Los “nuevos” sectores sociales del siglo
XXI y el futuro de la humanidad
Popayán, 12 de
febrero de 2020
Lo sucedido en Colombia entre el
21 de noviembre de 2019 y finales de enero de 2020, dos meses largos, nos
permite aproximarnos a algunos aspectos de la vida y de las luchas de nuestro
pueblo. Los hechos acontecidos se aclaran a medida que nuevos sucesos ocurren. En
este escrito relacionamos lo ocurrido en nuestro país con lo que sucede en el
mundo a fin de acercarnos a la realidad “nacional” en el marco de las luchas
planetarias y de la Crisis Civilizatoria que vive la humanidad.
El 21N, evolución y por-venir
El principal factor que movilizó
entre el 21N y el 15 de diciembre de 2019 a los sectores sociales que llamo
“profesionales precariados” (“clases medias” les llaman), fue la acumulación de
torpezas del gobierno, especialmente las relacionadas con el proceso de paz. El
saboteo abierto y descarado del ex-fiscal NHMN[1],
las insólitas marrullas que utilizó el ex-ministro de defensa Guillermo Botero
para ocultar los crímenes de desmovilizados de la guerrilla ordenados por la
cúpula del ejército, los intentos de encubrir el asesinato de 18 niños que
estaban secuestrados por las llamadas “disidencias” de las Farc, los múltiples
asesinatos de líderes sociales, y muchos otros despropósitos y delitos
cometidos desde el gobierno, fueron los detonantes que impulsaron la
participación de este sector social (que poco a poco se irá constituyendo en uno
de los principales “sujetos sociales” del siglo XXI). Y claro, el fuego
material que alienta esa inconformidad es la acumulación de problemas “internos”,
especialmente el desempleo y la precariedad de las condiciones laborales de los
jóvenes profesionales, que ven cómo sus ilusiones de “progreso” chocan con el
“no futuro” que se les atraviesa a diario en sus carreras de ascenso social.
Además, la oleada de protestas populares que venían ocurriendo en el mundo y,
más cerca, en Puerto Rico, Ecuador y Chile, empujaron como viento de cola a
cientos de miles de colombianos cansados no solo de un gobierno incompetente sino
de unos funcionarios que confunden la paciencia de la gente con la estupidez y
la conformidad abyecta. Estos sectores sociales “nuevos en la protesta” le imprimieron
cierto carácter político al “paro nacional”, dado que no levantaron un “pliego
de exigencias” particular sino que se sumaron abiertamente a la lucha social,
con expresiones de protesta “tranquila”, festiva, artística y cultural pero, a
la vez, con formidable beligerancia y justificada rabia. Esos sectores sociales
saben que venimos de una cruel y sorda guerra que ellos –tal vez– no vivieron
tan de cerca pero intuyen que las luchas sociales y políticas deben ser un
espacio de superación de ese clima de intemperancia y violencia y no quieren
verse arrastrados por sentimientos y dinámicas de odio y de venganza.
Los sectores que tradicionalmente
se movilizan bajo la dirección de las organizaciones sociales (sindicatos,
asociaciones, consejos, etc.) que son influidas por las diferentes variantes de
la izquierda, respondieron con todas sus fuerzas en las ciudades (estudiantes,
maestros, trabajadores, otros). En algunas ciudades alcanzaron a movilizarse el
21N otros sectores populares que por primera vez participaban de una gran
protesta, pero no se pudo lograr la movilización masiva de los sectores rurales
(campesinos mestizos, indígenas, afros), lo cual tiene una explicación. Por un
lado, el movimiento indígena ya se había movilizado con La Minga de
febrero-marzo/2019 y no estaba en condiciones de hacer un nuevo esfuerzo
mayúsculo, y las comunidades negras del pacífico colombiano (Chocó,
Buenaventura, otros) canalizaron sus luchas hacia la participación electoral
con relativo éxito. Por otro lado, los sectores campesinos de zonas marginales
que se movilizaban hasta 2014 con la influencia directa de las Farc, entre
ellos los llamados “raspachines” (recolectores de hoja de coca), hoy no tienen la capacidad organizativa para
hacerlo en forma autónoma (viven y trabajan después de la desmovilización de las
Farc bajo un nuevo régimen de violencia controlada y “contratada” por los
narcos). El otro sector rural, el de pequeños y medianos productores agrarios,
influidos parcialmente por “Dignidades Agropecuarias”, hoy está fuertemente controlado
por el uribismo y, además, dichos sectores solo se movilizan por causas sectoriales
relacionadas con los bajos precios nacionales o internacionales de sus
productos (café, panela, papa, leche, etc.), importación de materias primas
(arroz, otros), altos precios de los insumos, acumulación de deudas de créditos
u otros factores similares. Su dinámica es estrechamente reivindicativa por
cuanto no se plantean la industrialización de sus materias primas y la
apropiación de la cadena productiva y de comercialización a nivel internacional
(global) para librarse del control del Gran Capital (empresas transnacionales
como Nestlé, Starbucks, Mars, Kraft, Mondelez, etc.).
Frente a la movilización popular
el gobierno utilizó con cierta eficacia la violencia mostrada por los grupos de
jóvenes que actúan dentro de la protesta social con un carácter infantil e
inmediatista, que bloquean el transporte (TransMilenio) en Bogotá o atentan
contra bienes públicos. Estos sectores juveniles son fácilmente infiltrados
tanto por grupos armados de “vieja tradición insurreccional” o por agentes
provocadores de la propia policía o inteligencia militar “contrainsurgente”,
causando graves problemas en la cotidianidad de la gente y generando rechazo
entre la población. Esas torpes acciones y la estrategia comunicacional del
gobierno ha conseguido poner en contra de la movilización social (“paro
nacional”) a muchos sectores que hasta ahora no participan y que se ven
afectados por ese tipo de prácticas, hasta tal punto que han obligado a muchos
gobiernos locales dirigidos por “políticos alternativos” a involucrarse en la
“regulación de la protesta” (anhelo del ex-ministro Botero) mediante la aprobación
de “protocolos” y otros decretos para justificar la represión violenta de la
movilización social. Los anuncios de “paros armados” del ELN y de grupos que
utilizan el nombre de las “Farc”, cumplen el mismo papel y son factores en
contra de la reactivación y/o continuidad de la protesta social.
Lo ocurrido el 21 de enero de
2020 (movilización parcial, limitada y/o débil en unas ciudades y frustrada en otras)
demostró que los “sectores nuevos en la lucha social” (profesionales
precariados) están actualmente neutralizados y gran parte de la opinión pública
ha sido manipulada para ponerla en contra de la protesta social. Podríamos
afirmar que la escasa respuesta del grueso de las organizaciones sociales
(especialmente rurales) al esfuerzo mostrado por esos sectores citadinos nóveles
en la lucha y protesta, es uno de los principales factores a tener en cuenta en
esa especie de neutralización y/o agotamiento del movimiento dentro de esos
sectores específicos. Mucho más cuando el Comité de Paro no se sintoniza con el
conjunto de las expresiones de lucha, no hace diferenciaciones entre los
diversos sectores de población participante, no responde con una estrategia de
comunicaciones a toda la campaña de mentiras y desprestigio que impulsan el
gobierno y los sectores enemigos de la movilización social, y en general, se
limita a convocar y programar fechas de futuros paros y protestas, pero, no
dirige, no retroalimenta la lucha, no valora y potencia los avances logrados en
la misma, y se limita a pedirle al gobierno en forma lastimera que promueva los
tradicionales “espacios de negociación”. Además, los intentos de instrumentalización
electoral del movimiento por parte de algunos políticos de izquierda debilitan
el carácter amplio e incluyente de las luchas sociales, sumado a la división en
las cúpulas burocráticas de las organizaciones sociales que tiene como
trasfondo la rivalidad entre sectores políticos que le hacen el juego a
intereses inmediatistas e insulsos.
La conclusión es evidente. A
pesar del desprestigio y continuos errores del gobierno, la aprobación en el
Congreso de una lesiva reforma tributaria disfrazada de “ley de financiamiento”,
los anuncios camuflados de reforma laboral, las insólitas torpezas en política
interna y externa (lamento del General Zapateiro
por la muerte del sicario Popeye[2],
la actitud del gobierno frente a la tragi-comedia de la ex-senadora Merlano[3],
los acuerdos clientelistas para lograr gobernabilidad, etc.), tengo la
sensación que la movilización social ha entrado en un declive y agotamiento, y
lo más grave, que a diferencia de Chile, no alcanzamos en Colombia a generar
nuevas formas de organización popular (“asambleas auto-convocadas”) como
ocurrió en ese país. Sufrimos todavía la negativa influencia de una concepción
política que utiliza a las luchas
sectoriales y puramente reivindicativas como pequeños “nichos de supervivencia”
de proyectos políticos que sueñan con hacerle la revolución al pueblo, ya sean
con métodos pacíficos (electorales) o con alzamientos armados (guerrillas), y que
giran alrededor del poder del Estado y los gobiernos, sin plantearse una
efectiva confrontación con el régimen colonial y capitalista que se mantiene
incólume. Dicha práctica de las organizaciones sociales tradicionales han
acumulado una enorme carga de burocratización y de cooptación estatal que se
materializa en los llamados “proyectos económicos y sociales”, ONGs camufladas
de organizaciones sociales, política de DD.HH. plegada al Estado neoliberal,
supuestas “autonomías híbridas” que se soportan más en la “Ley de los de
arriba” que en la “fuerza de los de abajo”, y todo un juego legal y de
negociaciones que no son verdaderos ejercicios de poder sino de entrega de
derechos y de conciliación de los intereses populares en favor de las políticas
estatales.
No obstante, a mediano plazo soy
optimista sobre la evolución de los “nuevos sectores sociales” o profesionales
precariados, que tanto a nivel nacional como global son los sectores sociales que
más crecen dentro de la población oprimida y explotada, se perfilan como los sujetos
sociales más dinámicos en las luchas de los pueblos y, poco a poco, avanzan
hacia la identificación de las causas estructurales de la Crisis Civilizatoria
que estamos viviendo, y han empezado a actuar frente a la problemática del
cambio climático, la inviabilidad del actual modelo económico-productivo, la
automatización y digitalización de la vida en sociedad, la enorme desigualdad
social y económica, la crisis de la sociedad patriarcal, y otras causas de ese
tenor.
Crisis Civilizatoria, una mirada panorámica
Recién empezamos a ser
conscientes del tamaño y naturaleza de la enfermedad que ataca a la humanidad
desde hace varios milenios. La civilización actual –clasista, patriarcal,
esclavista, colonial y capitalista– es la concreción de esa enfermedad. Estamos
enfermos desde que abandonamos la ancestral Comunidad. La aparición inevitable de las clases y castas sociales y del Patriarcado, dividieron
inexorablemente y en forma creciente a la sociedad humana. Desde esos tiempos
las relaciones de dominación se impusieron sobre las relaciones de colaboración
y reciprocidad. Estas últimas formas de relación entre los humanos nunca han
desaparecido de nuestro espectro mental y se nos presentan en forma de culpa
existencial (“pecado original”), sentimiento que es canalizado hacia la
religión y la política. El capitalismo ha acelerado exponencialmente esa
enfermedad y ha logrado –incluso– convertir la religión y la política en
“subproductos culturales” que hoy están en el eje central de sus economías y
controles sociales.
Esa enfermedad es la “alineación
bipolar” que nos empuja hacia “afuera”, hacia el “exterior” (“éxito”), hacia el
acaparamiento, la riqueza material, el “dominio del otro”, la acumulación y el
consumismo. Estamos divididos en todo: mental, social, cultural y
materialmente. Separamos el cuerpo de la mente, la materia de la idea, la forma
del contenido, la tierra del cielo, la vida de la muerte, la palabra de la
acción, la salud de la enfermedad, la mujer del hombre, lo consciente de lo
inconsciente, la derecha de la izquierda, lo de arriba de lo de abajo, el
camino de la meta, la pobreza de la riqueza, la felicidad del sufrimiento, el
amor del sexo, la virtud del pecado, lo bueno de lo malo, los vivos de los muertos,
etc., etc. El dualismo filosófico es su soporte desde hace mucho tiempo y,
aunque existen variantes de “monismo”, el sistema ha logrado utilizar muchas “formas
de monismo” como paliativos para lograr que las gentes se “unifiquen
mentalmente con el TODO” (“New Age”) pero no realicen ninguna acción para
concretar esa “unidad” dentro de su práctica social. Su “iluminación” es
contemplativa y paralizante.[4]
Todos los humanos sufrimos de esa
enfermedad y, por ello, no solo vivimos en medio del sufrimiento y somos
infelices sino que justificamos la enfermedad, o la negamos, o la camuflamos.
Solo atisbamos o prevemos que algo está mal cuando una catástrofe “natural”, un
desastre ambiental, una mortal pandemia, una impactante guerra fratricida o una
grave crisis económica, nos “corre el piso” y nos sacude globalmente, de vez en
cuando. No obstante, cuando el fenómeno (síntoma) pasa, volvemos a “calmarnos”,
le buscamos una explicación “racional”, y seguimos por las mismas. Con los ojos
cerrados hacia el desastre planetario.
Solo la reconstrucción de la
Comunidad nos puede salvar de que la enfermedad nos lleve a la extinción como
especie. Pero así como la división fue inevitable en su momento, se requieren
unas condiciones mínimas para que un nuevo tipo de comunidad aparezca y se
convierta en el germen de esa reconstrucción. En otros momentos de nuestra
existencia humana hemos creído que esas condiciones se han dado pero no pasaron
de ser una ilusión. Hoy, se requiere con urgencia que los sectores más
avanzados y más conscientes de la humanidad identifiquen esas condiciones y
trabajen en forma organizada para potenciarlas hacia la reconstrucción de esa
Comunidad, seguramente con nuevas características.
Cada vez más personas se hacen
conscientes de la verdadera situación. Miles de científicos en diversos países y
continentes han venido reaccionando con creciente rapidez y se están liberando
y enfrentando con las direcciones de sus empresas, universidades o gobiernos[5].
Los más avanzados intelectuales del mundo entero se están alineando en favor de
soluciones radicales frente a los problemas sociales, políticos, ambientales y
culturales que vive hoy la humanidad[6].
Cada vez son más los artistas que se suman a ese movimiento planetario que
presiona por cambios sustanciales en la forma de vida, el modelo de desarrollo,
la dominación clasista, racista y patriarcal, y demás problemas que ha
acumulado la humanidad en los últimos siglos y décadas.[7]
La juventud y las mujeres han
estado al frente de las últimas movilizaciones sociales que vienen ocurriendo
en Francia, Hong Kong, Irak, Irán, Chile, Líbano, Centroamérica, Puerto Rico, y
en general en todo el mundo. Los pueblos originarios (indígenas) de América y
de otras regiones son un referente ideal (“cosmogónico”) de esas luchas
planetarias que se están incubando, pero se requiere que los sujetos sociales que
sufren el impacto del “capitalismo suicida y senil” del siglo XXI construyan un
nuevo ideario político-cultural para enfrentar tanto la enfermedad de “alineación
bipolar” como los sucedáneos que el mismo capitalismo construye para mantener
su dominación.
En la actualidad observamos cómo la
urgencia de esa tarea suprema (garantizar la sobrevivencia de la especie humana
en la tierra) empuja a gran cantidad de pensadores vinculados (as) a los
movimientos sociales (organizados y no organizados) a alimentar sus “praxis” de
las más variadas teorias y prácticas, de lo más avanzado de las construcciones
ancestrales de los pueblos indígenas (originarios) de todo el planeta, de lo
más evolucionado del pensamiento filosófico, científico y artístico, de las más
trabajadas evaluaciones de las luchas de los pueblos y de los trabajadores de diversas
regiones y épocas, y en fin, de los más sólidos y probados saberes surgidos en
medio de la multiplicidad y diversidad de las luchas cotidianas y/o coyunturales,
grises y/o épicas, triunfales y/o derrotadas, que los grupos de humanos han librado
en la búsqueda de respeto y justicia social, siempre orientadas a recuperar el
sentido comunitario.
Cientos y hasta miles de caminos
nos llevan a la Unidad. No será fácil pero existe la Conciencia.
[1] La
Silla Vacía (2019). “Néstor Humberto Martínez Neira”. https://lasillavacia.com/quienesquien/perfilquien/nestor-humberto-martinez
[2] Semana
(2020). “General Eduardo Zapateiro: ‘lamentamos mucho la partida de Popeye,
somos seres humanos’”. https://www.semana.com/nacion/articulo/general-eduardo-zapateiro-comandante-del-ejercito-lamento-muerte-de-alias-popeye--vicky-en-semana/650841
[3] Semana
(2020). “La diplomacia del absurdo”. https://www.semana.com/nacion/articulo/la-diplomacia-del-absurdo-el-caso-de-aida-merlano-capturada-en-venezuela/650365
[4]
Todos los relatos cosmogónicos del mundo (Tao Te Ching, Vedas, Enuma Elis, la Cábala,
la Avesta, etc.) combinan de un modo u otro el monismo y el dualismo. Antes de
ser escritos eran parte de una tradición oral que correspondía a formas comunitarias
de existencia de sus pueblos. Solo cuando surgieron los poderes despóticos por
efecto de la aparición de la división en clases y castas sociales, surgió la
necesidad de escribirlos (“libros sagrados”) para justificar y legitimar los
nuevos poderes. Dichos libros y relatos fueron construidos a lo largo de siglos
y fueron resultado de múltiples luchas entre dinastías y poderes de diverso
tipo. Su sentido comunitario fue tergiversado y puesto al servicio del “poder”.
Por ello, son fruto de interpretaciones contradictorias y disímiles. (Nota del
Autor).
[5] Vanguardia
(2019). “Miles de científicos de todo el mundo piden declarar la “emergencia climática”.
https://www.lavanguardia.com/natural/cambio-climatico/20191105/471410471997/emergencia-climatica-cientificos-emisiones-gases-calentamiento.html
[6] ONU-UNICEF
(2018). “El mundo de hoy es más rico, pero también más desigual que nunca”. https://news.un.org/es/story/2018/12/1447091
[7]
En casi todos los países cientos de artistas, escritores, actores, cantantes,
etc., se han puesto al servicio de las protestas y luchas sociales que han
detonado a nivel global denunciando la crisis ambiental, la injusticia y la desigualdad
social. (Nota del Autor).
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