La encrucijada de los “gobiernos
progresistas” de América Latina
¿CÓMO COMBINAR LA ACCIÓN “DESDE ABAJO” Y “POR ARRIBA”?
Popayán, 22 de abril
de 2018
“Una tarea impuesta por la necesidad
histórica será realizada con el individuo o contra él”.
Oswald Spengler
Algunos gobernantes, dirigentes y
analistas políticos de la cuerda de los gobiernos “progresistas” y/o de
“izquierda” de América Latina tratan de negar, desconocer o minimizar el hecho
de que los llamados “procesos de cambio” de nuestra región entraron desde hace
varios años en una fase de declive, debilitamiento, retroceso o, incluso, de posibilidad
de una derrota estratégica[1].
Los hechos lo comprueban. En vez
de rechazar lo evidente, hay que identificar las causas y diseñar soluciones
sobre todo ahora que en Colombia y México, los candidatos de movimientos
democráticos como Gustavo Petro y Andrés Manuel López Obrador, tienen grandes
posibilidades de ser elegidos a la Presidencia en sus respectivos países. ¡Es
urgente aprender!
Filosofía, ilusión, fantasía y realidad
Dice Slavoj Zizek en su texto
primigenio “El sublime objeto de la ideología”:
“Hemos
dado ahora un paso decisivo hacia adelante: hemos establecido una nueva manera
de leer la fórmula de Marx, “ellos no lo saben, pero lo hacen”; la ilusión no
está del lado del saber, está ya del lado de la realidad, de lo que la gente hace. Lo que ellos no saben es que su realidad
social, su actividad, está guiada por una ilusión, por una inversión
fetichista. Lo que ellos dejan de lado, lo que reconocen falsamente, no es
la realidad, sino la ilusión que estructura su realidad, su actividad social
real. Saben muy bien cómo son en realidad las cosas, pero aun así, hacen como
si no lo supieran. La ilusión es, por lo tanto, doble: consiste en pasar por
alto la ilusión que estructura nuestra relación efectiva y real con la
realidad. Y esta ilusión inconsciente que se pasa por alto es lo que se puede
denominar la fantasía ideológica.”[2]
Cito al filósofo esloveno porque
es necesario reflexionar sobre nuestra propia mirada, sobre la validez de
nuestros enfoques, que tal vez, no sean los que orientan nuestra acción sino
que sirven para justificar esa acción. Recitemos con él una nueva fórmula: “Lo
sabemos, pero lo hacemos”.
Es bueno precisar que esta
reflexión se plantea no para desanimar a nadie sino para entusiasmar en forma
diferente. Claro que hay que luchar por sacar de los gobiernos a corruptos y
criminales para colocar allí gente, por lo menos, decente y con sensibilidad
social. Pero sabemos que no basta. No es suficiente como lo comprueba la
experiencia.
Seguimos entrampados con el
problema del “poder”; trataremos de mostrarlo en este escrito. No avanzaremos
con consistencia si seguimos actuando como si creyéramos en la omnipotencia de
la ley y del Estado; como si creyéramos que el Presidente (cualquiera que sea)
encarnara la voluntad del pueblo; como si creyéramos que gobierno es lo mismo
que Poder.
Tenemos que caer en la cuenta que
todo es cuestión de fuerza real; o sea, de relaciones de dominación o de
emancipación; de poder efectivo de coerción para neutralizar a las fuerzas
contrarias o de ausencia/debilidad de esas fuerzas. Y ese poder –parece
paradójico decirlo– es algo simbólico que
se materializa en fuerza organizada, aparato, “cosa”, burocracia y ejército,
etc. Para quienes luchamos por la autodeterminación de los pueblos y la
emancipación de los trabajadores, entender esa relación entre lo simbólico y lo
“cosificado”, es muy importante.
Si no construimos hegemonía de
nuevo tipo basada en legitimidad
social, política y cultural, estaremos condenados al fracaso; nuestra gestión
al frente del “Estado heredado” en favor de los excluidos y marginados será
flor de un día y llevaremos agua al molino del gran capital. ¿Cómo hacerlo? Ese
es el punto cardinal en cuestión. Primero, veamos algo de la experiencia
vivida; luego, abordaremos las posibles salidas o propuestas de solución
aclarando que existen interesantes pistas, avances, teorías y prácticas que hay
que revisar, revalorar y contextualizar.
Hechos
En forma sintética detallo los
hechos sin que el orden de presentación determine su importancia:
1.
Derrotas electorales nacionales y locales en
diversos países y eventos eleccionarios[3].
2. Golpes de Estado de diferente naturaleza contra
gobernantes democráticos sin que el movimiento popular haya podido revertir sus
efectos[4].
4. Divisiones importantes en la cúpula dirigente de
los partidos o movimientos que lideran dichos procesos[6].
5.
Enorme debilitamiento del movimiento social que
fue el soporte de los procesos de cambio[7].
6. No aplicación, parálisis, retroceso o
debilitamiento de las políticas anti-neoliberales y sociales aprobadas en los
programas de gobierno o en asambleas constituyentes[8].
7. La integración regional está paralizada, en
retroceso y en crisis[9].
8. Se han presentado diversas formas de deriva y
tendencias autoritarias en algunos gobiernos progresistas y/o de izquierda[10].
9. Franco estancamiento del debate y la producción
teórica de los movimientos y partidos políticos “progresistas” y de izquierda[11].
Causas
He revisado numerosos estudios,
análisis, artículos y opiniones que se han elaborado sobre el tema y agrupo los
argumentos sobre las causas del declive o retroceso en estos rubros:
a.
Los que centran su argumentación en el poderío
del enemigo imperial y de las oligarquías;
b.
Los que se concentran en los errores
político-coyunturales cometidos;
c.
Los que identifican debilidades estructurales de
nuestras sociedades;
d.
Los que ubican falencias ideológicas y políticas
de la dirigencia de los procesos de cambio;
e.
Los que presentan un análisis de conjunto con
énfasis en alguno de los factores.
Es indudable que un fenómeno como
el que estamos abordando es de una enorme complejidad y se requiere un análisis
detallado y particular de cada experiencia y país, pero también es evidente que
existen elementos comunes que pueden ser identificados para encontrar algunas
guías y pistas para avanzar. Entre los elementos comunes resalto los
siguientes:
i. Todos nuestros países –en mayor o menor grado–
tienen economías dependientes del poder financiero internacional, de la
exportación de materias primas, y tienen bajos niveles de industrialización y
de desarrollo tecnológico. La presencia y el poder de grandes transnacionales
es determinante y los niveles de informalidad son apabullantes. Los Estados como
estructura son –unos más que otros– burocráticos, ineficientes y endebles.
ii. Todos los “procesos de cambio” que formalmente
empezaron en 1999 (Venezuela) utilizan medios y herramientas institucionales
para impulsar transformaciones en sus países y región.
iii. Todos los programas políticos se han planteado
superar o derrotar las políticas neoliberales.
iv. El eje de las ejecuciones de los gobiernos
“progresistas” y/o de izquierda se ha centrado en la mayor inversión social en
programas de educación, salud, servicios públicos y vivienda.
v. Todos los “procesos de cambio” colocaron como su
principal actividad política la de administrar el aparato estatal a todos los
niveles (nacional, departamental o estatal-regional, y local-municipal),
consagrando a sus principales “cuadros” en esas labores.
vi. En todos los “procesos de cambio” el nivel de
organización de los partidos y/o movimientos políticos era relativamente
precario. Eran partidos o movimientos nuevos, sumatoria de grupos y liderazgos
diversos, sin cohesión interna, sin experiencia administrativa, sin una teoría
consolidada y sin una formación ideológica y política unificada y consistente.
vii. En todos estos procesos el papel del dirigente o
líder principal ha sido determinante (Chávez, Lula, Correa, Kirchner, Evo). No
se ha construido democracia interna, ni equipos cualificados con peso decisorio
y división del trabajo, nunca se estimuló a las organizaciones sociales para
que defiendan su autonomía y espíritu crítico y, no se promovió la organización
de centros de pensamiento para influir en las decisiones gubernamentales.
viii. En
todas estas experiencias político-administrativas, los partidos de gobierno han
utilizado las inversiones del Estado para lograr el apoyo electoral de la
población. Esta situación fue forzada por el hecho de tener que disputar casi en
forma permanente el control de los gobiernos frente a las fuerzas de derecha
financiadas o apoyadas por las oligarquías y el imperio euro-estadounidense. Ese
ha sido el comportamiento generalizado y es un factor determinante para el
surgimiento de un nuevo tipo de clientelismo basado en el paternalismo
asistencial. Para hacerlo se han utilizado subsidios de diversa clase (“auxilios
monetarios condicionados” según la definición del BM) y ello se constituyó en
una camisa de fuerza a la hora de priorizar la inversión social dedicándola principalmente
a programas de gran impacto pero inmediatista (salud, educación, vivienda,
infraestructura, etc.). Esa práctica se convirtió en un limitante fundamental para invertir recursos económicos importantes
en la financiación de un verdadero y nuevo modelo de desarrollo productivo,
que tuviera como base a los productores organizados de la Nación (pequeños,
medianos y grandes). Incluso, las grandes inversiones hechas en los programas sociales,
al tener que hacerse bajo el modelo existente (neoliberal), han terminado
fortaleciendo, por un lado, a poderes burocráticos incrustados en el aparato
estatal, y por el otro, a intermediarios, contratistas y capitalistas dueños de
los medios de producción, de bancos y de empresas proveedoras de los materiales
y servicios necesarios para sacar adelante esos programas y proyectos.
ix. En todos estos procesos que se han desarrollado
en Latinoamérica, el movimiento social y las organizaciones populares han
sufrido enormes problemas de diversa naturaleza que los ha debilitado,
dividido, cooptado, dispersado y hasta derrotado, en su relación con los
“gobiernos del cambio”. Dichas experiencias deben ser estudiadas a fondo. Por
un lado, el hecho de que muchos de sus dirigentes fueran integrantes de los
partidos y movimientos políticos que accedieron al gobierno e instancias
administrativas, los colocó inmediatamente ante el reto de participar en el
gobierno en forma directa, perdiéndose el control de sus bases, o en permanecer
al interior de sus organizaciones y jugar un papel desde allí, que también se
ha intentado pero sin mayores resultados[12].
No obstante, esa decisión no resuelve el problema de la cooptación y el
burocratismo que fácilmente se desencadena cuando los intereses y privilegios
que ofrece el aparato estatal (“heredado”, que “no es el nuestro”) se hacen
presentes en la vida cotidiana. Es, indudablemente, un problema que refleja la
madurez o no de los movimientos sociales, que tienen que mantener su autonomía
pero, a la vez, influir en las políticas y el comportamiento de los gobiernos
que ellos mismos ayudaron a elegir. En ello hay mucho por aprender y se
deberían promover encuentros para debatir a fondo estos temas a fin de
contribuir a recuperar la iniciativa política en la región.
Problemas identificados
Es un hecho que las revoluciones
y los procesos de cambio siempre nos van a coger con los “pantalones abajo”. Es
inevitable que ello sea así porque las clases sociales oprimidas o
“subalternas”, como dicen ahora, nunca van a poder estar completamente
preparadas para esos cambios intempestivos que son muy difíciles de prever. No
obstante, para intentar afrontar esa inexperiencia y los limitantes inherentes
a los cambios reales, los dirigentes y organizaciones deben hacer esfuerzos por
sistematizar los conocimientos adquiridos con base en las experiencias
anteriores para orientar sus prácticas e intentar acertar y avanzar lo máximo
posible. Allí juega un papel importante la teoría y la capacidad política para reaccionar
a los nuevos retos.
Entre los problemas más
importantes que se pueden identificar en esta especie de balance (o plan de
balance) tenemos los siguientes:
1. Pareciera que, a pesar de todos los diagnósticos
elaborados sobre el nivel de poder del capital financiero global, las intricadas
relaciones e intereses de las oligarquías locales y globales, los grados de
control sobre nuestras economías, sociedades y culturas, y otros aspectos
relacionados con el poder real y los límites para incidir en esa realidad por
parte de los Estados “nacionales”, al acceder a los “aparatos de Estado” no
hubiéramos sido lo suficientemente conscientes de nuestra debilidad inmediata,
pero a la vez, de la potencialidad de las fuerzas sociales y del momento. Ese
desconocimiento nos llevó a idealizar el poder electoral representado en los
gobiernos y a creer en la simple fuerza de la “Ley”, llevándonos a querer
realizar cambios estructurales sin contar con una fuerza contundente y organizada
de los trabajadores y de las comunidades en general. Mientras se contó con
recursos de la bonanza de precios internacionales del petróleo, gas y otras
materias primas se “avanzó” en algunos aspectos denominados como “la lucha
contra la pobreza” usando los mismos criterios y parámetros del FMI y el BM, una
supuesta “distribución de la riqueza social” (limitada al presupuesto estatal)
y la ampliación de la cobertura de los “programas sociales”, pero no se construyó
un verdadero movimiento de transformación estructural que involucrara a la
población y a sus movimientos sociales.
2. No hemos podido combinar la acción “desde
arriba” con el trabajo permanente “desde abajo”. En la totalidad de los “procesos
de cambio” fue la acción institucional desde el “Estado heredado” lo que absorbió
la mayor parte de nuestros esfuerzos y nos cooptó (y captó) totalmente,
llevándonos a las actuales circunstancias de pérdida de iniciativa política; en
otros casos, algunas organizaciones y sectores no se interesan en la acción
“desde arriba” permitiéndole a toda clase de “trepadores” y burócratas
monopolizar el aparato del Estado que es un poder –real y efectivo– que bloquea,
obstaculiza, aísla y agota los esfuerzos “desde abajo”. Lograr una combinación
de ambos espacios en donde “lo de abajo” tenga la suficiente coherencia y
consistencia para determinar (o subordinar) “lo de arriba”, sería lo ideal.
Pero ello implica tener claro un camino estratégico frente a la necesidad de
construir Hegemonía Política y Cultural.
3. No hemos logrado construir movimientos u
organizaciones en donde existan diversos niveles de democracia y, a la vez, una
capacidad real para actuar como colectivos. No hemos superado en la práctica, el
eterno problema de combinar centralismo y democracia. Los liderazgos
caudillistas se han impuesto y con su ímpetu arrollador (posiblemente bien
intencionado) anulan la posibilidad de construir diversos niveles de trabajo y
decisión, que a su vez, desarrollen prácticas absolutamente conectadas con
organizaciones de base, movimientos sociales y amplias redes (flexibles pero
reales) de la población. Ello requiere una teoría consistente sobre las
democracias posibles como pueden ser: la representativa pero no burocrática
(delegación limitada y sin privilegios); directa pero no democratera
(asambleas, foros, consultas, etc.); ilustrada pero no tecnocrática (consejos
de sabios y ancianos, equipos de expertos, etc.); deliberativa pero no
demagógica; plebiscitaria pero no al
servicio de autoritarismos; y otras que son parte de la vida (“gobierno de los
bienes comunes”).
4. Estamos también en deuda en la comprensión de
los fenómenos ideológicos producidos por la dinámica real de nuestras
sociedades. La preponderancia de la economía crematística llevada a niveles
superlativos, el consumismo obsesivo y desenfrenado, el control mediático del
comportamiento de las personas, los cambios acelerados en la estructura de la
sociedad y de las clases sociales, el surgimiento de una casta financiera
global con características impersonales, la globalización capitalista neoliberal
y los fenómenos de migración de diversos tipos, la lumpenización de los
capitalistas y el fortalecimiento de las economías criminales, la crisis del
socialismo del siglo XX y la incertidumbre sobre el futuro del planeta y de la
humanidad, las tendencias cínicas en el mundo del pensamiento y la academia, pero
también, la aparición de movimientos anti-globalización, ambientalistas, contra
la discriminación de género, étnico o cultural, y diversas formas de
resistencia “de los de abajo”, algunos de ellos muy fuertes y masivos a nivel
planetario, y otros esporádicos y excepcionales (“indignados”, neo-zapatistas,
etc.), dejan ver que al interior de la sociedad existen sectores que son
conscientes de esos problemas y que están en la búsqueda de nuevos caminos. Se
requiere una mirada local y, a la vez, regional y global de estas experiencias
para poder incidir.
La resolución de estos problemas
y otros muchos requiere un trabajo sistemático, integral y colectivo en el
terreno de la filosofía, la ciencia, la economía, la política y demás áreas
relacionadas, en medio del trasegar y la lucha, no teoricista ni academicista,
que a la vez nos permita a todos desarrollar un proceso de re-educación para
enfrentar los retos inmediatos y del futuro. No implica renunciar a todo el
bagaje teórico elaborado por anteriores pensadores y luchadores del mundo
entero pero si nos exige un gran esfuerzo por generar nuevos conceptos y nuevas
herramientas para poder responder a las nuevas condiciones que vive la sociedad
humana del siglo XXI.
Sugerencias teóricas
Hace poco resalté el hecho de que
el candidato a la presidencia de Colombia, Gustavo Petro, publicó un tuit donde mencionaba a los pensadores
que les servían de base teórica y de inspiración para sus programas de
gobierno. Entre otros, menciona a Nicholas Georgescu-Rogen, Jeremy Rifkin y
Paul Mason. El primero, fue un importante pero no tan reconocido economista
rumano-estadounidense que aportó las bases teóricas para relacionar en forma
creativa la física (entropía) con la economía, dándole serios y consistentes
fundamentos al pensamiento ecológico científico. En ello coincido con el
candidato y, respetuosamente, sin desconocer a los teóricos revolucionarios
clásicos y a importantes pensadores actuales con orientación y militancia de
izquierda como David Harvey, Boaventura de Souza Santos y muchos otros, resalto
el aporte de dichos estudiosos de la realidad del siglo XXI.
El segundo autor, Rifkin, fue
alumno de Georgescu y en la actualidad desarrolla un trabajo destacado en
relación a la valoración de la actual revolución tecnológica (cibernética,
comunicaciones digitales y energías limpias), el surgimiento de las economías
colaborativas y el “prosumidor”, el impacto de la tendencia decreciente en los
costos de producción en lo que él denomina el “eclipse del capitalismo”, y el
papel que puede jugar el “pro-común colaborativo”[13]
en el diseño de nuevas formas de auto-gobiernos paralelos al Estado existente.
Rifkin es un prolífico escritor, conferencista, activista ecológico y asesor de
gobiernos en todo el mundo.
El tercer pensador, Paul Mason,
es un periodista británico de orientación marxista, estudioso de los procesos
revolucionarios y socialistas del siglo XX. Autor del libro “Postcapitalismo”. Al
igual que el anterior autor, nos presenta el panorama a futuro sobre el hecho
de que la humanidad tendrá que lidiar con un proceso en donde la lucha entre el
capitalismo y el “post-capitalismo” será de largo plazo, en donde el Estado y nuevas
formas de poder ciudadano y comunitario podrán jugar un papel regulador (de presión)
sobre las fuerzas sociales y económicas dominantes, por un lado, para luchar
por evitar cataclismos ambientales, nucleares, epidemias o catástrofes globales
de gran impacto y de desconocidas naturalezas, y por el otro, para generar en
medio de una “competencia entre sistemas”, nuevas relaciones de reciprocidad
entre las personas a fin de construir un mundo más justo y vivible. El enorme
desarrollo de las fuerzas productivas –como lo avizoró el teórico Carlos Marx
hace 150 años– ha creado esas condiciones objetivas pero se requiere la acción
organizada de los seres humanos para poder superar el imperio del capital.
Sé que en la actualidad es
imposible que surja un Marx (un único y gran pensador) que desarrolle el
pensamiento revolucionario y nos ofrezca una “guía para la acción” que nos
ilumine el camino. Sin embargo, soy optimista frente al enorme desarrollo de la
ciencia y del pensamiento teórico que recoge los numerosos y valiosos
conocimientos de estudiosos de todo el mundo, de las diversas civilizaciones
occidentales, orientales y amerindias, y de todas las épocas de la humanidad.
Lo que me parece importante y resalto es que surjan “políticos” y dirigentes sociales
que estudien y se apoyen en la teoría para gobernar y para orientar sus procesos
de lucha social y política. Las nuevas generaciones tienen ante sí un legado de
pensamiento y un inmenso patrimonio de luchas que les va a permitir avanzar
sobre lo ya construido y superarnos en muchos sentidos en beneficio de la vida
humana y no humana.
Pero, es indudable que frente a
los retos actuales la tarea más importante es la construcción de conceptos y
herramientas metodológicas totalmente nuevas. La revolución del pensamiento
nunca ha sido más urgente y necesaria.
[1] Las derrotas políticas que
acumulan las fuerzas progresistas de la región latinoamericana a manos de las
oligarquías y el imperio (USA-EU) empiezan a constituirse en una masa crítica
que crea condiciones para una derrota estratégica. Una intervención armada
imperial tipo Libia o Siria se alcanza a visualizar en el horizonte, para nuestra
desgracia.
[2] Zizek, Slavoj (1982). “El sublime objeto de la ideología”. p. 75
[3] En Venezuela, legislativas de 2015; en Argentina, presidenciales de 2015; en Bolivia, referendo de 2016; en Ecuador, locales de 2014; en Brasil, locales de 2016; en Chile y Perú las derechas recuperaron los gobiernos.
[4] Golpes duros y blandos oficializados por bancadas parlamentarias de derechas: Paraguay, Honduras, Brasil.
[5] Los casos más visibles y escandalosos son los de Brasil, Ecuador, Venezuela y Nicaragua pero en casi todos los países ese fenómeno corruptor se ha presentado a todo nivel.
[6] Los más visibles son los de Venezuela y Ecuador, pero en todos los procesos existen fisuras y resquebrajamientos. En Venezuela el gobierno del presidente Maduro ha enjuiciado y encarcelado a importantes dirigentes de la era Chávez, y otros ex-ministros y dirigentes son hoy sus opositores. En Ecuador el ex –presidente Correa es el más férreo opositor del actual presidente y sucesor Lenin Moreno. Alianza País, partido de gobierno está dividido.
[7] Pérdida de autonomía, divisiones internas, cooptación, burocratismo, entre otros fenómenos.
[8] Después del auge de los precios de las materias primas (commodities y petróleo), todos los gobiernos en mayor o en menor grado tuvieron que retroceder en ese terreno. Unos más que otros. Además, se ha llegado a reprimir las protestas sociales como en Brasil, Bolivia, Ecuador y Venezuela.
[9] UNASUR no ha podido reemplazar al secretario general y 6 países ya solicitaron su retiro; MERCOSUR redujo su acción; la CELAC está semi-bloqueada frente a los diversos conflictos regionales; la OEA ha vuelto por sus fueros pro-imperiales e intervencionistas en manos de su actual secretario Luis Almagro; el ALBA y otros organismos de cooperación muestran debilidad y dependencia económica de Venezuela.
[10] Los casos más dramáticos son los de Venezuela y Ecuador, aunque se quieran justificar por los ataques del Imperio y las oligarquías reaccionarias y anti-democráticas.
[11] El debate ideológico-político se ha debilitado. Solo en fases iniciales de los gobiernos se estimuló la crítica y la participación. Se ve reflejado en los medios de comunicación alternativos, algunos de los cuales han empezado a practicar la censura siguiendo el criterio de que “en época de ataque del enemigo, cualquier crítica es traición”.
[12] Este es uno de los temas más conflictivos que se han vivido con los “gobiernos del cambio”. Los más estudiados y referenciados son los de Bolivia (sindicatos mineros, fabriles, docentes, etc.) y los de Ecuador (organizaciones indígenas y sindicatos estatales), en donde no siempre la razón ha estado de parte de las organizaciones sociales. También los gobiernos han tenido que enfrentar espíritus y concepciones corporativistas y sectorizadas, dirigencias burocráticas y corruptas, interferencia de partidos políticos de derecha y de izquierda. En Venezuela ha sido todavía más difícil; el hecho de que las centrales sindicales estuvieran controladas por dirigentes patronales que colaboraron con el golpe de 2002 contra el gobierno bolivariano hizo que Chávez desde un principio no permitiera la más mínima autonomía del movimiento sindical.
[13] Una importante estudiosa de lo que se denomina el “pro-común colaborativa” es la economista (qepd) Elinor Ostrom, premio Nobel de Economía 2008, autora del libro “El gobierno de los bienes comunes”.
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