viernes, 30 de septiembre de 2016

EL DÍA DESPUÉS Y LA TERCERÍA CIUDADANA

EL DÍA DESPUÉS Y LA TERCERÍA CIUDADANA

Popayán, 30 de septiembre de 2016

A partir del 3 de octubre próximo –una vez sean revalidados positivamente los Acuerdos para la terminación del conflicto armado en Colombia– se iniciará oficialmente la campaña presidencial para el año 2018. En el Plebiscito de este domingo se juega, en buena medida, parte de esa campaña electoral.

Los promotores del NO, que desde hace varias semanas se sienten perdedores y lo van a ser, usarán la muy segura alta abstención del domingo para justificar su oposición. Su principal propuesta electoral será la “renegociación de los acuerdos” y usarán la amenaza “castro-chavista” (las FARC convertidas en partido político), para “meter miedo”. Su pretensión será unificar a las derechas y mantener la polarización que impida la aparición de una “tercería”.

El gobierno y sus fuerzas neoliberales intentarán reducir el debate electoral a la “construcción de la paz” y al “cumplimiento de los acuerdos”. Con esa estrategia tratarán de impedir que los graves problemas que afectan a la población colombiana como la endémica corrupción político-administrativa, la economía que destruye el trabajo y la naturaleza, la crisis del sistema de salud, el fracaso del modelo educativo y otros, sean temas centrales de la discusión política.

Sin ninguna duda se puede prever que se producirá una recomposición al interior de la coalición de gobierno. Las fuerzas de izquierda reclamarán mayor presencia y las de derecha extrema –lideradas por Vargas Lleras– saldrán del gobierno a mediados de año para construir una nueva coalición en la que el “uribismo” encontrará su lugar. Todos los partidos políticos, en forma “fatal”, sufrirán el impacto de ese reacomodamiento. Será la constante del año 2017.

Los partidos más vulnerables a ese inevitable fenómeno serán la Alianza Verde y el Polo Democrático. Tres comportamientos serán los predominantes: uno, mantener la unidad para poder contar con un candidato presidencial que los represente y/o poder construir una “convergencia ciudadana”; dos, alinearse con la coalición de gobierno en torno al tema de la paz y el post-conflicto; y tres, apoyar al candidato de las derechas extremas en el caso de los “verdes” o alinearse con el proyecto “fariano” en el caso del Polo.    

¿Podrá surgir en Colombia una “tercería ciudadana” que impida que se mantenga en el país la polarización entre dos sectores neoliberales (Santos-Uribe) y evite que se convierta nuevamente en el factor determinante en la elección del presidente de la república en 2018? ¿Las fuerzas políticas que aspiran a pasar por en medio de esa polarización serán capaces de construir un “programa de transición” que las unifique para poder competir en condiciones de ganar?

Aún antes de realizarse el Plebiscito, independientemente de sus resultados, todo apunta a que Uribe y Santos se debilitaron enormemente. Si no fuera por las fuerzas de la ciudadanía movilizadas por la izquierda y por sectores independientes, el desgaste del gobierno en la campaña por el SI hubiera sido más grande. Y en el caso de Uribe, han sido las torpezas de Santos y de algunos miembros de las FARC, las que le han dado aire e impulso a las fuerzas del NO.  

Por ello, si se organiza una “tercería ciudadana” que presente un candidato (a) que no polarice entre “derecha” e “izquierda”, que ofrezca garantías de cumplimiento estricto de los Acuerdos, sin ventajas para nadie, sin revanchismos ni venganza, y que a la vez, se proponga enfrentar los problemas más sentidos por la sociedad (como el de la crisis de la salud, el deterioro del medio ambiente y la corrupción), ese movimiento y candidato tendrían muchas posibilidades de ganar.  

También depende de la actitud que esas fuerzas políticas asuman frente a los problemas que van a salir a flote en los próximos días. El primero, será la reforma tributaria que con el mote de “estructural” va a incrementar el IVA a la canasta familiar y a rebajar los impuestos a los grandes empresarios. El segundo será en diciembre, con el incremento del salario mínimo. Y el año entrante, “aparecerán” los problemas que habían estado represados u ocultos por el tema de la paz, que obligarán a todo el mundo a asumir una posición clara y visible.

¿Nuevamente las Centrales Obreras y las organizaciones sociales encabezadas por la “izquierda” saldrán con el argumento de que no se puede debilitar al gobierno porque de esa manera se ayuda a crecer al “uribismo”? ¿Se mantendrán una vez más las razones dentro de la izquierda y los sectores democráticos de que es mejor buscar pequeños arreglos y pactos con el gobierno para impedir que la protesta popular se vuelva a expresar con fuerza?

Esos son los dilemas del “día después”. ¡Amanecerá y veremos!


E-mail: ferdorado@/gmail.com / Twitter: @ferdorado

miércoles, 28 de septiembre de 2016

EL PERDÓN ES UNA ARMA POLÍTICA DE ALTO CALIBRE

EL PERDÓN ES UNA ARMA POLÍTICA DE ALTO CALIBRE

Popayán, 28 de septiembre de 2016

Timochenko les pidió perdón a todas las víctimas. Sin decirlo, eso incluye a Uribe. Y Uribe... ¡no sabe qué hacer! Ese acto de grandeza descuadra la esencia de su discurso por el NO.

Ese mensaje (pedir perdón), por sí solo, va a conseguir más votos por el SI que cualquier otra campaña del gobierno o de la izquierda.

Lo que ocurre es que hay que interiorizarlo y trabajarlo mucho más. Si pido perdón, yo debo perdonar. ¿Podemos perdonar a Uribe y al resto de la oligarquía y al imperio?

Yo creo que sí. Pero no es del perdón cristiano del que hablo. Es un perdón mucho más elaborado. Significa entender las causas del conflicto y comprender los intereses de las clases sociales antagónicas.

El perdón es liberarnos del odio para poder "ver más allá", o sea, conocer de verdad.

Si yo odio a la oligarquía y al imperio es porque no los conozco. El odio nace del miedo a lo desconocido que me hace daño. Odiar sólo me lleva al desgaste y a reaccionar con emoción y sin cálculo. El odio es fácilmente manipulable.

Si yo perdono es porque he logrado entender la naturaleza de mi antagonista. Eso me hace más consciente de sus intereses, inclinaciones, fortalezas y debilidades. Y me prepara para derrotarlo sin aniquilarlo. Vencerlo sin matarlo.

El imperio y la oligarquía son criminales por naturaleza. Perdonarlos no significa olvidar su naturaleza. Por el contrario, el perdón nos hace más conscientes porque al eliminar el odio, se nos despeja la mente. Nos prepara para actuar mejor.

Si yo odio a mi contradictor o antagonista es porque creo que es "malo", porque él así lo quiere y entonces, creeré ingenuamente, que él puede cambiar. Y... bajaré la guardia. Pero no, el imperio y la oligarquía son criminales por naturaleza y nunca van a cambiar.

El perdón no es para cambiar la naturaleza de nuestro contradictor de clase. El perdón es para desnudar ante la sociedad la naturaleza criminal del imperio y la oligarquía.

El perdón es un valor moral de alta calidad para ganarnos a las mayorías de la sociedad y derrotar políticamente a ese contradictor.

Uribe - a pesar de sus graves crímenes - es también una víctima del conflicto y, ha sido un instrumento del gran capital. Si profundizamos en el valor político del perdón, vamos a poder identificar ante nuestro pueblo - en verdad - quienes son nuestros más grandes enemigos.

Sólo así podremos realmente avanzar. Lo que hizo Timochenko el 26 de septiembre en Cartagena es sólo el primer paso, seguro que de seguir por esa senda haremos cosas más increíbles.


¡Los jóvenes tienen la palabra!... porque tienen más limpio el corazón.

martes, 27 de septiembre de 2016

EL PERDÓN: LA PALABRA MÁGICA DE LA PAZ

EL PERDÓN: LA PALABRA MÁGICA DE LA PAZ

Popayán, 27 de septiembre de 2016

El momento clave y trascendente del evento de ayer (26.09.2016) durante la firma de los acuerdos de paz en Cartagena se presentó cuando el ex-comandante Timoleón Jiménez, principal dirigente de las FARC, pidió perdón a todas las víctimas de la guerra. Todos los asistentes se pararon de sus asientos y aplaudieron con pasión, emoción y entusiasmo. Se hubiera podido dirigir a toda la sociedad, pero es un gran paso hacia la construcción de la verdadera reconciliación. Quien solicita el perdón muestra humildad y esa es la grandeza que se requiere en nuestro país para romper el pasado de odio e ignorancia.   

La superación del conflicto armado en Colombia (y en cualquier parte del mundo) no es solamente que los fusiles que han estado activos en manos de combatientes de diferentes grupos armados (legales e ilegales) puedan declararse inactivos o incluso destruirse, sino que es necesario que la sociedad supere el estado mental y emocional que llevó a que el conflicto se desencadenara y causara tanto dolor y muerte.

En ese sentido para hacer y construir la paz se requiere que la mayoría de los colombianos nos asumamos como víctimas. Que interioricemos y usemos el dolor causado por los violentos como una herramienta de superación, y podamos –primero– perdonarnos a nosotros mismos. Es sabido que en un proceso como el vivido en Colombia, las víctimas al no entender la causa de la violencia tienden a culparse a sí mismas, lo toman como un castigo por ser malos e indignos o por tener genes violentos como lo plantean algunos fatalistas “ilustrados”.

Auto-perdonarse es liberarse de una carga psicológica muy grande. Es el primer paso para poder perdonar al “enemigo” o quienes considera los causantes del sufrimiento. En nuestro caso el perdón debe involucrar tanto a sí mismos como a quienes causaron directamente el daño o a quienes perpetraron los crímenes por los motivos que hayan sido (económicas, políticas, ideológicas, sociales, culturales o de cualquier otra naturaleza).

Superar los traumas y limitaciones mentales y emocionales que nos haya dejado la guerra mediante un proceso de reconocimiento y perdón, significa lograr transformar integralmente todo nuestro entorno familiar y social. Ello no es un hecho cualquiera. Es volver a tener sentido de Nación y de sociedad. Es reintegrar a la sociedad a individuos que por efectos del impacto de los crímenes y ofensas causados en el marco de una guerra totalmente degradada, cargan con el peso de la injusticia y la iniquidad sin otro camino que anularse como personas, guardando rencores que descargan contra sí mismos o contra sus congéneres, y por tanto, de lograrlo, sería liberar enormes cargas de energía positiva y creadora que potenciaría nuevas fuerzas y dinámicas de vida y de creación dentro de la sociedad colombiana.

El proceso de paz es de mucha importancia siempre y cuando, los sujetos participantes (o sea, todos los colombianos), logremos superar las prácticas tradicionales que llevan a considerar que el perdón es un acto de conmiseración con el victimario, cuando si efectivamente se enfrenta el problema vivido, lo que debe ocurrir es que surja desde las víctimas un movimiento transformador de la sociedad que unifique en un torrente de arrepentimiento y reconocimiento de los crímenes por parte de los victimarios, no porque se lo exija un poder externo o se lo imponga una ley, sino por la acción purificadora y transformadora de las víctimas que perdonan más allá de la reparación o del reconocimiento del otro.

Una experiencia de este tipo es importante para señalar un camino de verdadera y efectiva reconciliación que no incluye en ningún momento el olvido sino que significa la recreación de la memoria mediante un ejercicio de recuperación de lo sucedido –no para soslayarse en el dolor reviviéndolo de una forma masoquista–, sino comprendiendo las causas profundas que llevaron a unos seres humanos a perder su dignidad violentando a otras personas, muchas veces sin saber por qué, envueltos en un torbellino de placer morboso y/o de fanatismo manipulado.

Colombia necesita un trabajo de intervención psicosocial que se convierta en ejemplo para muchas personas y comunidades, y que con base en sus logros positivos y transformadores arrastre a cientos de miles de personas a seguir por ese camino de transformación mental, emocional y espiritual que logre consolidar la verdadera y duradera paz que necesita el país.

Con esas palabras el ex-comandante de las FARC ha iniciado ese trabajo de intervención psicosocial, que no debe ser una labor estrecha y reducida a las víctimas directas sino que debe ser un ejercicio dirigido a toda la sociedad colombiana. La política del perdón se pone a la orden del día.


E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado 

domingo, 25 de septiembre de 2016

MENSAJE A TODOS LOS AMIGOS “MOSQUERISTAS”

MENSAJE A TODOS LOS AMIGOS “MOSQUERISTAS”

Popayán, 25 de septiembre de 2016

"El valor es hálito vital en todas las empresas desbrozadoras del progreso humano"

Francisco “Pacho” Mosquera

La tremenda tragedia de las FARC es que desde hace un buen rato han vivido con una mentira. Terminaron siendo una policía rural y un ejército de ocupación, y se habían convertido en los vigilantes de un nuevo proceso de acumulación de capital en las zonas de colonización (economía de narcotráfico). Sólo que su propia dinámica (inercia), su discurso y “fe”, les impedían ver esa realidad.

Los comandantes que se fueron para el exterior por efecto de la ofensiva uribista, desde la distancia, se dieron cuenta que las FARC ya no respondían a sus objetivos e ideales, que se habían convertido –con el tiempo– en una maquinaria armada al servicio de una nueva “burguesía emergente” y entonces decidieron, en acuerdo con esa burguesía que necesitaba legalizar sus capitales e integrarse a la sociedad y al mercado, impulsar un proceso de paz en serio (ya no como estrategia de acumulación de fuerza militar).

Apareció entonces Santos y su hermano, que tenía buena información y sabía que ellos estaban cansados de esa guerra y que no sabían cómo salir de esa trampa. Claro, como no querían ni podían tampoco tirar todo por la borda, pues se diseñó el “proceso”.

Realmente todo ha sido una enorme tragicomedia. Los gringos expertos en ese tipo de situaciones diseñaron la forma de embaucar al pueblo (más que todo a un sector de la izquierda que sueña con ver a Timochenko como presidente) para “pegar” a los acuerdos puntos que involucraran a toda la sociedad. Entre otros, la Reforma Rural Integral, que no es reforma, no es integral y es absolutamente neoliberal. Y de esa manera –paralelamente– abrir al gran capital todos los espacios legales y políticos para aplicarnos el segundo paquete neoliberal, más virulento que el primero.

Otro aspecto que hay que analizar es que para las FARC es un grave problema tener que pedir perdón, sólo lo hacen ahora puntualmente (lo de Bojayá, los 11 diputados, etc.) para tratar de conseguir algunos votos más en el Plebiscito. Pero los errores estratégicos que los llevaron a convertirse en todo lo contrario de lo que ellos querían ser (ejército libertador), no los pueden confesar, ya que ni siquiera se atreven a pensar en ese tema porque se les vendría abajo el escaparate mental e ideológico (se tendrían que cuestionar su concepción cristiana, mesiánica, militarista, autoritaria, etc.). Pero lo paradójico de todo es que si lo hicieran con verdadero espíritu de arrepentimiento, el pueblo inmediatamente entendería su tragedia y de verdad que los perdonaría y posiblemente los apoyaría electoralmente casi de inmediato.

El problema es que como no pueden hacerlo, se comportan como si hubieran triunfado (“siempre luchamos por la paz” y demás discursos que ocultan su crisis existencial), y ante esa imagen triunfadora que los vuelve prepotentes ante el pueblo, el rechazo se mantiene y puede hasta crecer. El espectáculo de la X conferencia y lo de mañana en Cartagena hace parte de ese espíritu vencedor (justificado en la burguesía y el imperio que tienen porqué celebrar y cínico-triunfalista en el caso de las FARC para mantener –según ellos– un perfil que les sirve para su entrada a la vida política legal). Aunque lo más probable es que ese tipo de eventos en vez de ayudar a la causa del SI, le merme unos cuantos votos y/o fortalezca el rechazo y la indiferencia entre el pueblo cansado de tanto “circo” y demagogia.

Por otro lado, en cuanto al tema de los muertos que se achacan a la resistencia fariana es al revés de lo que dice el gobierno: las FARC en sus tres versiones, o sea, la inicial guerrilla campesino-indígena de verdadera resistencia desde 1946 hasta 1964, la policía rural en que se convirtió de 1964 a 1983 y el ejército de ocupación que fue desde 1983 hasta 2015, ha evitado miles de muertos por efecto de violencias intra-comunitarias (peleas de embriagados en los festivales campesinos), o de delincuentes, o los que realizan los grupos paramilitares a favor de las empresas extractivas de materias primas (legales o ilegales), etc. Ellos actuaron como un "Estado ilegal pero complementario al existente", sin ninguna visión revolucionaria, con retórica "bolivariana" y práctica autoritaria y conservadora. Pero evitaron muertes y hay que reconocerlo. 

Realmente han habido muchas más muertes de dirigentes populares en la "legalidad ilegalizada" que en combate. Sin desconocer las que produjo el paramilitarismo (más que todo masacres de la población acusada de ser “colaboradora” de la insurgencia) en la disputa con la guerrilla por los territorios, los mercados de la coca y la minería ilegal, y el control de las comunidades. Por ello, en las zonas que ellos dejan, seguramente, se va a incrementar la violencia cotidiana, paramilitar, delincuencial y del ELN y los frentes farianos que no se van a desmovilizar. En las zonas de Balboa y sur del Cauca, ya existen grupos de ellos, disidentes, llamando a votar por el NO.  

Lo único positivo de que la guerrilla de las FARC se acabe o se desmovilice es que la oligarquía no va a poder criminalizar con el argumento de la "infiltración insurgente" a los dirigentes del movimiento popular y a la izquierda no armada (argumento que comparto con Jorge Robledo y Marcelo Torres para justificar el SI) aunque el imperio y la burguesía colombiana adiestrada por ellos, van a tratar de crear artificialmente (como ya lo vienen haciendo) un legal, pequeño y controlado "movimiento bolivariano" para cooptar y distraer al pueblo con un "coco" castro-chavista, financiado por ellos y la "burguesía emergente" que ellos representan, y así, tratar de mantener la polarización Santos-Uribe con un nuevo contenido y forma.

Sin embargo, si lo más sano y lúcido de la izquierda, del movimiento popular y de los trabajadores nos aliamos en 2018 con las expresiones políticas del otro sector de la "burguesía emergente" (que le llamo "decente" porque no quiere seguir pagando más impuestos para que se los roben los corruptos), podremos corregir el error histórico de Francisco “Pacho” Mosquera de preferir aliarse en 1986 con Arias Carrizosa y Durán Dussán en vez de hacerlo con Luis Carlos Galán y consolidar un “movimiento ciudadano” con el cual derrotar a las castas corruptas que nos gobiernan.

La población colombiana ya está buscando salir de esa polarización y si el sector que encabeza Robledo busca la manera de crear y fortalecer una alternativa diferente, lejos de las FARC y de la burguesía burocrática, podremos avanzar así sea con un gobierno "moderado", anti-corrupto en lo político-administrativo y que sea una transición hacia luchas anti-neoliberales y anti-capitalistas más adelante, quitándoles de inmediato a las cúpulas corruptas (santista o uribista) el manejo del post-conflicto, con el que pretenden engañar más de lo que han hecho con el cuento de la "paz".

Es claro que el pueblo no le va a dar de inmediato a la "izquierda" (sea cual sea), el manejo del post-conflicto, ya que sería para la sociedad como poner a los ratones a cuidar el queso. Desgraciadamente, así algunos sectores de izquierda no hayan tenido nada que ver con la guerra fratricida y degradada, la campaña mediática de la oligarquía afecta al conjunto de ese sector político. Por eso, hay que tener paciencia e inteligencia para afrontar la nueva situación que se presenta con la terminación del conflicto armado de las FARC.


Y por ello, claro que hay que apoyar el SI, sin embellecer los acuerdos, sin generar ilusiones entre el pueblo, sabiendo que el 3 de octubre debemos salir a unir a todos los colombianos, hayan votado SI, NO o se hayan abstenido, para enfrentar la reforma tributaria que ya tiene lista el gobierno y demás medidas contra los trabajadores, las clases medias y el pueblo en general que inevitablemente el gobierno va a aplicar para enfrentar su crisis económica y fiscal.  

jueves, 22 de septiembre de 2016

REVOCATORIO 2017: NEGOCIACIÓN Y CLAUDICACIÓN

REVOCATORIO 2017: NEGOCIACIÓN Y CLAUDICACIÓN

Popayán, 22 de septiembre de 2016

Con la programación por parte del Consejo Nacional Electoral de la recolección de las firmas del referendo revocatorio en Venezuela para finales del mes de octubre de 2016 y la fijación del evento eleccionario para el primer semestre del año entrante (2017) la situación se aclara en el hermano país. Mucho más con la aceptación de esas condiciones por parte de Henrique Capriles Radonski y la MUD. La “paz imperial” se impone en la región.  

Es totalmente lógico que al imperio estadounidense no le convenga sacar al presidente Maduro de una forma traumática o grotesca cuando en Colombia ha impulsado un proceso de paz absolutamente conveniente para sus intereses estratégicos. La recuperación de su hegemonía política (la económica realmente nunca estuvo en peligro) recurriendo a la política del “buen vecino” en su nueva versión de “intervenciones humanitarias” (Samantha Power) va viento en popa. No pueden hacer una cosa en Colombia y otra en Venezuela.

Además, las cúpulas del PSUV y la MUD, con mediación imperial y participación plena de grandes empresarios venezolanos, ya llegaron a acuerdos. La misma MUD (Ramos Allup) al aceptar conversaciones secretas con el gobierno desmovilizó a su gente. El "proyecto bolivariano" ya cayó, no formalmente pero sí de hecho. La política económica hace varios años cambió a favor del gran capital. Para el imperio y la burguesía parasitaria es mejor que los ajustes neoliberales los realice el mismo "chavismo". Ya se entregó el Arco Minero a transnacionales canadienses y PDVSA cada vez se amolda más a las imposiciones del gran capital. ¿Para qué más?

Los chinos y rusos por criterios geoestratégicos no se iban a meter a sostener un barco semi-hundido en una región que todavía no es estratégica para ellos. El gobierno de Maduro comprobó que no podía obtener financiación extranjera por esa vía y le tocó ceder espacios económicos a sectores empresariales que no les interesa la retórica “bolivariana” sino sus inversiones y ganancias. Los golpes sufridos por los gobiernos "progresistas" en Argentina y Brasil, y los acuerdos del imperio con Cuba y las FARC, fueron los pasos previos para moderar tanto a Maduro-Cabello como a Ramos Allup-Capriles Radonski.

Todo lo demás, revocatorio y "circo" es para distraer a los incautos.

Nota: Igual ocurre con el Plebiscito en Colombia. Fuegos artificiales, “paz” y “circo” pero sin pan ni tierra.  

E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado

miércoles, 21 de septiembre de 2016

SOCAVAR EL ESTADO COLONIAL Y FUNDAR LA REPÚBLICA SOCIAL

SOCAVAR EL ESTADO COLONIAL Y FUNDAR LA REPÚBLICA SOCIAL

Popayán, 21 de septiembre de 2016

Es inocultable el hecho de que los “procesos de cambio” que se iniciaron con la elección de Hugo Chávez en Venezuela en 1999, seguidos por los gobiernos de Lula en Brasil, Kirchner en Argentina, Correa en Ecuador, Evo en Bolivia y Lugo en Paraguay, no sólo viven un declive político sino que perdieron la iniciativa revolucionaria, reformadora o “progresista”. Los gobiernos y procesos están a la defensiva, no potenciaron los movimientos sociales que fueron su fuego y motor inicial, y hoy naufragan, sin base social, frente a la ofensiva imperial. Todos profundizan las políticas extractivistas, impulsan la economía dependiente basada en la exportación de materias primas y se aferran clientelarmente al Estado heredado que –por lo menos en el discurso– se propusieron democratizar desde adentro y desde arriba.

Por otro lado y en forma particular, lo que han demostrado los “procesos de cambio” de los países que han realizado procesos constituyentes (Venezuela, Ecuador, Bolivia), es que mientras no se rompa con la esencia colonial de las pseudo-repúblicas ("falsas republiquetas de papel") que nos dejaron de herencia todos los Santanderes latinoamericanos (leguleyistas) y no re-inventemos la democracia construyendo verdaderos Estados que se alimenten de los que realmente somos (indo-afro-euro-americanos), no podremos avanzar por caminos ciertos y sólidos de independencia, autonomía e integración regional (construcción de la Gran Patria Latinoamericana) y, mucho menos por la senda de la reivindicación y emancipación social. 

Es interesante revisar la historia. La fundación de los EE.UU., admirada y valorada positivamente en sus inicios por Carlos Marx, es un buen referente. Esos padres fundadores estadounidenses en verdad que sí inventaron. Crearon algo nuevo. No sólo adaptaron a su realidad los elementos de la democracia más avanzada de Inglaterra y Francia, sino que integraron a su sistema estatal algunos componentes de la organización política de la Confederación Iroquesa o "Alianza de los 7 pueblos" que existía alrededor de los grandes lagos, ubicada al lado y lado del río Hudson, hacia lo que hoy es Nueva York. Ellos revisaron esas formas de organización política que luego estudió L. H. Morgan e innovaron.    

Los fundadores de los EE.UU. retoman y recrean –entre otros– los siguientes aspectos: 1. La esencia de la Confederación, ya que los 7 pueblos eran diferentes, unos más grandes que otros, unos más poderosos que otros, pero en los Consejos tenían igualdad de representación. De allí sacaron la idea de la Unión de tipo confederativo y de elegir un senador por Estado. 2. Un jefe civil y un jefe militar para épocas de guerra supeditado al Consejo. La figura del fiscal y el procurador independiente y fuerte pareciera tener ese origen. 3. Los Consejos de ancianos y de ancianas, como últimos recursos para resolver litigios, que ellos lo asimilan a la poderosa Corte Suprema de Justicia. La sobriedad y la estabilidad de las normas indígenas les llamaron la atención y aprendieron de ese mundo que ellos mismos liquidaron. 

Nosotros en Colombia y en América Latina también tenemos en nuestro pasado aspectos interesantes en algunas formas de organización política de los pueblos amerindios. Las más rescatables son las que tenían los pueblos que vivían en "Comunidad" como los arahuacos, nasas, zenúes, wayuús, los mapuches en Chile y otras etnias que no habían sido dominadas por los imperios amerindios (aztecas, incas, muiscas). Además tenemos “El Común” que es una herencia ibérica de las resistencias populares que se enfrentaron al poder señorial y de los reyes, y que fueron la garantía para la defensa de la propiedad comunal y de las tierras ejidales. Algunos investigadores americanos tienen importantes referencias históricas con ocasión de los alzamientos populares de Colombia, Venezuela y Paraguay que se conocen como la "Revolución de los Comuneros" (1781).

Ante el fracaso de las malas copias de la democracia liberal francesa e inglesa que apenas han sido retocadas por reformas constitucionales y fallidos procesos constituyentes, los trabajadores y los pueblos latinoamericanos podemos proponernos el objetivo de realizar una verdadera refundación de nuestros Estados, adecuando todo ese trabajo a nuestras realidades presentes y a lo que se viene en el mundo del futuro, entre otras, la reaparición en medio del desarrollo capitalista de nuevas formas del “pro-común colaborativo” (Rifkin, 2014).

Para hacerlo necesitamos organizar un movimiento en grande, una “corriente de pensamiento latinoamericano”, que en parte ya existe pero que no se ha puesto objetivos y metas prácticas. Todos los aportes de la crítica a la colonialidad del poder, la filosofía de Dussel, las investigaciones históricas, antropológicas y sociológicas con visión “no-eurocéntrica”, las experiencias concretas y vívidas de nuestros pueblos indios, afros y mestizos, están allí para ser re-interpretadas y recreadas para convertirse en teoría viva de la transformación social, política y cultural de la región.

En el caso colombiano, ahora que entramos en una nueva fase de luchas populares con ocasión del fin del levantamiento insurgente y la superación concertada del conflicto armado, podemos pensar en un tipo especial de “período constituyente”, no de carácter coyuntural y afanado (como algunos políticos lo proponen como bandera estrictamente electoralista) sino pensando en la fundación de una auténtica Nación. Para hacerlo se necesitan por lo menos tres períodos de gobierno “alternativo”, derrotando primero a los burócratas corruptos de los partidos tradicionales, sacándolos del gobierno central y paulatinamente de los entes territoriales, sin proponernos mayores cambios en el Estado heredado sino utilizándolo con cierto pragmatismo durante por lo menos una década o más. “Socavar los Estados heredados” le llamo a esa tarea, e ir construyendo ese nuevo Estado social.

Solo necesitamos de unos gobiernos con cierto sentido ético-social, al principio bastante moderados para poder contar de apoyo con amplias convergencias sociales y políticas, sin ilusionar al pueblo con grandes cambios institucionales que ya sabemos que son delirios vanos, y con un gran sentido práctico y paciencia estratégica ir consolidando las fuerzas sociales y políticas para ir –poco a poco– profundizando la tarea de la creación de la 1ª República, que si lo hacemos bien tendría que ser una República Social.

La Asamblea Constituyente al final del proceso sería únicamente la oficialización legal de ese proceso transformador. Esa tarea, si la concebimos y entendemos la podemos iniciar desde ya, transformando a las organizaciones sociales en verdaderos órganos de poder y de gobierno, abandonando la práctica que se ha impuesto entre nuestros dirigentes de creer que sólo con recursos del Estado central capitalista podemos construir nuevas formas de economía y de verdadero desarrollo. Abandonar nuestras concepciones cortesanas y mendicantes está en la base de esa tarea verdaderamente revolucionaria.

La principal labor hoy en día es aprender –por la positiva– de los “procesos de cambio” que están a la defensiva en los países vecinos para no cometer los mismos errores. Está comprobado que el hecho de cambiar las normas mediante una Asamblea Constituyente no resuelve nada si detrás de esos cambios no existen procesos constituyentes populares, nuevas formas de gobierno popular, gérmenes de “gobiernos de los bienes comunes” y una fuerza imparable “desde abajo” que sea el soporte de esas transformaciones.

El camino de querer hacer la revolución “sólo” desde arriba ya había fracasado en la URSS. Lo que pasa es que olvidamos las lecciones históricas o las desconocemos.   


E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado

domingo, 18 de septiembre de 2016

ELOGIO DEL MAESTRO EN TIEMPOS DIFÍCILES (1)

(William Ospina y Estanislao Zuleta)

ELOGIO DEL MAESTRO EN TIEMPOS DIFÍCILES (1)

Por: William Ospina (Tomado de El Espectador)

Cada quien en el mundo recuerda al menos uno que lo alumbró en la vida, que le ayudó a descubrir sus talentos, que supo leer lo que venía escrito en su ser desde el comienzo y lo orientó a seguir una disciplina, escoger una profesión, trazarse un destino.
Esos seres generosos y reveladores tienen unas características comunes, y quizá la principal es la capacidad de descubrir el talento, de escuchar lo que verdaderamente dice el que habla, y descifrar, por las palabras o por los signos, la originalidad de un destino.
Ser profesor es trasmitir a 20 o 30 personas un mismo mensaje, ser maestro es comprender que cada una lo recibe desde una sensibilidad distinta, desde una inclinación particular, y por ello exige una relación singular. En esa medida puede ser afortunado el que cuenta con un maestro personal, como Alejandro con Aristóteles, o Diógenes con Antístenes, de modo que el discípulo termine siendo la principal lección del maestro.
Es fácil asociar la curiosidad universal de Aristóteles, su deseo de abarcar con la mente todas las cosas, con el avance asombroso de su discípulo apoderándose físicamente de todo el mundo conocido. Ello nos lleva a pensar que todas las cosas del maestro pueden ser magnificadas por los discípulos, incluso sus errores. Pero nos hace considerar otro elemento de la educación: está bien que un maestro enseñe lo que sabe, pero si procede de un modo inflexible también corre el riesgo de enseñar lo que no sabe o de imponer lo que cree saber.
Bueno es tener la voluntad entusiasta de saber que tenía Aristóteles, pero también es bueno poseer la tremenda capacidad de dudar que tenía Descartes, y puede decirse que nuestra época, con sus conquistas y sus peligros, es menos hija de la certeza que de la incertidumbre. Para llegar a saber lo que sabemos tuvimos que arrojar por la borda muchas verdades que creíamos firmes como pirámides.
La iglesia rechazó con indignación la tesis de Galileo según la cual la tierra giraba alrededor del sol, porque teníamos pruebas suficientes de que eso no podía ser. La primera prueba eran la tradición y la ley: la tierra era el centro del universo, aquí había venido Dios, aquí reinaba el papa; pero la segunda prueba era la física evidencia. Todos podíamos ver con nuestros ojos que cada día el sol salía por el oriente y se ponía por el occidente: el sol pequeño y ardiente giraba alrededor del mundo.
Para aceptar a Galileo teníamos que dudar de la tradición y dudar también del testimonio de nuestros sentidos: era mejor quemar a Galileo, o exigirle que se retractara de su tesis. Él hizo lo que haría cualquier buen italiano: “¿Quieren que me retracte? Está bien: me retracto. No voy a poner la mano en el fuego por esa verdad. Si ustedes quieren creer que el sol gira y la tierra está fija, créanlo”. Y añadió, tal vez con una arriesgada sonrisa: “Pero que se mueve se mueve”.
Para acceder a la verdad había que enfrentarse a la tradición, a la autoridad, pero también a la evidencia de los sentidos. Y hay que ver cómo cambió el universo: ahora nada está quieto, todo se mueve tanto que todos aquellos jueces se marearían, bajo la risa eterna de Galileo. La verdad es como un sol, es difícil mirarla de frente. Tal vez por eso todos tratamos de ver, como decía San Pablo, “por espejo y en enigma”.
No todo el mundo encuentra en la vida los maestros que necesita. Pero por fortuna los maestros abundan, aunque nunca se sepa con certeza dónde están. A veces en el sistema escolar, a veces en el hogar, a veces resultan serlo nuestros amigos, y hasta puede resultar un gran maestro ese desconocido que pasa por la calle y suelta una frase que nos deja pensando. No sólo existe la academia: el mundo es esa gran escuela donde de pronto la revelación nos asalta. Todos sabemos de qué manera tan hermosa y frecuente la educación nos espera en los libros, donde, como decía Borges, uno puede encontrar no sólo a sus maestros sino a sus mejores amigos.
Pero los maestros pueden ser incluso más secretos que los libros mismos. Uno de los grandes sabios de Alemania, Friedrich Hölderlin, dijo que a él no lo habían educado las escuelas sino el rumor de las arboledas. Y añadió: “Yo entendía el silencio del Ether, las palabras del hombre nunca las comprendí”. La generación que llamamos romántica emprendió una gran rebelión contra la educación tradicional, que estaba petrificada en las academias, y se lanzó a aprender de la naturaleza y de los azares de la experiencia. Pero lo cierto es que lo sabían todo de la tradición: por eso fueron capaces de rebelarse contra ella.
El siglo XVIII otra vez quiso abarcarlo todo, arrojar luz sobre todas las cosas, recoger en una gran Enciclopedia la suma de los conocimientos. Por eso las nuevas generaciones tuvieron información suficiente para entender que la razón no lo sabía todo, que el peso de la Enciclopedia podía ser aplastante; les pareció entender de otro modo que “la letra mata y el espíritu vivifica”, y se lanzaron a vivir la vida. La consigna se las había dado un personaje de Goethe, Wilhelm Meister: “Acuérdate de vivir”.
Hace poco, escribiendo una novela sobre la noche en que nacieron en una misma casa Frankenstein y el Vampiro, comprendí cómo se dio esa rebelión romántica. Kant fue el faro del racionalismo, con él la razón se apoderó del mundo. Era el Siglo de las luces, el siglo de las revoluciones, cuando Goethe declaró que “leer a Kant era como entrar en una habitación muy bien iluminada”. Entonces, tercos y geniales, un grupo de adolescentes se encerró en todo lo contrario: en una habitación en tinieblas, en la noche más oscura de los últimos tiempos y en un invierno pavoroso que cubría el mundo, y dejó brotar los monstruos de la imaginación.
Quiero decir que son grandes maestros los que abarcan todo el saber y transmiten toda la tradición, pero que también son grandes maestros los que critican esa tradición y los que se rebelan contra ella. En los momentos claves de la historia se cruzan esos jóvenes con miradas de ancianos y esos ancianos con alma de niños, y desbaratan el mundo.
Es necesario que existan academias rigurosas e instituciones venerables, pero no para arrodillarse ante ellas sino para polemizar apasionadamente con ellas. Lo que alguna vez fue nuevo y asombroso, las verdades que sorprendieron, las disciplinas que renovaron, las teorías que reinventaron el mundo, todo está en esas academias y en esas instituciones. Lo que no cabe en ellas es lo que es nuevo ahora, lo que ahora es desconcertante, necesario, transformador y paradójico.

viernes, 16 de septiembre de 2016

LOS TRABAJADORES COLOMBIANOS Y EL PACTO INTER-BURGUÉS


LOS TRABAJADORES COLOMBIANOS Y EL PACTO INTER-BURGUÉS

Popayán, 16 de septiembre de 2016

Sólo el análisis de clase nos permite observar el comportamiento de los diversos sectores que componen una sociedad, identificar sus expresiones políticas e interpretar sus acciones y discursos. Una cosa es lo que se dice y otra la que se hace. Muchos representantes de esas clases, como lo demuestra la historia, lo hacen sin saberlo, sin ser absolutamente conscientes de lo que hacen. Pero lo hacen. Diferenciar las clases de quienes los representan es muy importante ya que al interior de esas clases se manifiestan diversas influencias culturales, ideológicas y políticas.

El pacto de Paz entre las FARC y el gobierno que encabeza el presidente Santos, es un convenio entre el imperio global (no sólo los EE.UU.), la burguesía transnacionalizada, la burguesía burocrática y un sector de la burguesía emergente surgida durante los últimos 40 años en zonas de colonización y regiones marginadas del país, pero que hoy tiene presencia en ciudades y otras regiones de Colombia. La mayoría de los grandes terratenientes y la gran burguesía agraria entendieron que el acuerdo no afectaba sus intereses y apoyan el proceso de paz. Algunos sectores como los empresarios cañeros y grandes cafeteros se muestran evasivos no por intereses económicos sino por enfoques políticos y discrepancias puntuales.

Al igual que en el pacto de 1991, en lo fundamental, los trabajadores y la pequeña burguesía empobrecida (incluyendo los pequeños y medianos productores del campo y de la ciudad) son sectores excluidos (por un lado, mejor!) pero son los que finalmente sufrirán los impactos negativos que causa la aplicación efectiva del programa acordado. El segundo paquete neoliberal que ya está en marcha al igual que el primero implementado durante estos últimos 25 años, significará una mayor explotación de los trabajadores, la profundización del despojo de nuestros recursos naturales y un retroceso material y espiritual para las grandes mayorías de la población y la Nación.

El imperio en alianza con la burguesía transnacional tendrá vía libre para profundizar las reformas que le crean mejores condiciones legales y laborales para invertir en la “nueva economía” (agroindustria, turismo, industria) como le llama el ministro de Hacienda. La burguesía burocrática, pretende con este acuerdo mantenerse a la cabeza del Estado y cobrar el encargo al gran capital con contratos, burocracia y corrupción. Y la burguesía emergente (antiguos campesinos ricos de zonas de colonización) se integrará al mercado global. Todo lo anterior a la sombra de mínimas inversiones sociales en las zonas azotadas por la guerra.

Antes de continuar es importante aclarar lo siguiente: la terminación del conflicto armado entre las FARC y el Estado colombiano es un hecho positivo. La sociedad y los diversos sectores sociales podrán manifestarse y actuar sin tener la traba y la carga de esa guerra. Sin embargo, cada actor de ese acuerdo y cada sector social lo tratarán de aprovechar en su beneficio presentándolo como un logro de toda la sociedad, de la nación y hasta de la humanidad. Esa es la realidad política. Y precisamente por ello, es importante analizar el contexto y sus verdaderos contenidos.

Es indudable que las FARC nacieron de la resistencia campesina-indígena y fue una expresión del “gaitanismo armado”. Ese era su fuerte y explica que las actuales FARC no puedan abandonar, por lo menos en su discurso, los intereses de quienes les dieron vida. Pero, así mismo, se puede observar como a partir de 1983 la naturaleza de las FARC cambia y a medida que pasaban los años se acrecienta su evolución hasta llegar a representar, en lo esencial, los intereses de esa “burguesía emergente” que es la fuerza social y económica dominante y determinante en esas regiones.

Eso se demuestra principalmente en las transformaciones ocurridas en la concepción de la guerra. Sus métodos y procedimientos cambiaron. Ello las llevó a enfrentarse con los campesinos ricos y medios de regiones donde no tenían la influencia original, convirtiéndose en una especie de ejército de ocupación. Su “fiebre insurreccional” los llevó a partir de 1994 a atacar con violencia a amplios sectores de la sociedad colombiana y en esa dinámica fueron presa de la estrategia imperial que desde la década de los 80s los empujaba a la degradación de sus filas y acciones. Su poder económico –obtenido de gravar con impuestos la economía del narcotráfico– las convirtió en una fuerza militar importante pero con una base social y política muy precaria. Todo ello permitió que el imperio instrumentalizara su lucha.

¿Es inevitable que lo previsto por los estrategas del imperio global logre su objetivo? No, no es inevitable. Pero se requiere reaccionar rápido y pronto. Para eso se hacen los análisis. ¿Cuál es la actitud que –hasta ahora– muestran otros sectores de la población? ¿Cómo se expresan? ¿Cuáles son sus manifestaciones políticas? Es muy importante para los trabajadores y sectores semi-proletarios de la pequeña-burguesía identificar esas expresiones para trazarse una estrategia e impedir que el plan imperial se concrete en toda su dimensión.

Lo que podemos observar en primera instancia es que un sector de los trabajadores, sobre todo del Estado, que son liderados por las cúpulas de las centrales obreras, y de las clases medias, influidas fundamentalmente por la izquierda, se muestran ilusionadas con que la inserción de las FARC en la vida civil y su participación en la lucha política legal desencadene una dinámica democrática que sirva para tomar como punto de partida los Acuerdos de La Habana para avanzar en la democratización de la sociedad y el Estado colombiano. Es la misma actitud asumida durante y después de la convocatoria de la Asamblea Constituyente en 1991.

Eso está bien y es posible hacerlo. Todo depende de la estrategia que se impulse. ¿Qué ocurrió después de 1991? Que la dirigencia surgida del M19 (AD-M19) se alió, no sólo con la burguesía burocrática (Gaviria, Samper, Serpa) sino que creyó ingenuamente en las buenas intenciones de la burguesía transnacional que estaba en ese momento en pleno proceso de crecimiento (Gómez Hurtado) y se dejó cooptar y utilizar del establecimiento oligárquico mientras se profundizaba la guerra y se desarrollaba la ofensiva neoliberal sobre la economía, el trabajo, el territorio y las riquezas humanas y materiales. Fue el resultado de la ilusión de impulsar una “apertura democrática” con quien no les conviene ese proceso. Lo sabotearon desde el principio y lograron corromper en el camino a algunos de sus integrantes.

Ahora vemos que nuestra izquierda –en su gran mayoría– ha privilegiado la alianza con la misma burguesía burocrática mientras menosprecia las manifestaciones políticas de un sector de la burguesía (antigua y emergente) que ha levantado como una de sus principales banderas la lucha contra la corrupción política-administrativa (Fajardo, Claudia López, otros). Esa burguesía que llamamos “decente” porque no quiere seguir pagando impuestos para que sean robados por los corruptos, apoya el proceso de paz pero se ha deslindado –tímidamente– del gobierno de Santos y puede ser un buen punto de apoyo para empezar a quebrar o debilitar (políticamente) la fuerte alianza inter-burguesa que está detrás del “pacto de paz”.

Un sector importante de los pequeños y medianos productores agrarios e incluso de la burguesía agraria que se ha organizado en las “Dignidades Agropecuarias” puede hacer parte de ese “otro” bloque o alianza de clases y sectores de clase, siempre y cuando se sepa aislar y derrotar dentro de ellos la influencia del “uribismo” que utiliza los desmanes causados por la guerrilla para profundizar el “odio" a las FARC y a la izquierda, y acentúa con relativo éxito la ideología conservadora y retrógrada en dichos sectores de clase y región (población de Antioquia, Eje Cafetero, Huila, Boyacá, Cundinamarca, Santander y otros departamentos).

El grueso de la pequeña-burguesía, los profesionales precariados y las clases medias que van a sufrir con mayor impacto el ajuste fiscal que inevitablemente el gobierno tiene que aplicar a partir de 2017, pueden entender con mayor facilidad ese pacto contra la corrupción y contribuir con la derrota de la burguesía burocrática porque son los sectores que van a ser más perjudicados con la reforma tributaria y una serie de cambios institucionales que afectarán las finanzas de los entes territoriales, principalmente de las grandes ciudades, lo que ya está en marcha con los incrementos en las tarifas de los servicios públicos, reavaluos catastrales y cambios en la estratificación de las viviendas.

Si las organizaciones políticas de izquierda y democráticas se desligan del acuerdo con la burguesía y el imperio, que tiene como referente las supuestas grandes inversiones en el campo como materialización de los acuerdos en el post-conflicto (que es la carnada para materializar el engaño), no sólo se podrán hacer las obras e inversiones sociales realmente posibles, con transparencia y eficiencia, sino que –en verdad–, podremos avanzar en la construcción de una democracia real y de una “paz estable y duradera”. Sin la derrota de la burguesía burocrática incrustada en el aparato estatal eso es imposible de concretar.

Todo lo anterior se materializará en las elecciones del 2018. La burguesía imperial tratará de constituir al calor del “proceso de paz” una convergencia burocrático-corrupta alrededor de los “herederos santistas” (De la Calle Lombana y socios) y jalonar importantes fuerzas de la izquierda (Clara López). Vargas Lleras intentará constituirse sobre la marcha en el referente político para aglutinar todas las derechas incluyendo al “uribismo” para frenar al supuesto “castro-chavismo”. Y por tanto, si los demás sectores políticos (Fajardo, Claudia López, Petro, Robledo y otros) no se unifican en una “tercería ciudadana”, esos dos grandes bloques polarizarán al electorado y pasarán por encima del resto. Así lo han hecho históricamente

Los trabajadores podemos organizarnos en forma autónoma y actuar con independencia dentro de esa “tercería ciudadana” para ayudar a despejar el terreno. Sólo es un paso pero es muy importante que lo demos. Sabemos que hay que romper con muchos esquemas para hacerlo pero no sólo es posible sino que esa táctica tiene grandes posibilidades de convertirse en realidad y en un triunfo político importante. Prevemos que después de que pase la “borrachera” pacifista se vendrá la “resaca” del ajuste neoliberal y así, traigan al Papa o se ganen el Nobel de la Paz, la realidad de los bajos salarios, la recesión económica, los altos impuestos, la crisis del sistema de salud, la corrupción, pondrá las cosas en su lugar y ese será el escenario ideal para que nuestra gente avance por la fuerza de los hechos.

Y esa realidad llevará también a que nuestros dirigentes políticos adecúen sus programas políticos y actúen en consecuencia. Pensar en esa posibilidad es la intención de este escrito.

E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado

lunes, 12 de septiembre de 2016

CARTA ABIERTA A LOS Y LAS JÓVENES DEL MS-E24

CARTA ABIERTA A LOS Y LAS JÓVENES DEL MS-E24
Estimados y estimadas jóvenes:

Desde el momento en que Ustedes tomaron la iniciativa de convocar la protesta del 24 de enero del presente año (2016) no sólo estuve de acuerdo con ese llamado sino que comprendí que eran expresión de un sector social –los jóvenes trabajadores y los “profesionales precariados” de las ciudades– que de años atrás venía manifestándose de diversas maneras para hacer escuchar sus voces sobre la situación del país y participar activamente en la vida política de la Nación.

Ustedes hacen parte –tal vez sin saberlo– de un movimiento mundial que desde hace década y media se ha expresado por construir una democracia real, contra la globalización neoliberal y contra un sistema capitalista que ha entrado en una fase de auto-destrucción causando enormes desastres sociales, económicos, ambientales y culturales que nos empujan por el camino de la hecatombe ambiental y de la extinción de la civilización humana.

Estuve de acuerdo –en ese momento– con su propuesta de un pliego de lucha que recogiera los problemas más sentidos por los trabajadores y el pueblo colombiano.  Mostraban Ustedes un gran sentido de la oportunidad y sentido práctico. Mucho me agradó que esos puntos tuvieran un carácter general pero concreto, y que además, tuvieran la intención de movilizar a sectores no-organizados y a personas que nunca habían tenido la oportunidad de protestar.

Desgraciadamente ese esfuerzo se encontró con un ambiente de polarización en el país que impidió que el llamado obtuviera una respuesta más contundente. La situación creada en torno al “proceso de paz” enfrentaba a las fuerzas que trataban de utilizar cualquier motivo para debilitar al gobierno y los sectores que se oponían a tal pretensión. Ese contexto de confrontación entre unas supuestas “derechas” e “izquierdas”, fue un obstáculo para movilizar a amplios sectores inconformes que hay en nuestro país. Pero, ese intento obligó a las burocracias obreras –así hubiera sido tímidamente– a confrontar al gobierno.

Esta experiencia debe haberles servido para entender la complejidad de nuestra sociedad. En ella existen diversas clases y sectores de clase; disímiles etnias, culturas y pueblos; variados intereses económicos en juego; múltiples visiones políticas que influyen en las organizaciones sociales y en los partidos y grupos políticos; y si no se tiene claridad frente a esa complejidad se corre el peligro de ser utilizados por uno u otro sector. Es necesario precisar que Ustedes aparecen en un instante muy difícil que está en pleno desarrollo y que no ha sido fácil de enfrentar ni siquiera para organizaciones con vasta tradición de lucha.

Por ello, el llamado que les hago, desde mi modesta posición de veterano activista social es a mantener ese entusiasmo, persistencia, espíritu de lucha y ganas de apoyar las luchas populares pero –paralelamente– tener paciencia, estudiar, debatir, evaluar al máximo la historia y ayudar a construir con una visión muy amplia, por un lado, un movimiento social que interprete y recoja los intereses de lo que denomino los “nuevos trabajadores” (técnicos, tecnólogos y profesionales precariados), y por el otro, una organización o colectivo político que se proponga la tarea de construir un Nuevo Proyecto Político. Son tareas diferentes y cada una debe tener propósitos claros y métodos diferentes.

Soy una persona muy crítica de mi generación que no pudo construir pensamiento propio y auténtico, fuimos influidos por corrientes políticas internacionales y cometimos demasiados errores de dogmatismo y unilateralidad. La guerra de la que estamos saliendo fue uno de esos errores. Fuimos incapaces de diseñar una estrategia adecuada para unificar a todos los sectores sociales que necesitan un cambio profundo en las estructuras económicas del país. No logramos derrotar la politiquería y el clientelismo y caímos en aventuras sectarias que nos aislaron de la población en general. No entendimos la importancia de realizar un trabajo pedagógico-cultural que a partir de lo que somos (indo-afro-euro-americanos), nos hubiera permitido potenciar nuestras capacidades humanas y aprovechar nuestras enormes riquezas.

Lo que nos muestra la historia es que en cada época o fase histórica existe una clase social que es la que se coloca al frente de la sociedad para jalonar los cambios posibles y necesarios para ese instante. La burguesía fue una clase revolucionaria en su momento y propició las revoluciones liberales. El proletariado industrial encabezó las luchas socialistas del siglo XX pero sus esfuerzos se concentraron en querer hacer las transformaciones desde el Estado y por ello fracasó. Hoy está surgiendo una nueva clase social que es la que Ustedes representan.

El momento es propicio para que los jóvenes de este país alcen la cabeza con autonomía, independencia, cierto arrojo y valentía. Colombia empieza a romper con su aislamiento histórico y hoy se necesita una dirigencia que piense verdaderamente en grande. Es necesario aprender de los movimientos sociales que surgieron en los levantamientos árabes de 2011, los indignados españoles y griegos, la reciente movilización de los jóvenes y trabajadores de Francia a partir de lo que se llamó “Noche de Pie” y las luchas de Turquía y Brasil.

Además, pienso que la principal tarea que tenemos hoy con ocasión de la terminación del levantamiento armado de las FARC es ayudar a conformar un gran “movimiento ciudadano” que se organice y prepare para derrotar en las elecciones de 2018 a la “burguesía burocrática”, que es la clase que aglutina a aquellos que se enriquecen y viven del Estado, o sea, el “sumun” de la corrupción, representada por la gran mayoría de las cúpulas políticas de los partidos tradicionales (liberal y conservador) y de los “nuevos” (Cambio Radical, la “U”, Centro Democrático y otros).

Si se cumple con éxito esa primera y vital tarea, las fuerzas democráticas y populares de nuestro país van a poder quitarse una gran carga de encima. Derrotar la politiquería, el clientelismo y la corrupción será un paso clave para poder avanzar por nuevos caminos de reivindicación y emancipación social. Además, nos desataremos las manos para contribuir con las luchas de los pueblos latinoamericanos y del mundo, dar un gran “salto civilizatorio” y construir una verdadera humanidad que haga posible una vida más justa y vivible.

Si Ustedes se organizan por aparte, crean un movimiento propio y diseñan una estrategia a mediano plazo, pueden participar de ese esfuerzo pero sin diluirse o dejarse cooptar de otros partidos o fuerzas políticas, y podrán impulsar nuevas formas de acción política sin caer en el electoralismo funcional al régimen y/o en clientelismos de nuevo tipo que ya corroen con sus vicios y prácticas corruptas a los partidos que se dicen promotores del cambio (Verde, Polo, etc.). Y estoy seguro, no sólo aprenderán mucho sino que harán un importante aporte.

Les deseo éxito en las deliberaciones que van a tener próximamente y cuenten con mi modesto apoyo en lo que Ustedes consideren.

Atentamente,

Fernando Dorado, activista social   



Popayán, 12 de septiembre de 2016

sábado, 10 de septiembre de 2016

VOTAR SI: LA HORA DE LA FRANJA AMARILLA

Por William Ospina (tomado de El Espectador)

Votaré sí en el plebiscito. No puedo decirles a dos guerreros, que durante medio siglo han hecho la guerra entre sí y que nos han hecho la guerra a nosotros, que no silencien las armas.

No es un favor que nos hacen: es su deber con un pueblo que ha padecido demasiado. Pero lo que enseguida tengo que decir es que quienes voten por el no, no son mis enemigos. Tienen todo el derecho a hacerlo si no les gusta el acuerdo a que han llegado el gobierno y la guerrilla. A mí tampoco me gusta, pero probablemente por razones muy distintas. Hay algunos que piensan que ese acuerdo es malo porque concedió demasiado, porque cambió muchas cosas; yo pienso que es malo porque concedió muy poco y porque no cambió nada.

No pertenezco al bando de los grandes dueños de la tierra, que ven como una amenaza, en un país de 30 millones de hectáreas productivas, un fondo (harto improbable) de 3 millones de hectáreas para los campesinos.  Al contrario, creo que para cambiar la situación del campo colombiano se requieren 10 millones de hectáreas, pero no distribuidas en una irreal solución agrarista, sino dedicadas a la modernización del campo, teniendo a los campesinos como principales protagonistas.

Dicen que en el mundo la distribución de la riqueza es tan inequitativa que la mitad de la riqueza mundial está en manos del uno por ciento de la población. O sea, una de cada cien personas es dueña de la mitad de todo. Pues bien, en Colombia la cosa es tan desproporcionada que una de cada diez mil personas es dueña de la mitad de la riqueza nacional: en un país de cincuenta millones de habitantes, cinco mil personas son dueñas de la mitad del campo productivo y de la mitad de los depósitos que hay en los bancos.

Lo que hace el acuerdo de La Habana es muy poco y no cambiará casi nada. Peor aún, existe el peligro de que ni siquiera desactive el conflicto con las Farc, porque algunos frentes no van a desmovilizarse, porque otros corren el riesgo de ser masacrados por paramilitares o por las propias fuerzas del Estado, y porque la desmovilización, sin un esfuerzo por convocar a la población civil a construir la reconciliación en el territorio y acoger con garantías a los guerreros, se da en un escenario de desconfianza y de insolidaridad.

Pero es la primera vez que Estado y guerrilla ofrecen terminar esta guerra atroz, donde han muerto y sufrido tantos ciudadanos, y sobre todo los más pobres, de modo que no podemos negarnos a intentar cerrar esta herida. Siempre he sabido que el fin del conflicto tenía que ser negociado, pero el verdadero cierre de una herida hay que hacerlo de cuerpo presente, y aquí han dedicado más tiempo al diagnóstico lejos del paciente, mientras a la filigrana de la reconciliación le van a dedicar, imprudentemente, pocos días.

Los que siempre hicieron la guerra no saben cómo hacer la paz. El documento de 297 páginas está alambrado de desconfianzas, de imposibilidades y de ineptitudes. Todo el trabajo de superación del conflicto se lo están dejando a las comunidades, pero una vez más sólo los que hicieron siempre la guerra quieren manejar el posconflicto.

Para agravar las cosas, ese deseable pero harto complicado final del conflicto se da en un contexto muy colombiano de rivalidad feroz entre dos sectores de la dirigencia. Nunca supieron hacer otra cosa que enfrentar a los ciudadanos entre sí, para poder seguir reinando. Ahora, a pesar de sus esfuerzos, y a pesar de ciertos titulares de prensa, no han logrado polarizar a los colombianos. Los gallos de pelea han perdido prestigio, y la ciudadanía se da cuenta de la insensatez de los dirigentes, de llamar a la guerra en nombre de la paz.

Entiendo que con el final del conflicto (que ojalá no conlleve traiciones de parte y parte) la vieja dirigencia se está retirando del escenario de la historia. Porque ellos sólo supieron gobernar por la violencia desde cuando le impidieron a Gaitán ascender al poder.

Votaré sí, sintiéndome hermano de los que votan no, y dispuesto a aceptar el veredicto de la democracia, aunque no ignoro que estamos en un régimen de precaria legitimidad.

Ya será ganancia que de este trance no salga Colombia enemistada (algunos pocos lo están ya) sino convencida de que necesitamos otra dirigencia, no de personas sino de ideas; que la paz está lejos y que depende de un poderoso cambio de agenda, que no nos lo ofrecerán ni el uribismo ni el santismo. El país lleva demasiado tiempo en manos de los Laureanos, en su forcejeo con los Santos y con los Lleras, y siempre con algún Gaviria sentado por ahí esperando su turno.

Mientras tanto las multinacionales hacen su agosto, el negocio de la droga prolifera, las mineras arrasan los páramos, los ríos sagrados agonizan, el desierto está creciendo, y los políticos sólo piensan en sí mismos.


Sólo un movimiento social nuevo, que ame esta tierra nuestra, que busque de verdad la reconciliación, que quiera verdadera justicia preventiva, es decir, justicia social, que incluso les dé una nueva oportunidad a los que nunca la tuvieron; que ponga el agua, los bosques, las energías limpias y el final de la pobreza en el primer lugar de la agenda, y que ponga a Colombia en el planeta, podrá pasar la página del país de las guerras que se bifurcan, y empezar a construir el país grande que todos sabemos que existe, que existe y que espera, el país de la Franja Amarilla.

jueves, 8 de septiembre de 2016

LA DISPUTA POR LA DIRECCIÓN DEL POST-CONFLICTO

LA DISPUTA POR LA DIRECCIÓN DEL POST-CONFLICTO

Popayán, 8 de septiembre de 2016

En Colombia la lucha por la paz y por la democracia empieza a despejarse. El paso dado por las FARC de dar por terminado en forma concertada con el gobierno el levantamiento armado de 52 años, es un hecho de gran significación. Ese suceso ofrece grandes oportunidades al pueblo colombiano para reorganizar sus fuerzas y movilizarse masivamente en torno a sus reivindicaciones más preciosas. Para hacerlo hay que derrotar políticamente a los sectores retardatarios que han impedido –desde siempre– la construcción de una democracia real que sea garantía de progreso y bienestar para las grandes mayorías de la Nación.

Sabemos que el interés en la paz que tiene la gran burguesía y el imperio no es gratuito. Su causa tiene por objeto despejar de la presencia guerrillera a extensos territorios del país para profundizar la entrega de nuestras riquezas al gran capital transnacional. Su pretensión es clara y evidente. Así como lograron instrumentalizar el conflicto armado ahora pretenden poner a su servicio (utilizar, manipular) el proceso de paz. En gran medida lo han logrado aprovechándose de la debilidad política de la insurgencia. Eso lo entendemos con claridad y no nos hacemos ilusiones vanas.

Para conseguir ese objetivo organizaron el Plebiscito. Pretenden darle legitimidad y apariencia democrática a la refrendación de los acuerdos. En realidad, su meta es conseguir que las mayorías populares, incluyendo a la dirigencia de las organizaciones sociales, identifiquen y limiten la “construcción de la paz estable y duradera” a la “ejecución de los acuerdos para el final del conflicto”. Ello para tratar de ocultar lo que todos sabemos: dichos acuerdos no afectan en lo más mínimo las causas que originaron y que alimentan el conflicto armado en Colombia. El presidente Santos lo dice todos los días: “La institucionalidad no se negoció”. El carácter del Estado y el modelo económico seguirán intactos si se lo permitimos.

No obstante, entendemos que la insurgencia no estaba en condiciones de obtener concesiones importantes en el proceso de diálogo y de negociación con el gobierno. Comprendemos su afán de superar de una manera digna esta fase de su lucha y la necesidad de presentar, después de tantos sacrificios humanos y materiales, algunos logros en materia de conquistas para la población campesina y rural. Hallamos justo el esfuerzo por obtener serias garantías de seguridad para reintegrarse a la vida civil y por lograr condiciones democráticas para transformarse en un partido político y participar en igualdad de condiciones en la vida legal. Sin embargo, pensamos que pueden haber cometido algunas ligerezas e imprecisiones.

Por ello, pensamos que es importante aclarar al pueblo colombiano que en el contenido de los acuerdos se plasman visiones diferentes y contrarias respecto al alcance de los mismos. Mientras que para el gobierno “las transformaciones que conlleva la implementación del presente Acuerdo deben contribuir a reversar los efectos del conflicto y a cambiar las condiciones que han facilitado la persistencia de la violencia en el territorio”, a juicio de las FARC “dichas transformaciones deben contribuir a solucionar las causas históricas del conflicto, como la cuestión no resuelta de la propiedad sobre la tierra y particularmente su concentración, la exclusión del campesinado y el atraso de las comunidades rurales (…)”.[1]

Esto es muy importante que se entienda porque influye en forma determinante en la orientación y alcance de las luchas populares y en especial, de las reivindicaciones agrarias, rurales y campesinas que siempre han tenido la meta de liquidar la estructura monopólica de la propiedad de la tierra. Es urgente hacer claridad que dichas luchas no pueden tener como limitación o condicionamiento lo que se aprobó en el Acuerdo Final con el nombre de Reforma Rural Integral RRI, dado que como lo reconoce el mismo gobierno, sus alcances no tocan para nada el modelo económico imperante. No sería justo que organizaciones autónomas e independientes de las FARC queden condicionadas por dichos acuerdos.

Por ello, las FARC y el gobierno deben aclarar ante la opinión pública que los contenidos de los acuerdos en ningún sentido pueden comprometer a terceros. Se supone que quienes apoyamos el SI en el Plebiscito, lo hacemos con la convicción de que termine el conflicto armado entre las FARC y el gobierno, y por ello, no podemos quedar amarrados o maniatados en nuestras metas y objetivos de lucha a los contenidos del pacto entre dos partes que no representan el pensar y el sentir de toda la sociedad. Además, se debe recordar que las organizaciones sociales no participaron plenamente en esos debates ni tenían por qué hacerlo.  

Ese tipo de precisiones deben servir para desenmascarar los planes del imperio y de la gran burguesía transnacional e iniciar, desde ya, la lucha por la dirección política del “post-conflicto”. Si los demócratas nos descuidamos, lo que se puede desarrollar en la Colombia de hoy –y frente a ello no podemos cerrar los ojos– es el tránsito gigantescamente rápido de la violencia brutal a la estafa más refinada. Reiteramos, apoyamos la terminación negociada del conflicto armado pero no somos ingenuos ni ilusos frente a toda la tramoya que se ha montado para identificar ese simple hecho con la denominada “paz estable y duradera”.

Teniendo en cuenta lo anterior y de frente a las tareas que el pueblo colombiano tiene para construir una verdadera paz hay que rechazar a quienes alientan ilusiones en la gran burguesía transnacional representada por Santos y en la burguesía burocrática y corrupta personificada por los Gavirias, Samper, Serpas, Barreras, Benedettis, y cía., que se han colinchado sin escrúpulos ni vergüenza en la lucha por la paz para pasar de agache y mantener su corrupto poder. Reafirmamos: No se puede estimular ninguna confianza en la burguesía criminal que ya ha demostrado que no cumple ningún compromiso.

Esa lucha por disputar la dirección del post-conflicto no se puede aplazar mientras la burguesía nos garantiza –como algunos creen– una “paz pura y simple”. La paz que quiere el imperio y la oligarquía es la “paz neoliberal”. Así lo definieron desde que se iniciaron los diálogos y en esa dirección han avanzado con la aprobación de la Ley Zidres, el Nuevo Código de Policía, la falsa separación de poderes y tienen preparada la Reforma Tributaria que será presentada como una ley impositiva necesaria para “financiar y construir la paz”.

¿Cuál es el paso práctico que planteamos para empezar a construir el nuevo país que todos anhelamos? Creemos que es necesario diseñar una estrategia para aplicar un antídoto contra la cooptación institucional de la inconformidad ciudadana. Dicha tarea debe tener como meta inmediata derrotar en las elecciones de 2018 a los representantes de la burguesía burocrática que utilizan el tema de la paz y la ilusión del postconflicto para continuar robándose el presupuesto del Estado. Hay que sacar a todos los corruptos de la administración del Estado para poder no sólo cumplir los Acuerdos sino para asumirlos como punto de apoyo (cuota inicial) para avanzar hacia nuevos horizontes democráticos y de justicia social.

Para hacerlo hay que emplazar a todos los sectores decentes y honestos de la sociedad colombiana que estén dispuestos de verdad (y puedan comprobarlo con sus antecedentes) a derrotar y acabar definitivamente con la corrupción político-administrativa. En los Acuerdos hay unos puntos en esa materia que deben ser tenidos en cuenta pero deben ser profundizados y desarrollados con mucho mayor alcance. Para hacerlo con nitidez y oportunidad hay que constituir una Gran Convergencia, Alianza o Coalición Ciudadana por la Democracia que aglutine a todas las fuerzas y sectores sociales y políticos que se coloquen esa prioridad.

Es más, hay que invitar también a personalidades como Humberto de La Calle Lombana y Sergio Jaramillo, cabezas de negociación del gobierno, a romper con las cúpulas de los partidos que hacen parte de la Unidad Nacional “santista”, que son profundamente clientelistas, politiqueros y corruptos, si en verdad quieren concretar lo firmado en los Acuerdos, así como a la dirigencia de las FARC, una vez se integren a la vida civil. El mismo llamado hay que hacerle a las fuerzas de izquierda y “progresistas”, para que se separen de la burguesía burocrática que los quiere sobornar y cooptar con pequeñas dádivas y contratos del “post-conflicto”, como ya lo hacen con algunos dirigentes burocráticos descompuestos de algunas organizaciones sociales y ONGs.    

En esa urgente tarea vemos con optimismo y alegría que un sector de lo que denominamos como burguesía “decente” (empresarios cansados de pagar impuestos y contribuciones que se los roban los corruptos) está dispuesta a apoyar esa fundamental e inmediata tarea. Esa burguesía con sentido de la “ética pública” debe ser estimulada y apoyada en la tarea de profundizar la lucha contra la corrupción política-administrativa. La sociedad colombiana ya cuenta con importantes figuras y personalidades políticas que representan este sector social que es vital –al lado de los trabajadores y sectores populares–para dar ese trascendental paso.

La realidad viva y lacerante nos obliga a relegar –por ahora– a un segundo término la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, que sólo deberá ser requerida por un gobierno verdaderamente democrático y honesto que garantice la participación plena y efectiva de amplios sectores de la sociedad colombiana, ya liberada de las fuerzas corruptas que utilizan el presupuesto de la nación y de los entes territoriales para hacer politiquería y clientelismo, que son factores anti-democráticos que no pueden ser superados por acuerdos burocráticos sino mediante un nuevo tipo de acción política y electoral decidida y entusiasta.    

Ante la grandiosidad de la misión que tenemos entre manos, que tiene antecedentes en las oleadas democráticas encabezadas por Carlos Gaviria Díaz y Antanas Mockus en años recientes, la tarea inmediata es desarrollar una inmensa y denodada batalla de ideas para superar la confusión ideológica que reina en las filas de los demócratas y de la izquierda. Pero paralelamente, ni más faltaba, ir construyendo la fuerza y la organización de ese movimiento ciudadano con las agrupaciones y personalidades políticas que ya tienen claridad sobre la tarea práctica inmediata.

Sólo podremos iniciar la construcción de una paz estable y duradera, cumplir los Acuerdos firmados y avanzar hacia cambios sustanciales y efectivos si, y sólo si, logramos derrotar esa burguesía burocrática que representa el peor cáncer de nuestra sociedad como es la corrupción político-administrativa. Incluso, es más dañina que la violencia que hemos vivido porque está en su origen y la retroalimenta en la cultura y en el tiempo. ¡No lo dudemos!

Nota complementaria: En realidad derrotar y liquidar a la "burguesía burocrática" es una tarea casi "pre-moderna", dado que ese sector de clase social hunde sus raíces en épocas coloniales. Derrotar la personificación de la corrupción político-administrativa es la tarea más revolucionaria del momento. Será un paso que despejará el panorama.


Uribe al quedar aislado de los grandes terratenientes que se sumaron al "proceso de paz" de Santos y del Imperio, quedó reducido a un sector de la burguesía agraria (fuertemente lastimada por las FARC) y tratará de recuperar su lugar dentro de la "burguesía burocrática" (allí nació y se crió) y por ello es inevitable que se junte con Vargas Lleras.

E-mail: ferdorado@gmail.com / Twitter: @ferdorado



[1] Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera. pág. 2, párrafo 4