Movimientos sociales y partidos políticos… ¿Cómo
articularlos? (2)
Popayán, 18 de
febrero de 2021
Ahora que hemos definido que para
construir y avanzar con amplias convergencias democráticas se requiere la
articulación de los movimientos sociales con las expresiones políticas
(partidos, movimientos), es necesario recordar aspectos esenciales sobre este
tema.
Los movimientos sociales no son
otra cosa que la sociedad en movimiento. Son las gentes mismas en su diversidad
que se mueven en torno a intereses que las convocan. Existen amplios
movimientos sociales cuando está en peligro la sociedad, la vida, la paz, la libertad
y la democracia.
La movilización de noviembre de
2019, especialmente la de los jóvenes liderados por los artistas, tuvo componentes
de ese tipo. Allí no había color político que determinara la participación en
las movilizaciones, y por ello, la forma de identificación eran mensajes personales
y, a la vez, “anónimos”, pero fuertes y directos. Hubo alegría, decisión, independencia
y creación colectiva.
También existen movimientos
sociales sectoriales de los trabajadores, maestros, indígenas, campesinos,
mujeres, jóvenes, LGTBI, pequeños y medianos productores, etc. Son expresiones
también amplias de acción colectiva que tienen un interés común. Tampoco allí
deben aparecer los intereses partidistas porque éstos dividen y debilitan. Son
causas comunes que unen y mueven.
Dichos movimientos sociales
muchas veces se concretan en organizaciones sociales como los sindicatos, asociaciones,
centrales obreras, cooperativas, etc. En Colombia las más visibles y poderosas
han sido la Unión Sindical Obrera USO y el Consejo Regional Indígena del Cauca.
Las organizaciones sociales son necesarias para concretar las aspiraciones de
los movimientos sociales pero muchas veces en ese proceso se burocratizan y se
separan del movimiento que les dio vida.
Lo ideal es que los partidos políticos
influyan en los movimientos sociales con sus ideas, iniciativas y acciones,
pero la experiencia mundial, latinoamericana y colombiana demuestra que no es
conveniente que esos partidos se apropien de ellos a través del control de las
direcciones de las organizaciones sociales o de otras formas mediáticas. Cuando
lo hacen, los debilitan y anulan.
Mucho más cuando, como lo hemos
señalado, los partidos políticos que han venido surgiendo en Colombia no han
dado la talla. Son pequeñas agrupaciones electoreras, sin fondo social e
ideológico, que giran alrededor de intereses pueriles, burocráticos, estrechos y
personalistas. Y más, porque no logran interpretar la complejidad de nuestras
sociedades “abigarradas”[1],
mestizas, multi-poli-clasistas, pluriétnicas y multiculturales.
Lo acabamos de vivir en Chile,
Bolivia y Ecuador. Los inmensos y poderosos movimientos sociales que le dieron
vida a procesos políticos recientes y anteriores[2],
han vuelto a mostrar su fuerza con base a la recuperación de su autonomía. En
Chile, en forma radical y masiva distanciándose de los partidos de la “Concertación”;
en Bolivia, rectificando a Evo y a las cúpulas del MAS; y en Ecuador,
enfrentando a Correa y a sus partidos de la Revolución Ciudadana.
En Colombia los partidos
políticos de izquierda, desde la fundación del Partido Comunista (1930), han
pretendido fortalecerse apropiándose de los movimientos sociales, monopolizando
-sectaria y burocráticamente- la dirección de las organizaciones sociales. Cómo
lo recordábamos en el anterior artículo, así lo hicieron con el incipiente
movimiento obrero, campesino e indígena que empezaba a organizarse en los años
20s del siglo XX y que tuvo como expresión partidaria al PSR.
A veces, los movimiento sociales
cansados de la manipulación burocrática y defraudados de los partidos políticos
que han apoyado, deciden lanzar sus propios movimientos políticos y sus
candidatos. Tienen derecho a hacerlo. Debe evaluarse seriamente esas
experiencias.
El CRIC en Colombia y la CONAIE
en Ecuador crearon partidos políticos para intentar resolver el problema.
Primero fue la ASI, que fue cooptada por sectores clientelistas, y luego MAIS, que
tiene problemas similares a los de su anterior intento. Pachakutik en Ecuador
ha tenido problemas similares, aunque ahora, alentada por el alzamiento social
de octubre de 2019, acaba de protagonizar un evento electoral que está
generando importantes impactos en ese país.
Otra organización indígena como
las Autoridades Indígenas de Colombia AICO (inicialmente AISO, o sea, del Sur
Occidente), construida por dirigentes de los pueblos Misak y Pastos, no separó
lo social-étnico de lo electoral, y ha tenido que enfrentar mayores problemas que
los sufridos por los pueblos agrupados en el CRIC. No ha sido una buena idea,
el clientelismo hizo mucho daño.
Nadie debe apropiarse de los
movimientos sociales; su fuerza y continuidad está en su autonomía y en la posibilidad
de presionar y vigilar libremente a los gobiernos y al Estado. No es
conveniente que los partidos políticos se apoderen burocráticamente de las
direcciones de las organizaciones sociales y pretendan instrumentalizar sus
luchas hacia intereses electorales.
Son las ideas, programas y
acciones de los partidos políticos y de sus representantes las que deben llegar
a las bases de los movimientos sociales y de sus organizaciones, y convencer a
cada individuo de la necesidad de apoyar con su voto a una u otra expresión
política de la sociedad.
Ahora que se ha lanzado la
propuesta de construir un Pacto Histórico para superar 5 siglos de opresión y
exclusión, y rebasar 200 años de falsa república y espuria democracia, se
requiere un debate profundo y amplio que ayude a clarificar la relación entre los
partidos políticos y los movimientos sociales.
Una de las propuestas que
personalmente más me interesa impulsar es la de articular dos grandes
movimientos sociales que en Colombia tienen una existencia real aunque muchos
sectores no los perciben: por un lado, los pequeños y medianos productores
agrarios y, por el otro, los profesionales precariados. Su unión en torno a lo
productivo puede transformar nuestro país en su base económica, ayudar a
industrializar nuestras materias primas, agregarles valor mediante el
desarrollo de tecnologías de punta, generar nuevos tipos de asociatividad
empresarial y de economías colaborativas, y además, acercar y fundir el trabajo
manual e intelectual.
[1]
Sociedad abigarrada, concepto trabajado por René Zavaleta, intelectual
revolucionario boliviano. Ver: “Lo nacional-popular en Bolivia”. En dichas
sociedades se superponen también los tiempos históricos.
[2]
En Chile, los movimientos sociales que derrotaron parcialmente a Pinochet y
presionaron la llamada “Concertación”; en Bolivia, la rebelión que derrocó al
presidente Lozada, incluyendo la “guerra del agua” que desencadenó el proceso
de Evo y el MAS; y en Ecuador, los alzamientos sociales que derrocaron a tres
presidentes (Mahuad, Bucarám y Gutiérrez) que le dieron vida al proceso
político de Rafael Correa y su Revolución Ciudadana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario