Breve historia de los bloqueos
de la carretera Panamericana en el Cauca
Popayán, 8 de junio
de 2016
En el departamento del Cauca,
hasta principios de los años 80s del siglo XX, la principal forma de lucha era
entrar a las haciendas de los terratenientes, picar, sembrar e ir recuperando
predios, hasta obligar al gobierno a entregar la tierra a sus legítimos dueños:
indígenas y campesinos.
Después, con ocasión de la Marcha
de la Salvajina (1986) se iniciaron los bloqueos de la carretera panamericana,
aprendiendo de las luchas del pueblo boliviano. Las más importantes fueron la
de Rosas (1991), la de 1999 (Galindez y El Cairo), y a lo largo de estos 30
años se ha bloqueado la Panamericana por lo menos en 40 ocasiones.
Los bloqueos de la carretera los
empezaron a utilizar los indígenas y campesinos porque con la aparición de la
alianza entre grandes terratenientes y los paramilitares, la recuperación
directa de la tierra ya no era posible como lo demostró la masacre de El Nilo
(Caloto) en el año 1991, en donde fueron asesinados 21 comuneros.
Además, una vez recuperada gran
parte del territorio se necesitaba obligar al Gobierno Central a invertir en
infraestructura vial, eléctrica, acueductos, educación, salud, etc., y la única
forma de obligarlo a negociar era con los bloqueos. La Gobernación y las
alcaldías, y las ETIS, nunca han manejado recursos importantes para construir
obras importantes y el gobierno sólo hace inversiones significativas cuando hay
intereses del Gran Capital.
Es importante entender que los
campesinos e indígenas no tienen la capacidad que tienen los trabajadores de
paralizar la producción cuando declaran una huelga o un paro. Si no bloquean
vías, nadie les para bolas.
Sin embargo, los tiempos han
pasado y las formas de lucha se van agotando y deben cambiar. Hoy las luchas
sectoriales (por pequeñas partidas o proyectos) deben superarse. La experiencia
demuestra que son formas de lucha desgastantes porque enfrentan a unas minorías
organizadas con las mayorías desmovilizadas.
Las luchas populares dieron un
salto cualitativo a finales del siglo XX y principios del XXI en América
Latina. Las movilizaciones campesinas e indígenas de Ecuador y Bolivia
mostraron un nuevo camino. Ya no se planteaban pequeños proyectos sino cambiar
el régimen y tumbar gobiernos.
Al plantearse un conjunto de
reivindicaciones de gran impacto, especialmente la nacionalización de los
recursos naturales y la renegociación de los contratos con las grandes
transnacionales que explotan nuestros recursos naturales (petróleo, gas,
carbón, oro, etc.), los pueblos de América Latina dieron un paso gigantesco
para derrotar a las oligarquías vendepatrias.
En el Cauca y en Colombia no se
ha entendido la necesidad de dar ese paso. El espíritu cortesano, la práctica o
dinámica de ONGs, y el grupismo y división de la izquierda, les ha permitido a
pequeñas cúpulas de dirigentes impedir que los movimientos y organizaciones
sociales de este país se unifiquen y convoquen a toda la sociedad a luchar por
metas grandes y transformadoras.
Preferimos "negociar"
pequeños proyectos con el gobierno oligárquico a pensar en serio en cambiar el
régimen.
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