Un debate público necesario
pero al interior del pueblo…
LA “PAZ” ES UNA HERRAMIENTA PARA DERROTAR LA POLÍTICA IMPERIAL EN
COLOMBIA
Bogotá, 15 de junio
de 2015
Hemos planteado reiteradamente
que la “paz neoliberal” (limitada, imperfecta, recortada, “perrrata”, como le
llamo) es la única que se puede conseguir de acuerdo a la correlación de
fuerzas que existe en el momento en Colombia. No es un problema de voluntad ni
que uno lo desee así. Es un problema real que no va a cambiar en el inmediato
futuro.
La sociedad colombiana no se va a
mover por la “paz con justicia social” en el corto plazo. Ella está confundida
y la insurgencia ha contribuido con esa confusión. Creen las mayorías
colombianas que luchar por esa consigna sería como apoyar a la guerrilla. Entonces,
esperar que ocurra ese milagro para poder “pactar el fin del conflicto armado”
es “alargar el chico”, es perder tiempo, es “dar papaya”, o sea permitir que
las fuerzas guerristas aprovechen nuestras vacilaciones para fortalecer su
posición.
Es así como hemos publicado una
serie de artículos cuestionando el enfoque militarista que se impuso en la
insurgencia. Se señala su falta de visión política. En la práctica es un debate
ideológico con la dirigencia de las FARC. Su objetivo no es otro que tratar de convencerlos
que esa “paz” (con las reivindicaciones que ya se han logrado y algunas no tan difíciles
que se pueden conseguir para pactar la desmovilización) es una herramienta, un
método, un medio, para derrotar al imperio y a las clases dominantes
colombianas.
Hay quienes no se atreven a dar
el debate ideológico a la dirigencia guerrillera. Unos porque consideran que
plantear ese debate es “auto-flagelarnos”, darle ventaja al enemigo. Otros no
lo hacen por temor. Ese miedo puede tener dos variantes. Uno, porque si alguien
le plantea una discusión sincera a la comandancia insurgente, de alguna manera es
porque se identifica con “su causa”, o por lo menos, con los objetivos que se
plantearon cuando se alzaron en armas. Y dos, porque puede generar desconfianza
llevarle la contraria a quienes están armados.
Entonces, si le damos el debate
ideológico a la insurgencia es porque tenemos claro que – a pesar de sus graves
errores – todavía están del lado popular. Por el contrario, no me dedico a
debatir con la burguesía ni a “quejarme” de sus acciones criminales porque a la
larga termino justificando las acciones bárbaras de los “nuestros”. Esa “quejadera”
gran parte de las veces termina cayendo en el círculo vicioso de siempre. Es
más, podría decir que cuestiono a la insurgencia no tanto por sus “acciones en
sí” que son parte de la guerra, sino por su ineficacia política, porque le
hacen el juego a la estrategia del imperio que instrumentalizó el conflicto y
también, puso a su servicio la acción de la misma insurgencia (así ellos no lo
quieran y no sean conscientes de esa tragedia).
Entender que la “paz” es una
herramienta del pueblo para derrotar al imperio y a la oligarquía es clave en
el momento actual. Es fundamental entenderlo para poder salir de la trampa en
que estamos. Entonces, igualar el debate ideológico que se le debe dar a la
insurgencia con la denuncia de los crímenes de la burguesía (que es por esencia
criminal!!), nos enreda y no nos deja avanzar. La insurgencia ya se ha
auto-derrotado políticamente por su torpeza, se trata de que entiendan que si
se sacrifican a fondo por la paz van a crecer políticamente ante el pueblo y
despejarán el terreno para que las fuerzas civilistas avancen hacia la
conquista y construcción de una nueva Colombia.
Paralelamente es importante
ubicarnos en el contexto internacional. Los triunfos políticos conseguidos por
los pueblos de Grecia con Syriza y en España con Podemos y con otra serie de
convergencias políticas y sociales que han surgido en diversas regiones y
municipalidades después de las revoluciones árabes y del movimiento de los
“indignados”, (en lo que ayudó en forma significativa la desmovilización de ETA),
es una muestra de que la estrategia desarrollada por los pueblos de Sudamérica
– Venezuela, Ecuador, Bolivia, Brasil, Uruguay, Argentina, entre otros – de
utilizar las elecciones para acceder a los gobiernos y derrotar a las
oligarquías, en civilidad y paz, es la forma, el método acertado para el
momento actual.
Pero esos triunfos electorales
que nos permiten llegar a administrar un “Estado colonial heredado” no nos
deben confundir. En el editorial del periódico de “Lucha Internacionalista” de
la UIT-CI (http://on.fb.me/1GmiuzB), haciendo
un balance de los resultados de las elecciones españolas del 24M, se dice que “el
giro a la izquierda que se da, queda mediado por la teoría de que desde el
gobierno – a través de las elecciones – se resolverán los problemas”.
Hay que decir que ello no es
cierto. La gente de Podemos y de otras fuerzas locales y regionales que se han
expresado en este proceso de cambio que se vive en España, y sobre todo los
sectores más avanzados de esas fuerzas incluyendo la recién elegida alcaldesa
de Barcelona Ada Colau, nunca han planteado esa idea.
Ellos proponen combinar la acción
desde los gobiernos como una necesidad táctica para romper la resistencia de
los partidos del establecimiento y el poder de la burguesía financiera pero, a
la vez, impulsar la construcción de nuevas formas de democracia para poder
realizar verdaderas transformaciones estructurales.
Se trata de transformar la “democracia
representativa” en una forma efectiva y verdadera. Esa representación debe
actuar cumpliendo el eslogan zapatista de “mandar obedeciendo”. Esa acción debe
combinarse con la construcción de espacios y formas de democracia directa. Hay que estimular la democracia deliberativa y
potenciar la democracia ciudadana en todas sus expresiones con consultas
masivas, plebiscitos, control ciudadano, transparencia administrativa,
democratizar los medios de comunicación, etc.
Además, mientras se van construyendo
esos procesos de participación y decisión democrática de amplios sectores
sociales se deben implementar cambios concretos como disminuir los sueldos de
los altos funcionarios públicos, aprobar la revocatoria de su mandato en caso
de que no cumplan con sus compromisos, impedir la eternización de los políticos
en funciones públicas y/o legislativas, organizar el control social, exigir la
rendición de cuentas con veeduría ciudadana, y muchas más transformaciones
dirigidas a impedir que el funcionario “delegado” termine imponiendo su
voluntad sobre quienes le dan el poder de representarlos.
Hoy en Colombia están dadas las
condiciones para avanzar por ese camino civilista y pacífico. En Bogotá la
unidad de todos los partidos de la democracia y de la izquierda, sumados a
diversas expresiones sociales que existen en barrios y localidades
(ambientalistas, animalistas, actores sociales en lucha por la igualdad de género
y de respeto a la diversidad sexual, trabajadores de la cultura, jóvenes
raperos y del hip hop, etc.), van a disputar con los partidos del
establecimiento neoliberal la continuidad de los gobiernos sociales, y de no
cometer graves errores, lo van a conseguir.
Esa tarea puede replicarse en
todo el país y obtener triunfos parciales de cara a las elecciones de 2018. Y
para lograrlo necesitamos de esa “paz relativa”. ¡Es urgente!
Larga Postdata: El gobierno de Santos fue una continuidad parcial
del gobierno de Uribe. Como Uribe quería seguir mandando con sus mafias y
delitos desembozados, la burguesía transnacional y el imperio tuvieron que
forzar un cambio “parcial”, más cosmético que efectivo. Pero en verdad,
implementaron algunos cambios reales para poder engañar como el diálogo de paz
y el viraje en la política internacional con los países vecinos. Ahora, en el
borde del fin del conflicto tienen que reenganchar a Uribe para no sacrificar a
ninguno de los suyos y no darle un triunfo político al sector democrático,
popular y a la misma guerrilla. La agudización actual del conflicto hace parte
de ese re-engranaje entre las fuerzas uribistas y santistas. Es posible que una
fase de ese re-enganche pase por una levantada del gobierno de la Mesa de La
Habana, pero sin romper totalmente los diálogos. Ello, posiblemente sea una
acción que estén contemplando para consolidar ese re-enganche. Así, el proceso de paz entraría
en una nueva etapa – con mayor gobernabilidad de Santos – y el establecimiento
unificado se jugaría dos cartas: o se concentran las guerrillas en sitios
especiales para poder decretar el cese de fuegos bilateral, o se aceleran las
negociaciones. Allí la guerrilla tendrá que ceder o romper los diálogos definitivamente.
Así, el “proceso de paz” ha entrado en un momento muy delicado y difícil.
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