Bill Gates y George Soros, de un lado, y del otro, Donald Trump y Steve Bannon |
Entre Gates-Soros y Trump-Bannon
Popayán, 16 de mayo
de 2020
Es indudable que existe una
oligarquía global que intenta controlar totalmente a la humanidad y a la
economía, pero no lo han logrado como piensan algunos amigos paranoicos y
conspiranoicos.
Esa oligarquía global está
representada en lo económico por los grandes multimillonarios capitalistas que
tienen inversiones en todo el mundo y tratan de superar los imperialismos del
siglo XX para establecer una especie de "neoliberalismo social", un
"poder garantista", que se muestra "democrático",
"ambientalista", "responsable", "sostenible",
etc., pero que es su respuesta a la enorme crisis en que se encuentra el
capitalismo (reconocida incluso por ellos mismos).
Soros, Gates, Jack Ma y muchos
otros multimillonarios son las cabezas visibles de esa oligarquía global, y
tienen fuerte influencia en todos los gobiernos del mundo entero, incluyendo
EE.UU., Rusia, China, Europa, etc.
Frente a esa oligarquía global
los pueblos y los trabajadores no hemos podido construir un verdadero bloque de
resistencia y de rebeldía creativa, porque hemos centrado nuestra estrategia en
los intereses "nacionales" de cada país y hemos basado todos nuestros
esfuerzos en la gestión del Estado, creyendo que porque accedemos a algunos
niveles de Gobierno (subsistema dentro del Estado) ya hemos logrado "el
poder". La vida ha demostrado ese error conceptual en América Latina.
Es por ello que otros sectores de
las clases capitalistas de cada país se han convertido en los principales rivales
de la oligarquía global, que representan a capitalistas golpeados por la
globalización neoliberal que se aferran a valores "nacionalistas de gran
potencia", quienes aprovechan la inconformidad de amplios sectores de los
trabajadores (sobre todo del mundo desarrollado o de las industrias de la era
"fordista") para impulsar proyectos políticos proto-nacionalistas,
con tintes y prácticas neo-fascistas, que añoran el poder imperialista de sus
propios países (EE.UU., Reino Unido, Europa) y, también, tienen expresiones políticas
fuertes en China, Rusia, India, Irán, Brasil, etc., donde estimulan sus propios
“nacionalismos”. Además, aprovechan la ignorancia creciente y se apoyan en todo
tipo de iglesias y fanatismos desbordados.
Hoy las teorías conspirativas
están siendo utilizadas con bastante eficacia por esos movimientos
proto-nacionalistas para liderar el rechazo a la oligarquía globalista,
mientras que los movimientos sociales y políticos de los trabajadores y los
pueblos quedan alineados en las filas de Soros y Gates, y se hacen ilusiones en
la fuerza de los gobiernos de los antiguos países socialistas (Rusia, China,
Vietnam, etc.), cuando al interior de esos países existe una fuerte lucha
fraccional en el seno de los grandes capitalistas (entre globalistas y
nacionalistas).
No podemos negar la existencia de
acciones conspirativas por parte, tanto de los Gates, Soros, Obamas, Clintons,
Macrons, etc., pero tampoco podemos ocultar los complots de los Bannon, Trump,
Modi, Johnson, Bolsonaro, Uribe, etc., y, además, estamos obligados a diferenciar
cada una de esas conspiraciones para ubicar con claridad los objetivos,
intereses y alcances de esas acciones.
Elaborar teorías conspirativas
cogiendo de aquí y de allá, sin identificar los intereses de los diversos sectores
dominantes, y sin precisar nuestros propios intereses como trabajadores y
pueblos, solo sirve para crear confusión, y en este instante, le llevan agua al
molino de los proto-nacionalistas fascistas, pero también, le sirven a los capitalistas
globalistas para presentarse como adalides y defensores de la democracia y la
justicia social y ambiental.
A pesar de todo, la lucha empieza a centrarse en el diseño de un "post-capitalismo", y en esa tarea los intereses de los trabajadores y de los pueblos deben estar representados con total nitidez, apoyándose en las circunstancias concretas que afectan la supervivencia de toda la humanidad (cambio climático, deterioro de la vida a todos los niveles, crisis económica, etc.) para impulsar una verdadera política de transformación estructural y civilizatoria.
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