calor de las
luchas proletarias y populares, y luchan anticoloniales.
[2] UNIR: Unión Nacionalista
Independiente y Revolucionaria, fue un partido político colombiano fundado en
1933, por Jorge Eliécer Gaitán y otros liberales de izquierda, en defensa de
los sectores populares y separados del Partido Liberal.
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