¿ESTÁ EN CRISIS EL ANÁLISIS GEOPOLÍTICO TRADICIONAL?
Popayán, 13 de junio de
2017
“A veces no es cuestión de tener ideas nuevas, sino de dejar de tener
ideas antiguas”.
Edwin H. Land
Quienes construyen sus análisis con
enfoques eminentemente geopolíticos, hasta antes de que apareciera Trump, la
tenían relativamente fácil. Podían sentirse seguros en un mundo “ordenado” en
bloques. El gobierno de los EE.UU. lideraba la coalición de la OTAN, estaba a
la cabeza del bloque “occidental” (USA, Europa-Japón, Israel y Australia), que
se enfrentaba al bloque en construcción de los BRICS (Brasil, Rusia, India,
China y Sudáfrica), liderado por Putin y Xi Jinping, y todo lo demás giraba en
torno de esos dos ejes. La “primavera árabe”, según esa explicación, había sido
un complot occidental para reemplazar a viejos enemigos como Mubarack y Gadafi,
que a pesar de ser nuevos aliados debían ser derrocados para impedir que las
rebeliones populares que se incubaban por efecto de sus gobiernos represivos,
pudieran devenir en procesos democráticos que desestabilizaran la región.
Hasta allí la teoría –más o
menos– explicaba esa realidad. La teoría de la existencia de un imperio global,
sustentado en los intereses de una burguesía financiera transnacional, sin
patria y sin lealtades nacionalistas, no tenía ninguna cabida, así hubiera
sucedido un hecho que contradecía el análisis geopolítico predominante, como
fue la intervención “humanitaria” de la OTAN en Libia, que aunque no contó con
la aprobación formal de Rusia y China, no fue cuestionada ni vetada en ningún
momento por esas potencias. Una fisura surgió entonces en la teoría geopolítica
en boga, pero sus ideólogos voltearon a mirar para otro lado.
Sin embargo, para esos teóricos
el gran problema siempre ha sido el complejo mundo islámico. El movimiento
“supra-nacional” que lidera la Hermandad Musulmana y los múltiples grupos y
tendencias islámicas que se incuban dentro y fuera de esa corriente
político-cultural panárabe, no puede ser entendido ni por aquellos que desde
afuera se han alineado con las potencias occidentales desde su colonización
moderna (cuyo objetivo siempre ha sido monopolizar el petróleo y el gas que
existe en toda la región), ni por aquellos que se encuadraron con los intereses
geopolíticos de la URSS, en medio de las guerras mundiales pero, sobre todo,
después de 1945.
En sus análisis imaginarios
–tanto los imperialistas occidentales como los “socialistas” orientales– tenían
que cuadrar (y casi siempre ocultar, camuflar, adobar) sus propuestas
ideológicas de “democracia y libertad”, por un lado, y de “autonomía y solidaridad”,
por el otro, con realidades de gobiernos autócratas, reaccionarios,
conservadores, patriarcales, racistas y tribales, y con movimientos de
resistencia que no podían ser enmarcados, entendidos o asimilados por visiones
y lecturas construidas por fuera de la historia y la realidad árabe, otomana,
persa, meda, palestina, marroquí, tunecina, egipcia, siria, etc., y por las
divisiones étnico-tribal-culturales de suníes y chiíes, y de las múltiples y
complejas variantes que fueron surgiendo a lo largo de siglos de confrontación
de intereses de élites y cúpulas de poder que construyeron alianzas y
tradiciones centenarias.
Hasta hace poco tiempo, la
mayoría de analistas explicaban las diferencias, los conflictos y los diversos
alineamientos políticos tanto dentro de cada “nación” (muchas de ellas creadas
artificialmente en diversas reparticiones que realizó el imperio inglés y
francés, y después el estadounidense y la misma Unión Soviética) como a nivel
regional e internacional, y las contradicciones –muchas de ellas agudas y
violentas– entre los diversos pueblos musulmanes, como simples confrontaciones
entre suníes y chiíes, entre conservadores y reformadores, entre laicos y
religiosos, etc., pero esas explicaciones nunca cuadraban del todo. Tanto los
políticos de los imperios occidentales como de los países “socialistas” se
hacían ilusiones con las fracciones laicas que aparecían entre algunos partidos
políticos “nacionalistas” pero, éstos no dejaban de ser fenómenos pasajeros que
no iban más allá de la “nata” de las elites.
Lo que hoy sucede –que muchos
quieren adjudicárselo a Trump– es mucho más inexplicable para quienes ven el
mundo árabe-persa-egipcio-etc. y musulmán con ojos “occidentales” u
“orientales” (estadounidenses, europeos, rusos, chinos, que cada vez se
unifican con base en la mirada homogeneizante del capital financiero y mafioso
internacional). Que hoy se estén formando nuevos alineamientos dentro de los
pueblos árabes, que Qatar (de mayoría suni y wahabita como Arabia Saudí) sea
empujada hacia una alianza con Irán y Turquía; que otros países árabes liderados
por la monarquía Saud se alíen para –supuestamente– atacar y derrotar al
terrorismo islámico (Daesh, al-Qaeda, etc.) y a la hermandad musulmana; y que
EE.UU. y el Reino Unido (e Israel) no coincidan en esos nuevos alineamientos;
no puede ser explicado con la antigua y obsoleta teoría de la geopolítica
imperial.
Se requiere un nuevo enfoque que
comprenda que el gran capital financiero ya actúa por encima de lealtades geopolíticas
y que explique el “desorden” actual. Una nueva repartición del mundo está en
pleno desarrollo y es urgente entender su devenir. Lo que sucede en Venezuela y
América Latina no está muy lejos de lo que ocurre en el Cercano y Medio Oriente
y el Norte de África. ¿Los “nuevos nacionalismos imperiales” (Trump, Brexit,
etc.) ya no necesitan que existan Estados nacionales en el mundo periférico y
dependiente? ¿Una nueva globalización está en desarrollo? ¿La crisis económica
global que se ha incubado en las últimas décadas exige una “nueva política de
despojo” que arrase con la configuración tradicional de amplias regiones como
pareciera estar sucediendo en Oriente Medio? ¿La gran burguesía financiera
global despedazará –a voluntad y mediante un “acuerdo en las sombras”– a las
naciones que posean inmensas riquezas en petróleo y gas (u otras como
biodiversidad, sitios turísticos, etc.) para despojarlas con mayor facilidad de
sus recursos naturales?
Si así fuera, los fundamentos
teóricos de la geopolítica tendrían que ser revisados. Lo evidente e innegables
es que todo está revuelto y hay que re-pensar y re-leer.
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