TRIUNFALISMO Y PREPOTENCIA: MALOS CONSEJEROS
Popayán, mayo 3 de
2013
Escuché las declaraciones de
Jesús Santrich, comandante y delegado de las FARC en los diálogos de Paz de La
Habana, en el sentido de que no se someterán a la justicia colombiana a la que
descalifican para poder juzgarlos, y me sorprendí al no poder entender cuál era
la intención de hacer – en este momento – ese tipo de declaraciones públicas.
Hemos reconocido que el conflicto
armado que vive Colombia tiene orígenes auténticos – causas económicas, sociales,
políticas y culturales – y que en determinados momentos de la vida de nuestra
nación la rebelión armada no sólo fue necesaria sino justa.
Sin embargo, también es verdad
que a lo largo de los años que llevamos en guerra – por diversos motivos que es
necesario analizar y precisar – los métodos utilizados en la confrontación
armada no sólo se degradaron a límites insospechados sino que en gran medida
atentaron (y aún lo hacen) contra la justeza de las causas que explican la acción
insurgente.
Es cierto que esa degradación fue
provocada por el Estado y las fuerzas paramilitares, pero también es verdad que
las fuerzas revolucionarias se dejaron llevar a ese terreno y cometieron graves
crímenes – que así fueran involuntarios, aislados, ocasionales, etc. – quedaron
en la memoria de los colombianos, con la ayuda de los medios que aprovechan
cualquier ocasión para desacreditar a la insurgencia.
Que por parte del Estado
(incluyendo el paramilitarismo) se cometieron gravísimos y numerosísimos
crímenes, eso no está en duda. Aún se cometen. Pero la realidad es que ese
Estado – a través de la política uribista – consiguió convencer a gran parte de
la opinión pública que esas acciones eran reacciones (para ellos igualmente
justas) contra la actividad insurgente.
Ahora entramos en el desenlace.
Esa buena parte de la opinión pública (manipulada y todo) que justificó los
crímenes del Estado paramilitar, debe ser convencida – por las fuerzas
insurgentes – que estaba equivocada, que la causa de los rebeldes tiene una
justificación ética y moral, y que en medio del fuego la degradación de la
guerra se jugó de ambos lados.
Es por ello que las declaraciones
del Comandante Santrich son inoportunas y nada políticas. Para recuperar
credibilidad ante el pueblo colombiano se requiere gran humildad y reconocimiento
de las “equivocaciones” que significan dolor y sufrimiento para miles de
colombianos. Las víctimas – de todos los bandos – exigen y merecen respeto y
consideración.
Paralelo a las declaraciones de
Santrich, en Toribío (Cauca), las comunidades indígenas encabezadas por sus
autoridades ancestrales juzgaron en audiencia pública – a la que asistieron más
de 4.000 personas – a 2 milicianos de las FARC y los condenaron a 40 años de
cárcel, que deberán pagar bajo la modalidad de “patio prestado” en prisiones
oficiales, por el asesinato de su líder espiritual (The Wala) Benancio Taquinás
en el municipio de Jambaló. Además en carta abierta a Timoleón Jiménez, máximo
comandante de las FARC, el movimiento indígena caucano exige a la guerrilla un
proceso de verdad, justicia y reparación.
Es por este tipo de hechos
contradictorios que podemos afirmar que de nada sirve el triunfalismo que no
reconoce que políticamente la insurgencia debe recuperar un gran terreno político
no sólo para que las mayorías populares les perdonen sus errores sino para que
los acepten como posibles actores y portadores de soluciones para la situación
de crisis que vive la Nación. De nada sirve la prepotencia que justifica los
errores con base en los crímenes cometidos por su enemigo.
Esas actitudes sólo envían un mensaje
negativo. Amparados en ese tipo de declaraciones, los promotores de la guerra
montan todo tipo de campañas para afirmar que la insurgencia no reconoce a sus
víctimas y que por tanto no son confiables a la hora de pactar acuerdos de Paz.
Ser juiciosos y objetivos con la
realidad política del país es una de las condiciones para acertar. La mayoría
de los colombianos quiere la Paz pero esa misma gente desconfía de la palabra
de las FARC. La mayoría de los colombianos desea fervientemente la Paz pero no
va a aceptar que el proceso de diálogos no concierte algún tipo de penas para
quienes han cometido graves crímenes, así éstos posteriormente sean perdonados
por algún mecanismo de la Justicia Transicional.
El triunfalismo y la prepotencia
que lleven a desconocer estos aspectos básicos en la búsqueda de la Paz en
Colombia, ya están contribuyendo a que los enemigos de la misma fortalezcan sus
posiciones y debiliten las de quienes aspiramos a conseguirla.
Ser más prudentes y sensatos, aceptar
los errores y culpas, reconocer a las víctimas y a sus dolientes, ser más
humildes y fuertes de espíritu, son condiciones indispensables para que la
insurgencia consiga una amplia y fuerte credibilidad pública, que a su vez se
constituye en una condición indispensable para avanzar hacia la conquista de la
Paz.
Tal tipo de declaraciones – que
reflejan triunfalismo y prepotencia – le hace más daño a los diálogos que los
torpedos que todos los días lanza la derecha uribista contra el proceso.
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