Por Olga L. González* París, 16 de abril de 2020
Sabemos que el coronavirus es un indicador de las profundas fracturas
de nuestras sociedades. Es también el caso en Colombia, donde el manejo
errático de la pandemia se verá agravado por la lista de problemas no
resueltos: violencias, desigualdades, privatización de la salud, precariedad de
los profesionales... a la que se suma el apoyo a la interferencia beligerante de
los Estados Unidos en Venezuela.
La “sociedad civil conectada” obliga a las autoridades a responder
En Colombia, el primer caso de
Covid 19 se detectó el 6 de marzo; la primera muerte, el 21 de marzo. Como en
la mayoría de los países de América Latina, se adoptaron medidas de
distanciamiento social en forma anticipada (cierre de escuelas el 16 de marzo,
confinamiento desde el 25 de marzo). El 6 de abril, el confinamiento fue
extendido hasta el 26 de abril. La adopción de estas medidas, adoptadas durante
la fase de "contención" de la epidemia, se explica por la muy rápida
toma de conciencia de la gravedad de la situación a nivel mundial.
Ciertamente, a principios de
marzo, comentaristas influyentes, como el
antiguo negociador de los acuerdos de paz y ex candidato presidencia Humberto
de la Calle, todavía veían el coronavirus como un acontecimiento lejano,
que sólo afectaba a los países europeos. Sin embargo, tras el cierre de las fronteras
en los Estados Unidos y las estrictas medidas de contención impuestas en
España, Francia y otros países, creció la presión social. Esta se expresó, en
particular, a través de las redes sociales y los medios de comunicación. Desde
estos foros de gran influencia, los principales "líderes de opinión"
y “líderes políticos” exigieron acciones de gobierno. Así pues, una comunidad
muy atenta a las noticias internacionales, una verdadera "sociedad civil
conectada", ha desempeñado un papel fundamental para impulsar a los
dirigentes a la acción.
No obstante, hubo diferencias en
la aplicación de esas medidas. Por ejemplo, mientras que la recién elegida
alcaldesa de Bogotá, Claudia López, tomaba la iniciativa de organizar un "simulacro"
de confinamiento de la ciudad, el presidente Iván Duque pedía la protección
de la Virgen de Chiquinquirá, la que él llama la "patrona de Colombia".
Una pandemia en un contexto de extrema violencia
El gobierno nacional y las
autoridades locales están respondiendo a esta crisis acorde con los protocolos propugnados por las
organizaciones internacionales y calcando la experiencia de otros países. Ahora
bien, si el confinamiento es mundial, para cada país el proceso es diferente. El
contexto colombiano es el de un país sujeto a una gran violencia, tanto social
como política. ¿Cómo se experimenta la pandemia cuando grandes sectores parecen
aceptar la banalidad de la muerte violenta? ¿Cuál será el impacto del
confinamiento ante tal violencia?
Hay varios indicios de que hay
motivos de preocupación. Durante el primer confinamiento realizado por la
Alcaldía de Bogotá entre el 20 y el 24 de marzo, se produjo un levantamiento en
una de las cárceles más grandes de la capital, que estaba superpoblada (como
todas las cárceles colombianas, con un excedente de entre 50% y 100%) y que, por
lo tanto, exponía a los presos a riesgos sanitarios. El resultado de esta operación
de confinamiento, que debía ser un simulacro exitoso fue… ¡de 23 prisioneros
muertos en esta prisión! ¿Quién los mató? Con muy alta probabilidad, fueron asesinados
por los guardias. Así, antes de la contaminación por el coronavirus, y debido a
los temores ligados a ella, fue la represión oficial la que se cobró sus
primeras víctimas.
En las zonas más alejadas de los
centros urbanos, el confinamiento también da lugar a situaciones preocupantes:
una ONG denuncia que en el Putumayo (sur del país), los grupos paramilitares de
extrema derecha están ejerciendo un "control" sobre la población,
matando y desmembrando a "ladrones venezolanos" y amenazando a la
población local con el asesinato de los enfermos del Covid-19.
De hecho, el confinamiento no
detiene claramente la violencia, sino que corre el riesgo de hacerla aún menos
visible. Esto, claro, agrava la impunidad. Así, desde la promulgación de las
medidas han continuado los
asesinatos de ex combatientes de las Farc, la
masacre de un sindicalista y su familia, los
ataques de facciones disidentes de las Farc o el
asesinato de líderes sociales.
En un contexto en el que la
violencia es para muchos un medio de expresión, se producen actos de agresión al
personal médico y de enfermería. ¿La razón? Se esgrime que pueden ser portadores
de la enfermedad. También se
han visto escenas de violencia física por parte de un concejal contra un
proveedor, tras las acusaciones de corrupción en la ayuda humanitaria para
los confinados. Y cuando un ayuntamiento intenta establecer un alojamiento de
emergencia en un hotel confiscado a la mafia, la población local se
rebela frente a la medida, a la vez que estigmatiza a los futuros huéspedes
de este hotel (los califican de “indigentes”, un término muy peyorativo para
habitantes de calle).
Como en todas partes, el
confinamiento expone a los niños y las mujeres a la violencia en la esfera
doméstica. El nivel de las violencias de género es ya muy elevado en tiempos
"normales", y por lo tanto, las amenazas son aún más preocupantes: en
este país, mil mujeres son asesinadas cada año (cuatro veces más que en
Francia, para un país con 20 millones de habitantes menos), y la violencia
sexual contra los menores de edad dentro de la familia es constante. A esto se
añaden otras violencias, como la que afecta a los jóvenes LGBT, a menudo rechazados
por su entorno.
En este contexto ya muy difícil,
el gobierno intenta encontrar respuestas. Por ejemplo, la Vicepresidenta Martha
Lucía Ramírez ha
propuesto confiscar el alcohol dentro de cada hogar para combatir la violencia
de género, iniciativa que ha sido muy criticada por su paternalismo
clasista, a la vez que por su imposibilidad de ser aplicada.
Una pandemia en un contexto de informalidad laboral
Aparte de estos problemas
relacionados específicamente con la configuración muy violenta de Colombia, la
pandemia se está produciendo en un país que, aunque tiene índices
macroeconómicos bastante aceptables para los organismos internacionales, tiene
desigualdades socioeconómicas muy grandes (es uno de los países más desiguales
del mundo), un nivel muy alto de informalidad (el 58% de los trabajadores están
en la economía informal) y una tasa muy baja de sindicalización (menos del 5%).
El gobierno se ha apresurado a
anunciar una serie de medidas para atender las necesidades de los más
desfavorecidos. Pero las dificultades para hacer llegar la ayuda en especie,
así como el bajo nivel de acceso a los servicios bancarios y la desconfianza frente
al sector financiero, que está muy
concentrado y tiene unos costes de intermediación exorbitantes, complican
mucho las cosas. La constante vacilación de este gobierno hace imposible saber
cuál será el destino económico de los colombianos: por ejemplo, mientras que
una nueva reforma presupuestaria es anunciada por el Ministro de Finanzas, el
Presidente la niega al día siguiente...
Por el momento, en las vastas
zonas pobres de las ciudades, los hogares han encontrado una manera de señalar
su angustia alimentaria: un trapo rojo se cuelga ahora en las puertas o
ventanas de las casas. En algunas zonas empobrecidas, todas
las casas están "marcadas" de esta manera. Por la noche, pese al
estricto confinamiento, han estallado disturbios en las vastas zonas marginales
de las ciudades, similares a los disturbios por hambre que se han visto en
otras partes del mundo.
Decretos presidenciales contra los profesionales de la salud precarios
En la actualidad, a la emergencia
económica se suma una emergencia médica: en un país que ha privatizado su
sistema de salud desde los años noventa, y donde el 80% del personal de salud
tiene contratos laborales extremadamente precarios y condiciones de trabajo
inaceptables (salarios no pagados durante varios meses, ausencia de seguro en
caso de enfermedad profesional -incluido el Covid-, anuncio
de una disminución del 20% de los salarios debido a la emergencia sanitaria,
etc.), crece un movimiento de preocupación en el cuerpo médico y sanitario. La
Federación de Médicos de Colombia realizó una encuesta a 880 personas del personal
de salud del hospital; sus conclusiones son abrumadoras: sólo 50 personas
declararon tener mascarillas N95, y sólo 25 tenían trajes de bioseguridad.
En este contexto, muchos de ellos
se niegan a renovar sus precarios contratos de trabajo o amenazan con ir a la
huelga. Ante esto, el gobierno emitió un decreto para obligar a los
trabajadores de la salud a ir a sus lugares de trabajo. Se
han iniciado conversaciones con los (pocos) sectores organizados
(sindicatos) de este sector. Entretanto, ya han muerto cuatro médicos de Covid
19 (de 131 muertes oficiales)… y la comunicación oficial rinde homenaje a estos
"héroes".
La incógnita: Venezuela
Por último, la situación en el
vecino más importante de Colombia, Venezuela, afecta al país de varias maneras.
En primer lugar, por el gran número de venezolanos asentados en su territorio
(aproximadamente un millón, que han llegado masivamente en los últimos 3 años).
Estos migrantes constituyen un verdadero desafío para el sistema de asistencia
sanitaria y económica. Ellos están sobrerrepresentados en el sector de los servicios
(especialmente en la entrega de comercio a domicilio en las ciudades), y se
exponen para impedir que otros abandonen sus hogares y puedan respetar el
confinamiento estricto. Sin mayores fuente de ingresos, sin vínculos familiares,
sin apoyo social y desahuciados de sus hogares, muchos
de ellos inician el viaje de regreso a su país a pie.
Como resultado de estos
movimientos migratorios, es probable que la situación en la frontera se
convierta en un tema delicado de salud, especialmente porque Venezuela está
atravesando una crisis
económica que también está afectando a los hospitales. Esta crisis se ve
agravada por las sanciones impuestas por los Estados Unidos, que, por ejemplo, prohíbe
la venta de respiradores a ese país.
Un segundo motivo de preocupación
son las atronadoras declaraciones de Donald Trump (el 26 de marzo, en plena
crisis sanitaria en Nueva York, tuvo tiempo para ponerle precio a la cabeza del
presidente
Nicolás Maduro). ¿Meras bravatas? No es seguro: las
maniobras militares en la frontera ya han comenzado, con la aprobación del
Presidente Duque, que
siempre ha sido favorable a una intervención armada de los Estados Unidos,
y que la ha alentado. Además, un Trump que ha sido catastrófico en la gestión
de la crisis del coronavirus en su propio país podría encontrar en una
intervención armada en el extranjero una forma de mejorar sus posibilidades de
ser reelegido.
Conclusión
Al 16 de abril, había
oficialmente 3.105 casos detectados y 131 muertes en Colombia. Pero mucho más
allá de los números, y más allá del manejo errático del gobierno de Duque, en
este país como en otros, el virus hace visibles las grietas de la sociedad. Estas
son profundas: violencias, desigualdades socioeconómicas, privatización de la
salud, precariedad de los profesionales llamados al rescate. Es probable que estas
viejas cuentas no saldadas, así como la política de interferencia belicosa en
Venezuela, agravarán la pandemia… a la vez que la pandemia empeorará esta serie
de problemas.
¿Hay algún margen de maniobra? En
lo inmediato, en lo que se refiere al "frente interno", queda por
esperar que los sectores organizados de la sociedad, y en particular los
sindicatos, que se han visto sumamente debilitados en los últimos años, puedan
encontrar la fuerza para hablar con una voz más firme ante un gobierno indiferente
a la suerte de su pueblo. En el "frente externo", y en particular en
lo que toca a las maniobras de Estados Unidos (en conjunto con Colombia) contra
Venezuela, es de esperar que la comunidad internacional no se deje engañar con
respecto a lo que se está jugando allí.
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* Olga L González. Doctora en
sociología, investigadora asociada UMR Urmis, Universidad Paris Diderot,
Miembro del Instituto de Migración de Convergencias.
Sitio web profesional:
http://olgagonzalez.wordpress.com/
Coordinador de red: https://latinosvih.hypotheses.org/
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