Colombia: una coyuntura
política que va más allá de lo electoral
Esperar lo mejor pero estar preparado para lo peor
Popayán, 28 de abril
de 2018
“La realidad siempre supera la ficción”.
Después del 11 de marzo/2018 la
campaña electoral que lidera Gustavo Petro, candidato de la Colombia Humana, ha
tomado la delantera en Colombia. Suma preferencias, llega a nuevas audiencias y
rompe los techos de resistencia que pronosticaban los medios. Aunque las
encuestas lo ubican detrás de Duque –el que señaló Uribe– el ex alcalde de
Bogotá es el candidato con mayor poder de convocatoria y el que aglutina las
miradas y expectativas de la opinión pública.
En el último mes y medio ha
llenado –una tras otra– numerosas plazas de ciudades intermedias y capitales de
departamentos en una especie de “campaña admirable”; multitudinarias y festivas
concentraciones ciudadanas muestran el entusiasmo desbordado de sus seguidores.
Es el fenómeno político del momento. En los debates televisivos con otros
aspirantes, ha mostrado su preparación académica, excelente capacidad
comunicacional y gran consistencia conceptual.
En las siguientes tesis intento demostrar que no estamos
frente a cualquier evento electoral; hoy la situación de Colombia es inédita y
algo especial. Lo que ocurre no se había visto desde las épocas de Gaitán y
supera –por la facilidad de las comunicaciones actuales– lo realizado por otras
figuras de izquierda. Muchos analistas y estudiosos empiezan a reconocer que
estamos presenciando algo más que una simple y rutinaria sucesión presidencial.
¡Puede ser histórico!
Es la irrupción de un proceso
social y político con raigambre popular que cuenta con un movimiento, un líder
y una propuesta. Aglutina acumulados de décadas de resistencia al modelo de
desarrollo imperante que por la interferencia del conflicto armado no se habían
expresado plenamente; tiene un candidato con calidades excepcionales y experiencia
demostrada; y un programa parcialmente construido en el gobierno de la capital
de la república que en su área metropolitana aglutina a la quinta parte de la
población colombiana (10 millones de personas).
Petro y su gente enfrentan a la
oligarquía más rancia, conservadora, experimentada y criminal de América Latina;
arrodillada y servil a los intereses estadounidenses. Esa casta dominante ha
logrado presentar ante el mundo su régimen político corrupto, excluyente e
injusto, como si fuera un ejemplo de democracia. Petro aspira a gobernar uno de
los países con mayor desigualdad del planeta, en medio de los esfuerzos por
terminar una guerra de 70 años que fue –en verdad – una contrarreforma agraria violenta
y armada que despojó de sus tierras y desplazó hacia centros urbanos a más de 6
millones de campesinos y habitantes rurales (indígenas, negros y mestizos).
Es un país que a pesar (¿o
gracias a?) de la guerra y la presencia desde hace cuatro (4) décadas de la economía
del narcotráfico (coca, marihuana, amapola) ha logrado convertirse en la 4ª
economía de la región latinoamericana después de Brasil, México y Argentina. Allí,
han surgido conglomerados financieros que se lucran de la situación estratégica
del territorio, la expoliación de sus inmensas riquezas naturales, la
sobre-explotación de sus habitantes y la canalización de recursos de la narco-economía,
y con base en ello, han construido alianzas con empresas transnacionales que
les garantizan importantes inversiones en América Latina, EE.UU. y Europa.
A esa realidad se enfrenta un
pueblo que va reviviendo legados y reconstruyendo esperanzas; en ese empeño
están gentes sencillas que se apoyan en ese valiente dirigente; en ese tremendo
reto está involucrado un líder que se ha hecho en medio de las contingencias de
un país que sueña con salir de las tinieblas; en esa tarea está empeñada una
ciudadanía que quiere superar las actitudes y costumbres coloniales impuestas a
la fuerza y con engaños por unas clases dominantes obtusas y excluyentes. Y en el núcleo de ese movimiento están las
nuevas generaciones que se niegan a soportar tanta calamidad e injusticia.
Ideas para el análisis de coyuntura (hipótesis, tesis y propuestas)
1. El imperio estadounidense y la
oligarquía colombiana –en este instante de la vida global, regional y nacional–
harán hasta lo imposible para impedir
que Gustavo Petro sea el presidente de Colombia. Esta afirmación no se hace al
estilo “neo-zapatista” (Sub-Comandante Galeano o Marcos, ver: https://bit.ly/2r6e26W) por cuanto no tiene la
intención de desestimular el esfuerzo y el entusiasmo electoral que existe en
Colombia. Al contrario, ¡hay que empujar con toda!
2. México y Colombia son las
cabezas principales del más brutal colonialismo heredado desde siglos atrás (Alianza
del Pacífico); la llegada de políticos progresistas a los gobiernos de esos
países atenta contra los intereses del Imperio, mucho más frente a la guerra
geo-económica que hoy libra con China y Rusia y la situación conflictiva con América
Latina, especialmente en Venezuela y Brasil. Un triunfo electoral alternativo
en esos países puede generar un ambiente de positivismo popular y progresista en
todo el continente que no le conviene para nada al establecimiento
estadounidense. Pero también, para la oligarquía colombiana tal eventualidad es
una verdadera pesadilla dado que tiene tras de sí una enorme cadena de crímenes
(asesinatos, corrupción, podredumbre) que quiere ocultar y enterrar. Ellos saben
que Petro no es un político manejable y están seguros que es un peligro para
sus intereses como lo afirmó el escritor Mario Vargas Llosa, connotada figura
de las derechas iberoamericanas (https://bit.ly/2GyNK4s).
3. Antes que Petro empezara a
crecer y a desencadenar la “ola” ciudadana y popular que está en desarrollo, el
grueso de la casta dominante estaba convencida que al derrotar a las Farc, toda
la izquierda y los sectores populares no iban a tener capacidad de reacción
inmediata. Así, ellos parecían dispuestos a aceptar fórmulas de gobierno
“moderadas” como las de Sergio Fajardo, aunque sospechaban (y temían) que un
triunfo de él, a pesar de su “tibieza”, podría alentar en lo inmediato la
aparición de nuevas fuerzas democráticas. Los ideólogos de las castas
dominantes no previeron lo que hoy se está presentando pero tienen detrás asesores
gringos (y a otros como J.J. Rendón) para diseñar estrategias “no
convencionales” para este tipo de emergencias.
4. Hoy la situación es cualitativamente
diferente. Lo que se puede dilucidar es que una buena parte del pueblo se había
deslindado instintiva y espontáneamente de las Farc y en general de las
guerrillas, y lo había hecho en contravía a las fuerzas de izquierda. Por ello, la derrota del SI en el
Plebiscito (02.10.2016), no fue asimilada por esos amplios sectores populares como
una derrota sino como un triunfo de los escépticos y críticos de esa falsa paz.
Tanto las “izquierdas” como las derechas
leyeron mal esos resultados; en realidad lo que había por dentro, por debajo
y subterráneo, era una justificada inconformidad y un rechazo a la demagogia
pacifista de Santos, a la politiquería anti-pacifista de Uribe y al
triunfalismo de las Farc y de la izquierda “fariana”. Ese inconformismo e
indignación latente es la que se expresa y desencadena ahora y utiliza para
ello la única “válvula de escape” que existe que es la candidatura y la campaña
electoral de Petro.
5. Hay varios hechos que nos
llevan a pensar, a prefigurar, que se está preparando un nuevo acontecimiento –un
complot criminal– como los llevados a cabo en 1948 y 1970. Un fraude electoral monumental
no solo para impedir un gobierno de Petro sino, principalmente, para provocar
una situación excepcional y tratar de liquidar el “proceso de cambio” que en
Colombia recién está en sus inicios (a pesar de todas las experiencias y
fuerzas populares y “revolucionarias” que existen pero que están dispersas y
desorganizadas). El magnicidio del candidato también debe estar en esa agenda
pero es posible que no lo consideren necesario en una primera instancia, aunque
uno no sabe a qué atenerse con personajes como Uribe y Santos para los cuales un
enemigo puede ser “un buen muerto” (https://bit.ly/2r6gqdF).
6. Creemos que esa maquinación
está siendo diseñada para usar fuerzas mercenarias pero, también, para tratar
de estimular y utilizar a algunas bases despistadas “farianas” y sectores del lumpen
para generar caos, saqueos, incendios y muertes indiscriminadas. En ese libreto,
detrás del complot aparecerían las Farc
que estarían “desesperadas”, un ELN y EPL “revitalizados”, y un gobierno venezolano
enemigo. Incluso, es posible que involucren a supuestos “agentes rusos” que –de
acuerdo a ese relato– estarían actuando en coordinación con las fuerzas de Petro.
Es lo que han venido montando y orquestando en todo el mundo, incluyendo los
EE.UU., y no es extraño que intenten hacerlo en Colombia. Todo puede suceder
hasta que ocurre.
7. Los siguientes hechos que están
en desarrollo son sustento de esa hipótesis: a) Descaradamente han violado los
acuerdos y no les importa que los ex-combatientes de las Farc se regresen al
monte (lo de Santrich hace parte de ese plan); b) No les interesa la
pacificación del ELN, lo han dejado crecer militarmente como ocurre en
Catatumbo, Chocó, Nariño y Cauca; c) Hicieron un experimento de cómo se pueden
generar saqueos con el caso de las “súper-tiendas” que supuestamente eran propiedad
de testaferros de las Farc (tuvieron que liberar a los dueños); d) Están
deslegitimando a la JEP y a todas las Cortes Judiciales; e) Imponen la matriz
de la existencia de una violencia generalizada y de una inseguridad sin control,
como lo vemos en las fronteras, Medellín y numerosas ciudades y regiones; f)
Todos los hechos y rumores que giran alrededor del Consejo Nacional Electoral
CNE (entre ellos, las encuestas pagadas y manipuladas, la base ilegal de datos obtenida
en las consultas electorales del 11 de marzo) apuntan a generar un clima de
incertidumbre y desconfianza en la transparencia e idoneidad del órgano
electoral (la verdad convertida en “posverdad” al servicio del complot para
provocar reacciones intolerantes y masivas); g) Finalmente, la estigmatización
de Gustavo Petro como un político “castro-chavista”, ahora con la ayuda de otros
sectores políticos como los de la Coalición Colombia (y a veces, con la
colaboración inconsciente del mismo candidato y de sus seguidores que en medio
de su entusiasmo desmedido o desbordado les ayudan en ese propósito).
8. El triunfalismo de las Farc que
las llevó a la situación actual es fruto también de oscuras manipulaciones. La
infiltración de sus filas está saliendo a relucir actualmente (caso de Marlon
Marín, sobrino de Iván Márquez). Una parte de los dirigentes y de sus mandos
medios, con el argumento de impulsar la lucha civilista y electoral, se vienen
acomodando al sistema y envían –tal vez sin querer– un mensaje negativo a sus
bases. Los desmovilizados en las regiones, sometidos a los incumplimientos del
gobierno se imaginan a sus dirigentes disfrutando de la gran vida y reaccionan negativamente
ante ese hecho. La desbandada se generaliza y el gobierno la estimula. La minoría
de los dirigentes, los más radicales e insatisfechos con los resultados del
llamado “proceso de paz”, saben que cometieron muchos errores pero no saben qué
hacer. Están frente a una trampa de dos cabezas: el acomodamiento o la muerte
(o la cárcel, o volverse al monte, o la clandestinidad). Como dijo Márquez: “Hoy
valemos huevo” para el establecimiento; después de la entrega de armas el
Estado colombiano en su conjunto les ha incumplido en casi todo (https://bit.ly/2HqN8xp). “Han cumplido más
las FARC que el gobierno” dijo Ingrid Betancurt (https://bit.ly/2vXJ1Yw).
9. Ese triunfalismo también se
nota en las filas de Petro. La mayoría de sus “dirigentes” creen ingenuamente –fruto
del “cretinismo parlamentario” que se impuso desde 1991– que la oligarquía va a
respetar su falsa democracia y no han asimilado los hechos de perfidia que denunció Jesús Santrich
antes de ser encarcelado con pruebas prefabricadas por la DEA y violándole
todos sus derechos jurídicos (https://bit.ly/2A6uhGW).
Esos dirigentes no son conscientes de la gravedad de lo hecho con las Farc; no
lo relacionan con lo que acaba de pasar con ex presidente Lula y Cristina
Kirchner; menos lo identifican con los golpes de Estado que sufrieron los
presidentes Manuel Zelaya en Honduras y Fernando Lugo en Paraguay en donde
acaban de repetir un fraude; y ni siquiera están enterados de los intentos
desestabilizadores contra Correa y Evo pero que no lograron coronar. Pero
tampoco han evaluado en toda su dimensión lo que hicieron con el mismo Petro en
la Alcaldía de Bogotá, que no fue poca cosa (persecución, destitución ilegal y
guerra psicológica con Procurador a bordo, terrorismo mediático, acoso
financiero, cerco y engaños del gobierno nacional, etc., etc.). ¿Para qué más
evidencias?
10. Todo lo anterior ha estado
traspasado por la campaña de desprestigio de la necesidad de una verdadera
organización de los pueblos y de los trabajadores para lograr sus metas.
Impusieron a nivel mundial la matriz ideológica de que el “partido leninista”
es el germen del autoritarismo ortodoxo de izquierda y, con ello, han logrado
hacer creer que no hay necesidad de organización, que la multitud
espontáneamente va a lograr o hacer los cambios sin más que su voluntad. Claro,
ellos, los poderosos capitalistas sí están organizados al más alto nivel,
cuentan con inteligencia especializada (tanques de pensamiento, centros de planeación
estratégica, clubes y núcleos de poder plutocrático), tienen mandos militares estrictamente
coordinados, usan omnipotentes medios de comunicación, y lo principal, saben el
valor que tiene estar organizados y preparados para la guerra. Saben qué es una
guerra y que la lucha política es una verdadera guerra.
11. La pregunta del millón es ¿Qué
hacer? Si no se está preparado para enfrentar un complot de ese tamaño, si no
se tiene claridad y si no existe aunque sea una mínima organización, se cae
fácilmente en la trampa. Sin previsión la respuesta va a ser inducida. La principal tarea es ser consciente de esa
posibilidad, tener presente la naturaleza de los enemigos, y por
consiguiente, hacer todos los esfuerzos por desenmascarar y evitar la
maquinación antes de que ocurra. El fraude electoral en Colombia es lo normal y
rutinario como lo afirma Ariel Ávila en su última columna de la revista Semana titulada
“Así se roban las elecciones en Colombia” (https://bit.ly/2HT6U8p).
Para tratar de impedir el fraude y responder al reto hay que organizar una
fortísima y especializada estructura electoral, en cada mesa y en cada rincón
de Colombia y en el exterior. Pero para enfrentar la provocación, el complot
para generar violencia e implicar a las fuerzas progresistas, hay que tener preparadas
y listas unas orientaciones prácticas para
aislar los núcleos de violencia. Sólo con máxima disciplina, paciencia
democrática, templanza ante la provocación, una vertical actitud civilista y un
diseño comunicacional autónomo, se podrá hacer evidente el fraude y neutralizar
el complot terrorista-golpista orquestado por el mismo establecimiento. Solo la
conciencia de que ello puede ocurrir, como ya ha pasado antes, nos puede
preparar masivamente para diseñar la estrategia correcta.
12. Y no olvidar lo principal: El
triunfalismo es resultado de no estar preparado para el triunfo o para la
derrota. La confianza desmedida en las propias fuerzas y la insulsa
subestimación de la capacidad del contrario, es una combinación letal que lleva
al fracaso.
No podemos olvidar la historia.
El pueblo colombiano está avanzando a pasos agigantados pero son los dirigentes
los que debemos colocarnos a la altura de nuestras responsabilidades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario