Aciertos y errores de la Revolución Bolivariana
LOS “ERRORES” DE CHÁVEZ
Popayán, julio 12 de 2011
El presidente Hugo Chávez es un gran revolucionario demócrata-nacionalista de Venezuela, América Latina y el mundo. Ha realizado grandes aportes a su país y a la región. Con ocasión de su enfermedad se han publicado numerosos escritos que resaltan su liderazgo.
En este artículo intento ir un poco más allá. Trato de identificar al líder con el proceso mismo, entendiendo que él es resultado de unas condiciones específicas. Es “expresión viva” de las fuerzas sociales que han insurgido a la vida política en esta parte del mundo. Es una “maravilla de la vida” que un líder interprete de esa forma tan apropiada a su pueblo.
Su principal acierto es haber impulsado con determinación y visión estratégica la integración de los países sudamericanos que hoy sirve de apoyo para la construcción de la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe. La conquista de la soberanía política y el rescate de los recursos energéticos de su país fue su punto de apoyo y de partida.
Petrosur, Petrocaribe, el ALBA, UNASUR, el Banco del Sur, Telesur y la CELAC no existirían sin su iniciativa y empuje. No nos detenemos a resaltar los demás aportes, que son valiosos y variados, que tienen como eje su identificación con los humildes, los oprimidos y los trabajadores, y su lucha por la independencia nacional, la democracia y la justicia social. Él y su pueblo han alimentado la ola de revoluciones democrático-populares que hoy avanzan en Sudamérica.
Pero también nos interesa identificar lo que podríamos denominar “los errores de Chávez”. Antes de avanzar debo insistir en que no se trata de juzgar ni descalificar a nadie. Nuestra meta es aprender. Es posible que desde afuera de Venezuela sea más difícil ubicar los problemas, dificultades y sobre todo lo que denomino “limitantes estructurales”, pero debemos aceptar que el hecho de “estar adentro” puede ser también una condición restrictiva para el análisis.
Limitantes, deficiencias y errores
Algunos dirán que es inoportuno hacer este tipo de análisis. Su estado de salud acrecienta la solidaridad y la valoración de su papel. Se siente la polarización y la pasión tanto a favor como en contra. Por ello, trataremos el tema con extrema seriedad y precisamos los términos.
Una tarea es destacada cuando quien la realiza identifica las potencialidades de una situación dada y aprovecha al máximo las oportunidades y ventajas que ofrece. Minimizar al máximo los limitantes y debilidades existentes para superar los obstáculos y neutralizar las amenazas, hace parte de ese arte. Es lo que dice la cartilla.
Además, se deben hacer los máximos esfuerzos para ser conscientes de las propias deficiencias (que en este caso no sólo son personales sino colectivas, como dirigencia y como pueblos), tanto para tratar de manejarlas como para diseñar – en medio de la acción – la forma para superarlas gradualmente. Formación en medio del trabajo.
Los errores son propios de la acción. Siempre se presentarán. Son de diversa naturaleza. Una “deficiencia” o “limitante” que siempre nos acompañará es la visión reducida (cercana o relativa) de la realidad. Se corrige en la medida en que estemos dispuestos a aprender. Si no ajustamos, el error se agrandará y nos conducirá a la derrota.
Así tengamos una lectura correcta de la realidad, la equivocación se presenta. Fallamos a la hora de diseñar la estrategia, en los métodos escogidos, en la ejecución práctica, en la evaluación de los resultados. Nos predisponemos al error cuando creemos ciegamente que “todo va bien”. Una determinada y deficiente formación política e ideológica hace parte fundamental de nuestras falencias y equivocaciones.
El punto de partida
No me detendré en las limitaciones materiales de nuestras sociedades. Están diagnosticadas. La dependencia de la exportación de materias primas, el escaso desarrollo de las fuerzas productivas, la profunda desigualdad y la inequidad social, la precariedad de unos Estados que ocultan su esencia colonial con apariencia de “democracia representativa”, entre otras, son parte de nuestras carencias estructurales que son causadas por la dominación de poderes imperiales que han contado desde siempre con la complicidad interesada de las elites oligárquicas latinoamericanas.
Por otro lado están las deficiencias políticas de nuestros procesos de cambio. No estamos ajenos a lo sucedido en el mundo de la revolución política. La derrota histórica de la causa proletaria durante el siglo XX no sólo ha acrecentado la confusión y la dispersión de las fuerzas revolucionarias, socialistas y comunistas, sino que el desarrollo de la teoría de la revolución se ha visto obstaculizado por la permanencia de concepciones dogmáticas que aún predominan en las organizaciones de izquierda existentes.
Sin embargo, a pesar de lo anterior, la vida empuja. Son de tal naturaleza y potencialidad las necesidades sociales que – al combinarse con los acumulados históricos, sociales y culturales tanto de nuestros pueblos como de la humanidad – nos obligan a avanzar a marchas forzadas, a aprender de los errores y acertar en determinadas circunstancias. Así, de esa forma se desencadenan los procesos de cambio que actualmente experimentamos en el mundo.
La sub-valoración de la Revolución Bolivariana
A partir de ésta introducción planteo la principal tesis que quiero desarrollar:
Se observa en muchos análisis y prácticas políticas una marcada tendencia a limitar el impacto de la revolución bolivariana a Venezuela o al contexto del subcontinente. Se desconoce – a veces – que este proceso es parte y resultado de la agudización de las contradicciones sistémicas del capitalismo y al debilitamiento del poder imperial estadounidense. Si no se ubica la revolución bolivariana en ese contexto no se pueden entender sus particularidades.
Los estrategas del imperio estadounidense sí valoran – al máximo – el impacto que tiene a nivel mundial la revolución venezolana y el papel del presidente Chávez. Son conscientes de la fragilidad del sistema capitalista y de las debilidades de sus liderazgos. Saben que el ejemplo cunde, que los triunfos estimulan a los pueblos y a los trabajadores, y que “una chispa puede incendiar la pradera”. Derrotar los procesos de cambio es su prioridad y única tarea.
La política de contención a la revolución bolivariana – cada vez más elaborada y perfeccionada por Washington – tiene como principal objetivo ahogar el proceso en sí mismo, “aislar el virus”, evitar la metástasis de esa enfermedad contagiosa que se llama “rebelión patriótica y nacionalista”. Cuentan con un vasto bagaje de experiencias y han acumulado amplios conocimientos en la materia. No sólo les preocupa la pérdida del control de la riqueza petrolífera de Venezuela. Ese aspecto es manejable. El impacto político – incluso al interior de sus propios países desarrollados – es lo que realmente los intranquiliza.
Es por eso que diseñan y financian campañas elaboradas y sofisticadas de infiltración, sabotaje, amenazas, provocaciones, operaciones mediáticas y toda clase de planes y proyectos dirigidos a impedir el avance de la revolución. Estudian al detalle las tendencias erróneas para estimularlas y capitalizarlas. Así mismo, conocen nuestras debilidades estructurales y juegan a mediano y largo plazo.
Es por esa razón que nosotros debemos esforzarnos por detectar esas falencias. No lo hacemos para “auto-flagelarnos”, sino para ayudar a corregir a tiempo y además aprender. Para aplicar sus enseñanzas en nuestra propia práctica.
“Recorderis” de la política imperial de contención
La política imperial dirigida a debilitar, aislar y derrotar la revolución venezolana ha pasado básicamente por tres etapas:
La primera etapa, desarrollada durante los primeros años hasta 2003 fue intentar derrocar por la fuerza al gobierno bolivariano apoyándose directamente en las fuerzas oligárquicas reaccionarias. El golpe de Estado de abril/2002, el paro petrolero (diciembre/02-febrero/03), los intentos de dividir el bloque de poder revolucionario, los saboteos de toda índole y la desaparición física de los dirigentes revolucionarios, hacían parte de dicha estrategia.
Al no lograr sus objetivos pasaron a una segunda etapa. La tarea, debilitar y aislar la influencia de la revolución bolivariana. Lo hacen en coordinación con las fuerzas de oposición legal e ilegal, interna y externa, tratando de desprestigiar al gobierno y ocultar sus realizaciones. Su objetivo es preparar el terreno para una eventual intervención militar, directa o camuflada, unilateral o concertada con organismos internacionales y gobiernos de la región, que sería la tercera etapa.
Por ahora, saben que no tienen las condiciones para intentar una intromisión armada directa. El ascenso de Brasil como potencia económica y política mundial – que es causa y consecuencia de la decadencia estadounidense –, y la conformación de diversos bloques de integración en América Latina y el mundo (UNASUR, BRICS), neutralizan cualquier intento de ese tipo en la región. Pero la amenaza está latente. Todos lo sabemos.
Sin embargo, crece en Latinoamérica otro tipo de herramienta de intervención territorial que está ligada a la economía del narcotráfico. Colombia y Afganistán han sido sus últimos laboratorios de experimentación. México y toda Centroamérica están bajo su aureola fatídica de violencia, descomposición social y debilitamiento institucional. En Venezuela ya avanza esa estrategia. Es un gravísimo peligro para la revolución, el país y la sociedad. Minar la moral revolucionaria del Ejército Bolivariano de Venezuela es una de sus metas. Es preocupante.
La política de provocación “uribista”
La estrategia imperial usó al ex-presidente colombiano Álvaro Uribe Vélez como parte de esa política de contención. El motivo fueron las FARC. El gobierno de los EE.UU. necesitaba construirle a Chávez un “dossier narco-terrorista”. La finalidad última era comprometer a los presidentes “rebeldes” nacionalistas (Chávez, Correa y Evo) con el supuesto apoyo y financiación del “terrorismo internacional”.
No vamos a reconstruir los detalles que son bastante conocidos. Los cables de WikiLeaks lo confirman todo. Uribe invita a Chávez a ser intermediario en la liberación de políticos y militares retenidos por la insurgencia. Éste obra de buena fe y advierte en esa labor humanitaria una excelente oportunidad para impulsar una propuesta de Paz frente al conflicto armado colombiano.
Más adelante Uribe lo relega de esa tarea mediante un acto aleve y provocador. Después viene el ataque al campamento de las FARC en límites con Ecuador y se desencadena la crisis política y diplomática regional. Chávez en medio del calor de la confrontación viola el principio de “no intervención en asuntos de otro país” cuando en forma unilateral – cayendo en la trampa que le tendió el imperio por mano de Uribe – reconoce frente a la Asamblea Nacional a la guerrilla como un “ejército beligerante”.
Todos los pormenores de ese conflicto entre los gobiernos de Uribe y Chávez, las supuestas filtraciones de los computadores de Reyes, los informes del DAS y las arremetidas del paramilitarismo, las acusaciones de complicidad con la presencia de guerrilleros en territorio venezolano, el informe-montaje de pruebas satelitales presentado en la OEA, e infinidad de situaciones diarias sumadas a las denuncias de la oposición venezolana sobre la existencia de bases militares de Irán, Hezbollah, Hamás y ETA, la compra de armamento militar a Rusia y las supuestas operaciones clandestinas, todo y mucho más, hacían parte de ese “dossier terrorista” de Chávez y la dirigencia bolivariana.
Algunas actitudes del presidente Chávez y de funcionarios del gobierno venezolano ayudaron a que esa campaña mediática diera sus frutos. Sobre todo en Colombia, Chávez es visto por la mayoría del pueblo como un aliado y soporte de las FARC.
Los errores de Chávez
¿Ha cometido el presidente Hugo Chávez algunos errores? Claro que sí. Sería un “no-humano” si no fuera así. Me voy a referir al que considero como principal, que está relacionado con la naturaleza de la Revolución Bolivariana. Ese error queda desnudado en la actuación frente a lo que podríamos denominar “provocación uribista”, con el motivo de las FARC. Pero también se manifiesta en otras actuaciones y pronunciamientos de Chávez.
Considero que es un error querer “liberar” a otras naciones en vez de crear las condiciones para que sus pueblos las liberen. Tal vez Chávez haya ido clarificando el panorama, pero hasta hace muy poco tiempo enviaba mensajes que reflejaban cierto espíritu intervencionista en asuntos internos de otras naciones. La confrontación pública con presidentes de la región como Alan García, Fox, Calderón y Uribe, hace parte de ese historial. Le pasó a Cuba cuando quiso “exportar la revolución”, que fue uno de los debates entre Fidel y el “Ché”.
Fidel Castro hace mucho rato aprendió la lección y ha sido un interlocutor útil, de gran altura, respeto y consideración para muchos gobernantes de América y del mundo, incluido Colombia. Él, en su experiencia y sabiduría ha podido diferenciar entre lo que es la función de un Jefe de Estado, la de un jefe de Gobierno y la de Comandante de la revolución.
El presidente Chávez también lo sabe. Es la razón de que algunos de sus actos sean calificados como errores. Ha desconocido – seguramente por su forma de ser espontánea y la falta de un equipo asesor de gran autoridad – sus propios preceptos. Y por supuesto, ha pagado el precio.
El origen de los errores
Desde nuestro propio punto de vista, el presidente Chávez y la dirigencia bolivariana no han identificado una serie de limitantes históricos que están en la naturaleza del “bolivarianismo”, que parten de no haber profundizado en los “errores” cometidos por Simón Bolívar. Ello lleva a que se repitan en este nuevo ejercicio. Dos eran los aspectos más importantes que no podía contemplar ni entender Bolívar en su tiempo, que llevaron a que su lucha de liberación nacional – independentista – no consiguiera final y plenamente sus objetivos.
El primero, no entender que durante los 300 años de colonialismo español y portugués, las naciones “indo-afro-euro-americanas” al sur del Río Bravo, habían ido adquiriendo – cada cuál – diversas características particulares, que eran fruto de las peculiaridades de los pueblos que habitaban las diversas regiones antes de la invasión europea, de la forma como se desarrolló la colonización, y de los intereses de las elites coloniales regionales.
Es decir, Bolívar no podía entender – en su época – que un “nacionalismo en formación”, venezolano-mantuano, colombiano-neogranadino, ecuatoriano-quiteño, peruano-limeño y “boliviano” del Alto Perú, se había ido formando en cabeza de las elites dominantes de cada “nación” e iban haciendo huella en la identidad de los pueblos.
El segundo, que lo previó Bolívar pero que no lo podía controlar, era la intervención de los imperios capitalistas que como el inglés – y más adelante – el estadounidense, no sólo estaban detrás de las luchas de independencia sino que se iban a aprovechar de la debilidad económica estructural de estos “países” para comprar y subordinar a sus cúpulas gobernantes.
¿Cómo enfrentar esta situación que no se ha superado durante los 200 años de existencia de las precarias “repúblicas” latinoamericanas?
La única manera de enfrentar tal situación – como lo ha demostrado con creces la revolución cubana – es con una estrategia regional e integral de liberación nacional que reconozca la existencia de diversas nacionalidades en formación. A partir de allí, avanzar en el proceso de integración que potencie la soberanía política de cada Estado y del conjunto de Estados y contribuya a consolidar las bases materiales para ser autónomos en todos los terrenos de la vida económica, social y cultural.
Jefe de Estado, de Gobierno y de la Revolución
La estrategia pacífica y civilista de las revoluciones democrático-nacionalistas que avanzan en la América Mestiza como parte del ascenso de las luchas populares de los movimientos sociales contra la globalización neo-liberal, obliga a los revolucionarios a diseñar comportamientos que tengan en cuenta la realidad institucional de estos países.
Los pueblos de diferentes países de Sudamérica, encabezados por movimientos políticos poli-clasistas, heterogéneos y diversos, han llevado a la Presidencia de numerosas repúblicas a dirigentes populares mediante procesos y triunfos electorales. Hoy son jefes de gobierno y cabezas visibles de sus Estados nacionales. A la vez, son los principales protagonistas de los procesos de cambio.
Esa es la situación concreta. “Somos gobierno pero compartimos el poder”. Las relaciones de producción – el mercado mundial y nacional, la lógica económica crematística –, siguen influidas y subordinadas por una economía capitalista globalizada. Con el agravante de que los Estados heredados de tipo colonial no son las herramientas ideales para impulsar cambios estructurales. Estamos pellizcando el poder pero lo determinante, lo evidente, es la “dualidad de poder”.
Quienes no han renunciado al camino insurreccional, quienes sueñan con “hacer la revolución” mediante la “expedición de decretos desde Palacios de Invierno” – como dice un amigo –, no pueden entender la particularidad de éstas revoluciones. No comprenden los retos del momento. Es por ello que pasan de aplaudir frenéticamente los “errores de Chávez” cuando le coloca alfombra roja en Miraflores a la insurgencia colombiana a calificar al presidente venezolano de traidor porque ha tenido que entregar a varios integrantes de la guerrilla al gobierno colombiano.[1]
Para poder socavar las bases de los Estados coloniales e ir construyendo verdaderos órganos de poder – popular, democrático y participativo –, se requiere entonces, una estrategia depurada, un arte de filigrana que implica saber combinar el papel los movimientos sociales y de la institucionalidad estatal. Equilibrar y armonizar la función de Jefe de Estado con el de gobernante y el de dirigente revolucionario, es la fórmula.
Jefe de Estado respetando la normatividad internacional y el derecho de las naciones a la autodeterminación para impulsar con acierto, temperancia y paciencia la integración de las naciones y los pueblos. Jefe de Gobierno sabiendo que su principal responsabilidad es con su particular pueblo y que la mejor manera de “exportar la revolución” es con el ejemplo y los resultados exitosos en su “propio” país. Y dirigente revolucionario para contribuir con su experiencia y conocimiento con el fortalecimiento de los movimientos sociales y políticos, los partidos y corrientes de pensamiento transformadores en el ámbito nacional e internacional.
Seguro, no es fácil. El Fidel maduro es una muestra de ese arte. Lula lo aprendió. Los demás presidentes y dirigentes populares, vamos aprendiendo.
El Estado colonial y su socavación
La experiencia acumulada por la revolución bolivariana durante estos 12 años de trajín y tensión, nos han enseñado que la esencia de los Estados que heredamos (incluyendo sus aparatos administrativos y la estructura de los ejércitos) es burocrática, antidemocrática, excluyente, “leguleyesca”, vertical. Hace de estos Estados un aparato inadecuado, ineficaz, ineficiente, para avanzar en las tareas transformadoras. Impulsar las “misiones” en Venezuela sin contar con ese Estado colonial comprueba que allá existía esa conciencia inicial que pareciera que se ha ido diluyendo.
Pero ello no significa que podamos desechar ese “Estado colonial” heredado o que lo podamos cambiar de un momento para otro. Es de todas maneras un aparato de opresión política que si no controlamos y neutralizamos, las clases reaccionarias y el imperio lo van a utilizar contra el pueblo y contra la revolución.
Por esa razón es que se hace necesario diseñar una política y una estrategia de “socavamiento del Estado colonial”. Debemos “minarlo por dentro”, ganando espacio y poder, mediante una acción correspondiente – paralela, permanente, consistente – de construcción de un Estado democrático-nacional, participativo, incluyente, que recupere y desarrolle órganos de poder ancestrales y otros que han surgido a lo largo de la historia (en Colombia “El Común”), que están soportados en la organización social y política de los pueblos y comunidades.
Esta última tarea es indispensable para avanzar. Los “errores de Chávez”, que son errores de todos nosotros, consisten en que a veces – por momentos – se olvida de esa realidad y confunde sus papeles. Hoy no requerimos de “libertadores supremos”. Su principal papel es el de conductor. Sabemos que superará la enfermedad y seguirá por ese camino. ¡Lo necesitamos!
[1] Es posible que en esas entregas se hayan cometido errores procedimentales por parte de funcionarios venezolanos. Dichos errores hacen parte de pasar de un “revolucionarismo” pro-FARC a un pragmatismo anti-FARC. (N. del A.)
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