Juan Carlos Monedero con un grupo de jóvenes en el Centro de Memoria Paz y Reconciliación
SE NOS ACABA EL TIEMPO Y LA DERROTA IDEO-POLÍTICA DE LA INSURGENCIA
Bogotá, 5 de junio de
2015
El miedo – como dice Monedero – ha cambiado
de bando y ya empieza a aparecer en la cara de la “casta” politiquera y de la
burguesía financiera.
A algunos se nos acaba el tiempo
Una generación que heredó la
visión y concepción – tal vez deformada – del pensamiento de Marx, está
muriendo. Desgraciadamente, la mayoría de sus componentes se apega egoístamente
a sus viejas ideas y, por tanto, no se compromete con generosidad a ayudar a construir
lo nuevo. El nacionalismo estrecho y el “estatismo” planificante y absorbente, hace
profunda crisis. Y no se observan esfuerzos por trabajar con una visión y práctica
de nuevo tipo. La derrota ideológica y política de la insurgencia colombiana hace
parte de ese proceso histórico.
Un encuentro con Juan Carlos
Monedero, es-secretario general de PODEMOS en el Centro de Memoria Paz y
Reconciliación en Bogotá, nos ratifica en esa idea que se elaboró desde que se
hizo el balance (http://bit.ly/1BOJkMw) de las
rebeliones y revoluciones democráticas árabes, del movimiento de los “indignados
españoles y de la acción colectiva “Ocupa Wall Street” que ocurrió en EE.UU. y todo
el mundo durante el año 2011.
A nivel mundial nuevas ideas y
prácticas están apareciendo por doquier. Todavía no se integran plenamente con fuertes
movimientos sociales y políticos aunque ya hay expresiones incipientes como
Podemos y Syriza, que son parte de esa dinámica. Muchas de esas ideas han retomado
a otro nivel las ideas de Marx, Braudel, Foucault, Morín y otros teóricos
sociales, y han recreado las categorías del Procomún Colaborativo, el Gobierno
de los Bienes Comunes, la economía de equivalencias, las ciencias de la
complejidad, las teorías de decrecimiento, el urbanismo ecológico y muchas más.
Ese cambio generacional hace
parte de un fenómeno social que los partidos socialistas tradicionales y de “izquierda”
no han percibido con la suficiente claridad. El antiguo proletariado “centralizado”
(de factoría) está desapareciendo. Un Nuevo Proletariado, muy diverso, disperso
y complejo ha hecho su aparición al unísono con las transformaciones
post-fordistas y la tercera revolución tecnológica. A pesar de ello, ese
proletariado del siglo XXI tiene características comunes con el antiguo proletariado
de los siglo anteriores (XIX y XX): es, en lo fundamental asalariado; tiene un
lugar subordinado en la estructura del proceso productivo; y, cuenta con un
acceso muy limitado a la riqueza social. Son trabajadores precarizados, precariados
e informalizados, siendo una parte muy importante el “cognitariado” que es la
fusión del trabajador intelectual y el proletario. Hoy este Nuevo Proletariado es
la gran mayoría de la población mundial.
Además, podemos constatar que nuevos
problemas preocupan a la gente: el cambio climático y el medio ambiente, el
consumismo desaforado y la crisis del modelo del “progreso”, el desequilibrio
emocional que genera más enfermedades, la delincuencia estructural vinculada a
mundos caóticos, drogas, prostitución, pornografía, etc. Los problemas de
seguridad, movilidad y libertad están en la cabeza de la gente y exigen
soluciones coyunturales pero también estructurales.
La lucha por la Democracia se
está colocando en primer lugar. La democracia representativa se ha agotado y la
democracia directa empieza a ser tenida en cuenta nuevamente. El gran poder
centralizado de la burguesía financiera está quedando en evidencia. La FIFA es
un ejemplo de cómo funciona la economía del mundo dirigida por una burguesía
financiera absolutamente corrupta y descompuesta. La intervención del imperio estadounidense
en esa entidad global, pintada de moralista y justiciera, sólo es una jugada
geopolítica para apoderarse del negocio y controlar el poder de esa mafia mundial.
En Colombia muy poca gente está
trabajando la política con visión estratégica. Casi todos los cuadros políticos
de la democracia y la izquierda, se ahogan en problemas cotidianos. La lucha
electoral sin renovar métodos y con graves tendencias gamonalistas les quita la
mayor parte de su energía y tiempo. La lucha sindical, social y reivindicativa
con una visión defensiva, sectorial y estrecha, les impide pensar en luchar por
ser gobierno y construir verdadero Poder Popular. El tema de la paz los lleva a
centrarse en un pequeño sector de las víctimas, además de que no se atreven a
deslindarse seriamente de una “insurgencia” conservadora e instrumentalizada
por el gran capital, por temor a ser señalados de “uribistas”.
En fin, una serie de prácticas conservadoras,
nada revolucionarias ni creadoras, atosigan a los dirigentes, militantes y
activistas de la democracia y de la izquierda, e imposibilitan que lo nuevo
surja con mayor fuerza y contundencia. Gustavo Petro que, era el más innovador,
arriesgado y sintonizado con las nuevas realidades, está entrampado y no ha
podido construir un verdadero movimiento, y menos, una teoría o pensamiento
político que lo guie y oriente.
Por ello es urgente que, sin
desligarnos de las tareas y urgencias de cada cual, se realice un esfuerzo
conjunto o colectivo por repensar la línea estratégica de la acción política.
Así, la vieja generación, que ya estamos de salida, podríamos ayudar a que una
serie de jóvenes avancen por nuevos caminos, armados con teorías surgidas al
calor del balance de la experiencia acumulada pero alimentada con nuevos
conocimientos y paradigmas del siglo XXI.
Los jóvenes y las jóvenes que YA están
haciendo ese esfuerzo de “rompimiento teórico e ideológico” deben valorar al
máximo esa intención y sostenerse en esa tarea sin dejarse atosigar de las
urgencias ni de los miedos de aquellos que se aferran al pasado. En esa tarea
ya se avizoran tres características básicas: nuevo armazón teórico (claridad),
desechar resentimientos heredados (derrotar los miedos), y nuevos lenguajes
comunicacionales (espíritu festivo y alegre). El miedo – como dice Monedero – ha
cambiado de bando y ya empieza a aparecer en la cara de la “casta” politiquera
y de la burguesía financiera.
Sobre la auto-derrota ideológica y política de la insurgencia
colombiana
La insurgencia colombiana, especialmente
las FARC, se auto-derrotaron ideológica y políticamente en la década de los
años 80. En forma sintética señalo las principales causas y factores:
- Interpretaron – equivocada e
ilusamente – el paro cívico de 1978 como la fase inicial de una insurrección
popular;
- Creyeron – desatinadamente – que
podrían canalizar el auge de “nacionalismo popular” que logró desencadenar el
M19 hacia una insurrección popular armada;
- Inmolaron – consciente y
calculadamente – a miles de cuadros y militantes comunistas de la UP y el PC,
creyendo erradamente que ese sacrificio sería un insumo para desencadenar la
insurrección popular armada;
- No percibieron el cambio
sustancial (claramente apreciado por Fidel Castro) que se dio en el mundo
cuando cayó el muro de Berlín y se autodestruyó el bloque de países socialistas
de Europa Oriental, que le permitiría al imperio estadounidense impedir el
triunfo de cualquier guerra de liberación nacional que se desarrollara en su
espacio de control geo-estratégico (especialmente América Latina, Filipinas y
otras regiones).
- No hicieron parte del proceso
de paz de 1990 y no participaron de lleno en la Asamblea Nacional Constituyente
de 1991.
- En medio de todas esas
decisiones erradas fincaron su desarrollo, crecimiento y expansión en aspectos puramente
económico-militares, olvidándose de la verdadera acción política e ideológica
con las comunidades, apoyándose exclusivamente en los impuestos a la economía
del narcotráfico, los secuestros y la extorsión.
- Interpretaron su crecimiento y
fortalecimiento militar como parte de ese proceso insurreccional cuando en la
realidad se habían convertido (esa es la esencia de su auto-derrota) en un
cuerpo armado desligado de las fuerzas sociales potencialmente revolucionarias,
al estilo de un ejército de ocupación. Los sectores más sensibles y
organizados, como los indígenas del Cauca, entendieron esa situación e incluso organizaron
el Grupo Armado Quintín Lame para defenderse de la agresión paramilitar pero
también de la guerrillera.
- Lo que ocurre en el Caguán sólo
es la oficialización de todo ese proceso. Todos
los errores de interpretación sesgada y de acción militarista anteriores
se suman y la oligarquía – muy bien asesorada por los gringos – traza la
estrategia para derrotarlos políticamente, acción que es canalizada oportuna y
oportunistamente por Álvaro Uribe Vélez.
- Finalmente, después de todo
este proceso, las FARC han terminado representando – en lo fundamental – a los
intereses de una burguesía emergente que ha ido surgiendo en el seno de las
zonas de colonización. Dicha burguesía en proceso de acumulación originaria posee
importantes áreas de tierra (fincas y haciendas ganaderas) y capitales
invertidos en varios campos productivos, incluyendo la minería ilegal.
Por todos los anteriores
elementos, podemos concluir que las FARC no representan los intereses
democráticos generales del pueblo y la sociedad colombiana. Así en su retórica
y planteamientos lo digan y ellos lo deseen. Uno no es lo que dice ser, es lo
que ES. Esa agrupación político-militar (más militar que política) se dejó
llevar al terreno de la instrumentalización de la guerra por parte del imperio
y la oligarquía y, fue así como, entró en un proceso de desnaturalización de su
proyecto revolucionario. Perdió en gran medida su norte político y eso lo
percibió el pueblo.
Por eso es la importancia de
llamar a las cosas por su nombre. Lo que se está concertando en La Habana es
una “PAZ NEOLIBERAL”. No es problema de voluntad, es el resultado de una
correlación de fuerzas que corresponde a los aciertos estratégicos del imperio
y errores políticos de la guerrilla, de las fuerzas democráticas y de la
izquierda.
Lo grave de todo este proceso es
que las fuerzas democráticas crean – también ilusamente – que esa “paz
neoliberal” es parte de un proceso de democratización del país y por tanto, la
oligarquía y el imperio logren reeditar un proceso similar al de 1991, en donde
a la sombra de un paquete de derechos escritos en el papel nos inocularon – “casi
sin dolor” – todo el paquete neoliberal que hemos sufrido durante estos 24 años.
Por ello, lo mejor es que
guerrilla y gobierno concierten lo más pronto “su paz”, que no puede ser más
que “neoliberal” porque la guerrilla al no tener el apoyo popular no puede ir
más allá, y que se facilite a la sociedad un clima de distensión y relativa
tranquilidad para asumir los procesos de cambio que requiere nuestro país.
Sabemos y estamos seguros que la
terminación del conflicto armado va a generar – a corto y mediano plazo – condiciones para un verdadero
auge democrático que deberá dar como resultado la aparición de nuevos sujetos
sociales y de Nuevos Proyectos Políticos, que se liberen de las “cargas
insurreccionales y armadas” del pasado. Para ello debemos prepararnos y desarrollar
el cambio generacional que ya está en marcha.
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