viernes, 25 de mayo de 2012

¿SE EMBOLATA LA LLAVE DE LA PAZ?


¿SE EMBOLATA LA LLAVE DE LA PAZ?

Popayán, 25 de mayo de 2012

En los propios bolsillos del Presidente Santos se refundió la llave de la Paz. Sin darse cuenta, Santos – con la ayuda de la guerrilla y de sus propias vacilaciones – le ha entregado nuevamente la iniciativa a Uribe y a la extrema derecha colombiana. De ser llave de la Paz se convirtió – por arte de la política – en cerrojo de la guerra.

El atentado contra el ex-ministro Fernando Londoño Hoyos – independientemente de la autoría – ha puesto en manos del “uribismo” el cerrojo de la guerra. Uribe ha ganado la iniciativa política. Rápidamente puso a la defensiva a Santos y ha obligado al presidente Chávez, en solidaridad con el primer mandatario colombiano y por motivación político-electoral, a tensionar sus fuerzas contra la guerrilla colombiana, lo cual coloca el escenario “patas arriba” frente a lo que sucedía con Uribe hace varios años.

Hace 6 años los gobiernos patriota y neogranadino se enfrentaban por causa de la guerrilla. Ahora se unen por ella. Mientras el gobierno de Uribe era aplaudido, el de Chávez era repudiado. Ahora, Chávez juega a la “mano dura” como muestra de respaldo a Santos, lo cual en Colombia no tiene mucha credibilidad, mientras que el gobierno de Colombia pierde reconocimiento en cuanto a estar haciendo bien la tarea contra-insurgente.

Son las paradojas de la lucha de contrarios. La polarización del país entre “uribismo contra-guerrillero” y un “santismo supuestamente dialogante” – así Santos sólo se haya decidido por el diálogo a nivel internacional –, va a invisibilizar a las fuerzas de izquierda que están quedando en un “sándwich de indefiniciones”.

Mientras que el uribismo juega inteligentemente aprovechando la nueva escalada de ataques desarrollados por la insurgencia armada y el atentado al ex-ministro, Santos vacila entre mantener amarrada la llave de la paz o hacer una propuesta clara y decidida sobre un posible acuerdo con la insurgencia.

Santos hace amagues, envía señales, se muestra dispuesto a negociar la paz con la guerrilla. La aprobación de la reforma constitucional, denominada “Marco jurídico para la Paz” es una de esas señales. Pero al no plantear con claridad los límites de esas negociaciones, le ha dado oportunidad al “uribismo” de poder colocar como parte de la reforma, en forma sofista y hábil,  aspectos que el pueblo colombiano – por ahora – rechaza tajantemente, como sería una amnistía o indulto y la posibilidad de que altos jefes de la guerrilla pudieran llegar a ocupar cargos de elección popular.

En ese sentido, a Santos se le ha embolatado en sus propios bolsillos la llave de la Paz. De tanto amagar con sacarla parece haberla perdido. Es más, con las jugadas políticas que ha realizado el uribismo y la ayuda militar de las FARC, más el respaldo de los comandantes retirados del Ejército, se tiende a reconfigurar el panorama que vivió Colombia a principios del siglo XXI, después del rompimiento de los diálogos del Caguán.

Respecto a la conquista de una Paz negociada hemos retrocedido en una semana lo que se había avanzado en un año y medio. El problema es que no se ha definido con claridad que tipo de Paz quieren los colombianos. Si es una “paz política”, una “paz con justicia social”, una “pacificación”, u otra fórmula que no ha aparecido.

La verdad es que mientras las fuerzas políticas en general – incluyendo a la izquierda y a la derecha – no construyan una sola fórmula sobre la base de un “acuerdo sobre lo fundamental”, la violencia en Colombia seguirá no sólo como está ahora, sino que se puede agravar a niveles ya vividos o peores.

Esto hace parte de la tensión controlada que le conviene al imperio y a las transnacionales. En ese terreno seguirán arrasando con el territorio y apoderándose de nuestras riquezas naturales. Es el conflicto manipulado del que salen beneficiados las altas cúpulas del ejército y toda clase de negociantes que hacen su agosto con la guerra.

Entre todos – víctimas de la guerrilla y de los paramilitares, militares y civiles, empresarios y políticos, ciudadanos de a pie – hay que reinventar la “Llave de la Paz”, pero no se puede dejar en los bolsillos de un presidente que a tres meses de cumplir su segundo año de gobierno no ha podido quitarse de encima la sombra del “dueño del cerrojo de la guerra”.

Lo que es cierto es que el conflicto armado seguirá ocupando un lugar central – medular y determinante – en la vida del país. Así algunos no lo crean.

viernes, 18 de mayo de 2012

LUCHA SOCIAL Y LUCHA POLÍTICA

Popayán, 18 de mayo de 2012

Todas las señales indican que Colombia entrará en una nueva fase de movilización social. Las protestas por uno u otro motivo están creciendo y los niveles de coordinación entre las organizaciones sociales y políticas están en pleno auge. La aparición de nuevas expresiones socio-políticas (Marcha Patriótica, Congreso de los Pueblos) es parte de ese proceso.

Motivaciones no hacen falta. Los temas con más acumulado social están relacionados con la conquista de la Paz, la crisis del sector de la salud, los servicios públicos, el desempleo y la precarización de las condiciones de trabajo, además del tema de la educación superior que quedó planteado desde el año pasado con la movilización universitaria, entre otros.


El gobierno de Santos, a pesar de los anuncios que ha hecho sobre generación de empleo, crecimiento económico, recaudación récord de impuestos, y ampliación de servicios estatales para los sectores más pobres y vulnerables de la población – restitución de tierras, reparación de víctimas, planes de vivienda gratuita, asistencia a los damnificados del invierno y otros – parece encontrarse en afujías presupuestales para cumplir lo prometido (no es casual que se esfuerce tanto para camuflar de progresista su reforma tributaria).


¡Es la hora de la movilización social! ¡Es el tiempo de la lucha directa!, se afirma con optimismo en los círculos de izquierda y en el seno de las organizaciones sociales. Algunos cambios en las cúpulas de las organizaciones populares (caso de la CUT) así permiten preverlo. Hasta el presidente de la CGT (quien es gobiernista) se muestra opuesto a algunas políticas laborales del gobierno (pensiones y otras), lo que ya es un buen indicador.


En Colombia tenemos una rica experiencia en movilización social pero la característica a resaltar es su profunda dispersión. Desde 1977 no se realiza en Colombia un paro general de trabajadores o un Paro Cívico de connotaciones nacionales. ¡35 años de luchas sectoriales sin contundencia nacional! Eso es mucho, y en ello tiene gran influencia y responsabilidad la dispersión y la poca capacidad de unión de la izquierda.


Por ello, ante el despertar del movimiento juvenil universitario en octubre de 2011 muchas personas lo elevaron a categoría de histórico, ya que en gran medida es uno de los pocos movimientos nacionales que hemos tenido en las últimas décadas. ¡En buena hora!


Para que el nuevo ascenso de las luchas sociales signifique una efectiva acumulación de fuerzas que no sólo ponga en entredicho la estabilidad del gobierno de “unidad nacional”, sino que cuestione y afecte la hegemonía política de las clases dominantes, es necesario que dichas acciones superen las grandes limitaciones que hemos tenido en el pasado.


Para hacerlo se debe teorizar sobre el movimiento social, derrotar una serie de mitos, incomprensiones y desviaciones, que están en la base de nuestras frustraciones. En ese análisis de la relativa debilidad del movimiento social en Colombia debemos anotar falencias de carácter político y conceptual que contribuyen con esa situación.


El tema crucial vuelve a ser la relación entre los social y lo político. Lo que hoy ocurre en el mundo debería servirnos de lección. En los países árabes y europeos los partidos políticos más organizados (musulmanes en Túnez y Egipto, socialistas en Francia y Alemania) son quienes están canalizando las protestas populares que derrocaron a Ben Alí y Mubarack, y la inconformidad con la gestión económica de la derecha en Europa.


En Colombia, a la par que se desarrollen importantes movilizaciones sociales es muy importante que las izquierdas se unifiquen. No sólo para canalizar acertadamente los efectos de las protestas sino para que haya consenso al estimularlas, con tacto y respeto, con pluralismo en el manejo de las relaciones con las organizaciones sociales, respetando la relativa autonomía e independencia que debe caracterizar al movimiento social, para que estas luchas sean contundentes y masivas.


Sólo si la izquierda se unifica – no para hacer proselitismo al interior del movimiento social – sino para ayudar a colocarle contenido político y orientaciones claras, se podrá aprovechar la nueva oleada de protestas que se avecinan para no sólo afectar la estabilidad del gobierno santista sino para retomar con un ritmo creciente y permanente el fortalecimiento del movimiento social, no para que éste reemplace a las organizaciones políticas (como algunos pretenden) sino para retroalimentarse mutuamente.    


La tarea está sobre la mesa. Si las organizaciones políticas de izquierda y democráticas colombianas se unifican al calor del movimiento social, si hacen a un lado sus apetitos burocráticos y despliegan una acción unificada en torno a los problemas acuciantes que sufre la sociedad colombiana (conquista de la Paz; cambio del modelo de la salud; educación superior gratuita, de calidad y a cargo del Estado), de seguro se llegará al 2014 en condiciones para enfrentar con fuerza y dignidad la reelección de Santos.
Tal acción permite acumular fuerzas y prepararnos para que en 2019 podamos – ciertamente – celebrar con fuerza y unidad, la Segunda Independencia de Colombia.     

jueves, 3 de mayo de 2012

UN “POPULISMO DE DERECHA” SACA LA CARA EN AMÉRICA LATINA


UN “POPULISMO DE DERECHA” SACA LA CARA EN AMÉRICA LATINA
Popayán, 3 de mayo de 2012
Como estaba previsto en anteriores artículos[1] un “progresismo populista de derecha” va apareciendo en América Latina. En Cartagena se oficializó esta nueva presentación política de la Gran Burguesía Latinoamericana (trans-nacionalizada). Hizo aparición – en cabeza del presidente colombiano Juan Manuel Santos –, asumiendo la forma de un falso “regionalismo” que no renuncia a sus postulados neoliberales.
Es un fenómeno nuevo que tiene como factor principal que los pueblos y los trabajadores del mundo entero – y especialmente de la región – siguen girando hacia la izquierda.
Es una reacción parecida a la que asumieron los capitalistas, especialmente en Europa y EE.UU. frente al avance del comunismo y el socialismo en la primera mitad del siglo XX. Una nueva versión de “liberalismo social” ha aparecido en América Latina.
Sin embargo, la crisis económica no les permite más que diseñar planes de gobierno con exclusividad para “poblaciones vulnerables”, que asumen la forma de “filantro-capitalismo”[2] como bien lo define el profesor Renán Vega Cantor. Para el resto de la población no tienen nada que ofrecer, más que medidas regresivas que agudizan la sobre-explotación del trabajo, presentadas con bombos y platillos como políticas “para la conectividad y la prosperidad”.  
¿Qué hacer frente a esta realidad y a este nuevo reto para los pueblos y los trabajadores de América Latina?
Tres son las alternativas posibles: Mostrarse indiferentes e incrédulos asumiendo una especie de enconchamiento que lleva al aislamiento; plegarse a su política como le está ocurriendo a algunos sectores del sindicalismo colombiano lo que significa una entrega y plena cooptación; o ponerse a la par con dicha política empujando políticas nacionalistas y de carácter social sin ningún temor ni complejo.
En Colombia
Es evidente que cuando Santos le concedió el cargo de vice-presidente a Angelino Garzón, no fue sólo una decisión coyuntural de impacto electoral sino que correspondía a la implementación de un proyecto político de más largo aliento que lo iba a separar inevitablemente de Álvaro Uribe.
El proyecto es rehacer al Partido Liberal y darle un cariz “progresista”. Son innumerables las señales que van en ese sentido. Van a retomar la experiencia de México con el PRI, al cual han “modernizado” para ponerlo a competir exitosamente con el Partido de la Revolución Democrática PRD, y están asimilando (adecuando) en la forma, algunos de los planes y programas sociales implementados por los verdaderos gobiernos progresistas de la región.[3] 
Para los sectores de izquierda en Colombia los retos son enormes. O se construye un partido progresista – el Partido de la Constitución de 1991 – con clara identidad de izquierda pero abierto, moderno, incluyente, que reivindique un nacionalismo de cara a la globalización, mantenga el énfasis social pero sin caer en el paternalismo “estatista”; o se le deja abierto el camino al Partido Liberal renovado con el “santismo” para que cope ese amplio espacio que ha dejado vacío el Polo Democrático Alternativo.
La respuesta
Negar el “viraje cosmético” que la oligarquía ha diseñado en cabeza de Santos es cerrarse a la banda. Es lo que viene haciendo el sector mayoritario del Polo Democrático Alternativo, camino por donde no deberían transitar las nuevas tendencias de izquierda que se están configurando.
Ese enconchamiento – no reconocer las diferencias entre Santos y Uribe – lleva a que finalmente los extremos se junten, y que un sector del Polo termine, aparentemente, al lado del uribismo en las críticas al actual gobierno.
Plegarse a la política de Santos es lo que ya ha hecho un sector del “centro” (los Garzones, etc.) y para donde quieren jalar algunos sectores del “progresismo” que tienen afanes burocráticos y necesidades materiales, cayendo en el oportunismo abyecto.
Si en vez de darse un nuevo tipo de reagrupamiento se produce un mayor distanciamiento entre las tendencias de izquierda que están en pleno despliegue, la configuración de fuerzas a nivel nacional tendrá, de un lado, en el gobierno al “liberalismo-santista”, y en la oposición al uribismo y a la izquierda “balcanizada” en 3 o 4 fracciones.
Así la izquierda colombiana no tendrá la oportunidad de competir por ser gobierno y por ser poder en el corto y mediano plazo.
En América Latina
El mismo fenómeno puede ocurrir en América Latina. La burguesía latinoamericana (trans-nacionalizada) representada por el bloque México-Centroamérica-Colombia-Chile va a seguir tratando de jalonar a gobiernos progresistas de izquierda relativamente débiles (El Salvador, Perú, Paraguay, Uruguay) para neutralizar a gobiernos como los de Brasil y Argentina, y eventualmente confrontar con mayor fuerza a los gobiernos del ALBA.       
Las nacionalizaciones de empresas españolas en Argentina y Bolivia vienen a ser las respuestas precisas y correctas a tal política. Así sean todavía medidas parciales, no propiamente “expropiaciones” como las calificó despectivamente Santos, sin embargo apuntan en la dirección correcta para obligar a los falsos “progresistas” a que se quiten su falsa careta “regionalista” y muestren ante los pueblos su verdadera faz pro-imperial.
Por ello, a los sectores de izquierda que piden en este momento medidas más extremas, que tienen que ver con renunciar al “extractivismo” o romper totalmente con el mundo globalizado (así éste sea chino, ruso o iraní) hay que informarles que la independencia y autonomía latinoamericana es realmente precaria, que no es un problema sólo de voluntad, sino que tiene que ver con la inestabilidad económica del mundo y no se puede jugar a quedar completamente aislado como sucedió con Cuba, que tenía por lo menos en 1959 el respaldo de la URSS.
Es el momento de “hilar delgado”. Frente a un “neo-populismo burgués-progresista” la única alternativa es profundizar el “desarrollismo endógeno” liderado por Estados nacionalistas y democráticos que no les tiemble la mano para explotar nuestros recursos naturales – en alianza con las nuevas potencias emergentes (BRICS) –, respetando la naturaleza y los derechos de los trabajadores y las comunidades rurales comprometidas, a fin de financiar y sostener económicamente las revoluciones de independencia que están en pleno desarrollo.
Sólo así se podrá responder a una oligarquía regional latinoamericana que sólo espera un pestañear de ojos de los gobiernos revolucionarios para reafirmar su alianza imperial para recuperar lo que han perdido.
Santos juega a varias bandas, nosotros debemos jugar en la banda correcta.

 


[2] Ver: Renán Vega Cantor, “Ecos de la Cumbre de las Américas – Filantropicapitalismo”:http://www.rebelion.org/noticia.php?id=148502
[3] Caso del programa de construcción de viviendas que se ha “inventado” Santos en Colombia recogiendo algunos componentes del Plan de Vivienda desarrollado por el presidente Lula en Brasil.