sábado, 30 de abril de 2011

ANGELINO, EL “FALSO NEGATIVO” DE URIBE

Ollanta, el “negativo” de Fujimori…

ANGELINO, EL “FALSO NEGATIVO” DE URIBE

Popayán, abril 30 de 2011

Los desarrollos de la política en Colombia y Perú – con grandes similitudes –, nos facilitan identificar el comportamiento de sus protagonistas. La comparación es un buen ejercicio.

El pasado reciente

Uribe y Fujimori: un campesino paisa con ínfulas de gran-terrateniente y un pequeño empresario de origen japonés con aires de burgués. Uno y otro se crecieron ante sus oligarquías. Crearon un ideario de corte fascista. Fueron fenómenos políticos de corto vuelo.

Con su aspecto de pequeños dictadores conquistaron a los generales y coroneles más corruptos del ejército. Usaron programas asistencialistas para crear una base clientelar entre los sectores más débiles de la población. Sedujeron al pueblo y sirvieron a la oligarquía.

Su ascenso político-mediático se apoyó en el rechazo popular a las atroces acciones de la guerrilla. Así justificaron y posicionaron la estrategia paramilitar. Además, canalizaron y usaron sentimientos anti-oligárquicos. Vendieron la idea que el avance de la insurgencia era el resultado de la debilidad y connivencia de la clase política tradicional.

Sin base social propia se vieron obligados a concertar alianzas con las mafias. Fue su salida y su trampa. Quedaron presos de la dinámica criminal. A partir de una personalidad obsesiva, falta de escrúpulos y espíritu pragmático, se rodearon de personajes siniestros como los José Obdulios y Montesinos. El uno está en la cárcel y el otro en capilla.

Uribe involucró en sus crímenes a políticos y empresarios. También a agentes de la CIA, la DEA, ejecutivos transnacionales, y lobbystas. Hoy es su tabla de salvación. Se defiende chantajeando a sus antiguos aliados. Fujimori fue más vertical e ingenuo. Se enfrentó al conjunto de la oligarquía. Hoy paga caro su osadía.

El presente en desarrollo

¿Quién puede canalizar el espíritu anti-oligárquico que falsamente encarnaban Uribe y Fujimori? Sólo la izquierda revolucionaria de carácter civilista lo puede hacer.

En Perú Ollanta Humala está ad-portas del gobierno mientras Keiko Fujimori logra mantener cierta fuerza electoral usando la imagen populista de su padre. La oligarquía peruana más reaccionaria la apoya. Otras facciones de la oligarquía, asesoradas por EE.UU., ante la realidad de tener que escoger entre la hija de Fujimori y el líder izquierdista, tratan de moderar a Humala como lo hicieron con Funes en El Salvador.

En Colombia la Izquierda tenía – y aún tiene – todas las condiciones para avanzar. Tres factores han determinado su debilitamiento temporal. La división interna, la infiltración de los corruptos, y la falta de audacia revolucionaria.

La división interna ha sido fatal. La incapacidad para llegar a acuerdos políticos ha sido determinante. La interferencia de intereses grupales inhabilitó al Polo para actuar con oportunidad y fluidez política. Sin una férrea unidad es imposible la acción política.

La corruptela “Dussán-Morenista” se infiltró en altos niveles de dirección aprovechando esa situación. Así, se enlodó la imagen polista en Bogotá. Es un fuerte golpe que puede ser asimilado siempre y cuando se reconozca el problema y se rectifique a tiempo.

La falta de audacia revolucionaria es un efecto de la táctica oligárquica de vincular al Polo con la guerrilla. Petro jugó a “negarse a sí mismo” cayendo en posiciones vergonzantes. Al resto del Polo todavía nos pesa ese tema. La problemática del narcotráfico y el conflicto armado no son enfrentadas con la suficiente fuerza y claridad. Se teme que los medios de comunicación de la oligarquía manipulen nuestras posiciones. Hay que superar ese temor.[1]

El paquete distractor

Las elecciones pasadas mostraron que el entorno político es frágil y cambiante. El proyecto político de Uribe está en crisis. Sin embargo, él como figura está en una especie de “flotador mediático”. La dirigencia política tradicional se disputa “su” espacio. Mientras lo consiguen precisan de un “negativo” del ex-presidente. De no fabricarlo, un líder de la izquierda revolucionaria se puede conectar con la psiquis popular. El vacío no existe.

Necesitaban un “pararrayos” de la inconformidad popular. Un “paño de lágrimas” que canalizara las quejas. Requerían un personaje que encarnara el papel populista con pose anti-oligárquica. Santos no podía hacerlo. Así, deciden confeccionar un nuevo “mayordomo”. Claro, más se parece al “ama de llaves” de la Casa de Nariño.

La figura escogida fue Angelino Garzón. Es el típico cortesano. Experto conciliador, maneja el paquete de los DD.HH., pone la cara por la firma del TLC y – supuestamente – “defiende” a los trabajadores. Que haya militado en el Partido Comunista y en la UP es una gran ventaja. Ya demostró ser leal y servil como ministro y gobernador. Es “como mandado a hacer”.

Para limpiarle la cara y tapar las alianzas “non sanctas” que entabló con las mafias regionales, que le sirvieron para llegar al cargo de Gobernador del Valle, sancionaron y sacaron de afán a su sucesor, el novel y aplicado hijo de la mafia Juan Carlos Abadía. Otro “sacrificado”.

Pero no era suficiente. Para hacer creíble el “paquetazo” faltaba algo más. Los refuerzos no han dado espera. El “Movimiento Progresista”, nuevo nombre del “petrismo”, ya está en fila. Ya negociaron el apoyo del Vicepresidente para las elecciones de octubre/2011. Así justifican su “nueva política de alianzas”.

Conclusión

Hasta ahora Ollanta es el fiel negativo de Fujimori. En Colombia los negativos de Uribe – a excepción de Carlos Gaviria y Jorge Enrique Robledo – se han difuminado. Petro lo fue hasta cuando se perfiló de candidato. En menos de un año pasó de “izquierdista” a “democrático”, ahora es “progresista” y ya casi es “santista”. ¡Qué metamorfosis!

El camino para la democracia y la izquierda revolucionaria colombiana está despejado. Los “falsos negativos” no pueden distraernos. Amplios sectores populares azotados por las políticas neoliberales, por el monopolio oligárquico y por la corrupción galopante están a la espera de verdaderas alternativas.

Sólo es cuestión de ajustar y rectificar. Se requiere audacia y más audacia. ¡No más miedo!



[1] El ex-presidente liberal César Gaviria Trujillo plantea que la política de los EE.UU. contra el narcotráfico es un absoluto fracaso. La izquierda no dice nada. Es un ejemplo de la falta de audacia revolucionaria.

sábado, 23 de abril de 2011

LA "OLA VERDE" Y LO QUE PUDO SER

A un año del suceso “verde”

LA “OLA VERDE” Y LO QUE PUDO SER

Popayán, 22 de abril de 2011

Al calor de lo que ocurre en Túnez y Egipto podemos hacer un análisis retrospectivo de lo que pudo ser la “ola verde” en Colombia. Podemos aprender.

La lucha contra la criminalidad y la mafia uribista – que ya era una verdadera “dictadura cívico-paramilitar” – estaba en la base emocional de la “ola verde” (“no todo vale”). Fue en verdad un grito libertario de una parte de los jóvenes colombianos.

Estaba encabezada por el mismo tipo de jóvenes que iniciaron los procesos revolucionarios de Túnez y Egipto. Son profesionales inconformes con la situación de nuestro país. Están cansados de la corrupción y de las nulas posibilidades de desarrollo. Muchos ya habían migrado a EE.UU. y Europa y, habían regresado por efecto de la crisis financiera mundial.

Son profesionales o prospectos de serlo, que sueñan con constituir empresas, contar con el apoyo y/o el estímulo del Estado, desarrollar plenamente sus capacidades intelectuales y técnicas. Quieren enfrentarse al mundo globalizado. Son jóvenes cosmopolitas y echados “pa’lante”. Algunos soñaron con ser “yuppies” pero hoy tienen los pies en la tierra.

A su lado estuvieron miles de jóvenes profesionales de origen proletario que se conforman con empleos precarizados, varios trabajos simultáneos de carácter temporal y salarios que no compensan el tiempo de estudio ni las inversiones hechas para obtener un título.

En Colombia dos factores jugaron para que ese fuego juvenil que buscaba condiciones mínimas de “legalidad democrática” y de “ética pública” no prendiera en el conjunto de la juventud y entre el pueblo trabajador. Ellos son:

Los dirigentes “verdes” no mostraron decisión. En el fondo son “cortesanos”. Nadaban entre un “uribismo vergonzante” y un “polismo vergonzoso”. No se enfrentaron resueltamente a Uribe para no parecerse al Polo. Los frenó la mentira mediática de que éste partido era cómplice o connivente con las FARC.

Por otro lado, la dirigencia del Polo tenía un “freno de mano” que le impedía ponerse con determinación al frente de esa juventud. La división interna y el “petardo corrupto” de los Moreno tuvo que haber influido. Tenían miedo de que sus “bases sociales” – trabajadores del Estado y algunos sectores agrarios – no los acompañaran en ese salto hacia adelante. El conservadurismo se impuso. Hizo falta visión política y generosidad.

Las apetencias individuales de Petro lo llevaron a traicionar su propuesta de “unir a las fuerzas sanas de la Nación”. Utilizó al resto de sectores políticos del Polo para posicionarse electoralmente. Con ese “acumulado” ahora juega a constituir una “alianza progresista” con Santos. La ética quedó anulada por el cálculo político.

Hoy los jóvenes de la “ola verde” están escépticos. Algunos quieren impulsar el voto en blanco. No encuentran líderes creíbles. En la lucha contra la corrupción quedaron a mitad de camino. Sus principales dirigentes se “arrugaron”. Nunca fueron capaces de enfrentar la corrupción paramilitar que representa Uribe. El partido “verde” entró en la dinámica de la “gobernabilidad”. Por eso le apuestan a Peñalosa. Así matan el espíritu de la “ola verde”.

Si esa oleada de inconformidad juvenil hubiera contado con el apoyo decidido de sus principales cabezas y de la izquierda, podría haber desencadenado en Colombia una ola revolucionaria democrática, civilista y ética de grandes proporciones. Para hacerlo no se necesitaban acuerdos burocráticos. Era un problema de decisión y audacia revolucionaria.

Hoy Uribe no estaría llamando a enfrentar con marchas los fallos de la justicia. Estaría “trinando” desde la cárcel. Y Santos no sería el prospecto de líder regional que los EE.UU. quieren fabricar y usar como punta de lanza para recuperar terreno en Latinoamérica.

Algunos pesos pesados del empresariado y la política colombiana estarían en La Picota al lado de los Nule ó ya habrían pedido asilo político en algún país remoto.

Mockus seguramente estaría en la Presidencia vacilando en cómo cerrar el canal del Dique, filosofando sobre el calentamiento global y haciendo cálculos matemáticos para tomar decisiones frente a la economía y el desempleo.

Pero no importaría. La juventud estaría entusiasmada. Los diques de la política colombiana estarían abiertos. Un nuevo espíritu revolucionario recorrería el país y la “vieja clase política” que hoy se mueve en las regiones y municipios como “pez en el agua”, estaría pagando escondedero.

La guerrilla ya no tendría más excusas para iniciar una franca política de Paz y el pueblo colombiano podría dedicarse a labrar su 2ª independencia y a resolver los graves problemas que el capitalismo no puede resolver.

Ya le llegará una nueva ocasión a la juventud colombiana. Para ese momento los jóvenes profesionales tendrán que haber aprendido que sus sueños empresariales se pueden construir pero al lado de los obreros, campesinos y millones de trabajadores que se ahogan en una sociedad que no ofrece oportunidades y que lanza a cientos de miles de jóvenes estudiados a la informalidad del rebusque. Es el fruto de 30 años de capitalismo neoliberal.

Esos jóvenes van a ir entendiendo que hay que rescatar la dignidad de la Nación y que debemos pensar en las mayorías para derrotar la inequidad e injusticia social, base de la peor corrupción de nuestro sistema de vida.

Es lo que en la actualidad los jóvenes tunecinos y egipcios están aprendiendo. Hay que seguirles la ruta.

viernes, 22 de abril de 2011

EL LAVADO DE CARA DE SANTOS

El pataleo de Uribe en la “Semana de Pasión”

EL LAVADO DE CARA DE SANTOS

Popayán, 21 de abril de 2011

Hace 5 meses pronosticamos que “Santos sacrificaría a Uribe”. Ya lo hizo. El “¡no moleste!” es la confirmación de una decisión ya asumida.

“Sacrificarlo” no significa llevarlo a la cárcel. ¡Qué más quisiéramos! Es desecharlo como actor político. Ya cumplió su papel y no lo necesitan. Hizo el trabajo sucio y ahora debe convertirse en un “buen profesor”, según consejo de Santos. Después podrán volver a utilizarlo como hacen los sectores más reaccionarios del Perú con Keiko, hija y alter ego de Fujimori. Ollanta Humala los tiene asustados.

Decíamos entonces que si Uribe retaba a sus patronos oligárquicos e imperiales, ellos no dudarían en inmolarlo. Están encarcelando a sus compinches menores (funcionarios del DAS y de AIS) y lo harán con sus cómplices mayores si así lo requieren. Samuel Moreno y los Nule hacían parte de ese negocio. Son mensajes a Uribe para que baje el tono.

Uribe no puede hacer más que mostrar solidaridad con sus compadres y ex-funcionarios. Patalea y sigue “trinando” para mantener su “aura” política. Es una de sus cartas de negociación aunque seguro tiene “sus guardados” para situaciones más críticas y tensas. No sabemos si sus subalternos en desgracia aguantarán o si alguno finalmente revelará lo que todos saben: que Uribe ordenó y estaba al tanto de todos los crímenes.

¿Por qué sacrifican a Uribe?

No es un problema menor ni sólo de política interna. Hace parte de la política imperial global que tiene nuevas prioridades. Bush y Uribe son “periódicos de ayer”. El gobierno de los EE.UU. – sobre la marcha – viene diseñando nuevas estrategias para contener su decadencia. Además, afronta con sus socios la profunda crisis del sistema capitalista, la grave situación fiscal de los gobiernos europeos y de sus propios Estados federados, el estallido de las revoluciones democráticas árabes y la rebelión nacionalista en su propio patio trasero (América Latina).

Esa “nueva” política ha sido denominada “alianza entre iguales”. Está dirigida a cooptar el “neo-desarrollismo latinoamericano”[1] reconociendo el fracaso “parcial” del paquete neoliberal. Su objetivo inmediato es restablecer y fortalecer sus relaciones con las burguesías del Mercosur (Brasil y Argentina), neutralizar la influencia “bolivariana” de Venezuela y garantizar condiciones en toda la región para la inversión intensiva de capital transnacional en energía (petróleo, agro-combustibles), minería, biodiversidad e infraestructura turística. A la sombra de esa política preparan “intervenciones armadas humanitarias” y “transiciones democráticas” como las que actualmente ejecutan en el mundo árabe.

Para impulsarla necesitan “movimientos progresistas”. Hacen grandes esfuerzos para que la “línea Lula” se modere todavía más. No tiene nada de raro que acepten la nueva versión “progresista” de Humala en el Perú y que aspiren a convertir a Santos en el reemplazo continental del ex-presidente brasileño. El “nuevo mejor amigo del presidente Chávez” ha demostrado ser capaz de liderar la versión burguesa de una especie de “populismo neo-desarrollista” subordinado al imperio norteamericano. El Banco Mundial y el FMI trabajan con intensidad en esas variantes teóricas y conceptuales. Colombia es terreno de experimentación.

Legitimar la recolonización territorial en Colombia

En el caso colombiano requerían un estadista con buenos modales. Santos ya encabeza el bloque México-Colombia-Perú-Chile. Será el Caballo de Troya en UNASUR. Por ello el lavado de cara al presidente neogranadino va un poco más allá de lo cosmético. El énfasis en la protección de los DD.HH., la lucha contra la corrupción, la protección de los derechos laborales de los trabajadores y demás “pastillas narcotizantes”, son fórmulas para legitimar el liderazgo de Santos a nivel nacional y regional. Y lo han hecho con prontitud y oportunidad.

La política de reparación de víctimas y de restitución de tierras les viene como anillo al dedo. Tratan de posicionar un “nuevo” modelo de recolonización territorial.[2] Se profundiza la reprimarización de la economía con grandes inversiones en minería, agro-combustibles y otros productos tropicales, servicios ambientales y ecoturismo globalizado. Se le añaden “ingredientes sociales”. Se devolverán tierras a los campesinos desplazados con paquetes tecnológicos y créditos amarrados a programas capitalistas transnacionales. Serán proyectos puntuales de “economía campesina” asociada a los encadenamientos productivos internacionales. Todo se adobará con pequeñas inversiones en vivienda y servicios públicos que servirán de publicidad a la política de la “cohesión social”.

Mientras tanto el desempleo crece en Colombia y la pobreza se acrecienta. Es el talón de Aquiles del capitalismo “senil”. Santos prometió prosperidad con base en “más trabajo” y no podrá cumplir. Nuevos sectores sociales están reclamando nuestra atención. Los profesionales proletarizados, los trabajadores “informalizados”, moto-taxistas, vendedores ambulantes, micro y mini-empresarios, desempleados, están a la espera de nuestra orientación y aporte organizativo.

Necesidad de nuevos enfoques en el campo de los revolucionarios

Tres lecciones están dejando las revoluciones árabes. Una, la crisis de la teoría y práctica anti-imperialista de carácter nacionalista estrecho. Dos, la aparición – todavía incipiente pero muy alentadora – del proletariado “informalizado” que fue el factor dinamizador en la lucha por democracia política y el derrocamiento de los gobiernos autocráticos. Y la tercera, la necesidad de una organización internacional de los trabajadores que contribuya a transformar las revoluciones políticas – que están en desarrollo –, en revoluciones sociales anti-capitalistas.

En el caso de América Latina, las burguesías “nacionales” han demostrado su total lacayismo. Su subordinación al imperio está más que demostrada. Sólo los trabajadores – si se constituyen en fuerza política independiente – estarán en capacidad de jalonar a los pequeños y medianos productores rurales y urbanos hacia una política de soberanía nacional y de integración latinoamericana íntimamente ligada a propuestas anti-capitalistas de carácter internacionalista.

Los esfuerzos de los gobiernos del ALBA (Cuba, Venezuela, Ecuador y Bolivia) han mostrado limitantes estructurales. La economía dependiente de la exportación de recursos energéticos y de materias primas que heredamos de los gobiernos neoliberales nos hace tremendamente vulnerables. Brasil y Argentina, a pesar de su positivo desempeño económico reproducen el modelo agro-exportador. Ecuador se apoya en China pero se ve obligado a profundizar el modelo “extractivista”, situación que en Bolivia enfrenta al gobierno con las comunidades indígenas y la población en general.

Ante esas nuevas realidades los revolucionarios y movimientos sociales de Colombia y de América Latina debemos revisar nuestra política. Frente a un “neo-desarrollismo” subordinado a los intereses imperiales debemos impulsar propuestas de verdadera integración regional latinoamericana que nos permitan romper con el modelo de producción capitalista globalizado que nos degrada, debilita y somete cada vez más.

Se requiere como mínimo una estrategia continental de los pueblos y de los trabajadores para enfrentar la política imperial que ha logrado tomar un segundo aire gracias a nuestras debilidades económicas estructurales y a nuestros vacios teórico-políticos. La tarea no se la podemos dejar exclusivamente a los presidentes nacionalistas. Es hora del relevo a cargo de los movimientos sociales y de las organizaciones políticas de los trabajadores y los pueblos.



[1] El desarrollismo fue una política económica iniciada por los gobiernos nacionalistas de Perón, Vargas y Cárdenas. Técnicamente fue puesta en marcha durante el Gobierno de Arturo Frondizi en Argentina (1958 - 1962). Poco después – a través de la CEPAL – fue asimilada por los EE.UU. y convertida en la política de sustitución parcial de importaciones y aplicada en toda Latinoamérica. En la actualidad se impulsa un nuevo desarrollismo desde diversas corrientes ideológicas y con diferentes prioridades.

[2] Aurelio Suárez Montoya. Fase superior del “modelo malayo” colonialista: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=126628

martes, 19 de abril de 2011

LA TRAMPA DE LIBIA Y EL “DEFENSISMO REVOLUCIONARIO”

Popayán, abril 19 de 2011

La evolución de los acontecimientos en el Norte de África y Medio Oriente y, en particular en Libia, ayuda a clarificar los hechos, a identificar los intereses de los diversos actores directos e indirectos, y pone a prueba las concepciones políticas vigentes.

Lo que ocurre en el caso de Libia llama considerablemente la atención: los imperios montaron una intervención militar para “proteger a la población civil” y derrocar a Kadaffi. Pero… ni protegen a los civiles – que siguen muriendo no sólo en Libia sino en Yemen, Siria y Bahréin – ni tampoco tumban al autócrata libio. Algo extraño ocurre allí.

Para la mayoría de fuerzas anti-imperialistas y de izquierda, la intervención imperial se hizo para apoderarse del petróleo y castigar al líder beduino por sus aventuras pasadas. Lo cierto es que las empresas petroleras europeas ya tenían un fuerte control. Hasta Aznar, quien fue uno de los mentores de la “conversión” de Kadaffi, hoy lo defiende.[1] Más raro todavía.

Se debe recordar que la intervención imperialista-USA era muy fuerte desde mucho antes del estallido de las revoluciones democráticas actuales. Es en contra de esa interferencia, a pesar de las “agencias occidentales de promoción de la democracia”, que los pueblos se rebelan. La intervención militar imperialista en Libia es parte de esa realidad: la venían preparando a la sombra de una débil rebelión popular manejada desde afuera por sectores monárquicos (Bengazhi-Cirenaica).

El principal objetivo de la intervención en Libia

El aspecto principal a dilucidar es: ¿Cuál es el objetivo principal de la intervención militar imperialista en Libia? ¿Qué fue lo que unificó a los gobiernos de los EE.UU., Inglaterra, Francia, España, Arabia Saudita y sus satélites, Rusia, China y demás potencias capitalistas que aprobaron la Resolución 1973 de la ONU o que no la vetaron pudiendo hacerlo?

La necesidad de derrotar la revolución democrática en ciernes fue lo que los juntó. No podían permitir que el “caos” se desbordara. La conquista de las libertades políticas, derecho a la asociación y a la información por parte de los pueblos y trabajadores árabes era algo inconcebible para las potencias imperiales y para las cúpulas petro-oligárquicas árabes. Es una peligrosa bomba de tiempo, un detonante que puede desencadenar efectos impensados frente a los conflictos que vive la región: Israel-Palestina, intervención estadounidense en Irak y Afganistán, fortalecimiento de sectores musulmanes pro-Irán, negociaciones secretas del petróleo, control del Canal del Suez, del estrecho de Ormuz y del Golfo de Omán, entre otros.

Todo lo anterior en el marco de una crisis sistémica del capitalismo, una situación financiera en extremo frágil y una grave crisis fiscal de los principales Estados capitalistas. De profundizarse la inestabilidad en la zona petrolera traería consecuencias imprevisibles e incontrolables para el gran capital. Por tanto, la inestabilidad económica y el riesgo político exigían una intervención UNIFICADA de todas las potencias económicas del mundo.

La intervención bélica de “carácter humanitario” en Libia, fue la opción escogida. Hacerla ante un país endeble y un gobierno encabezado por el “más cruel y despiadado déspota de la región” – que no es totalmente subordinado a sus intereses y es odiado por las elites saudíes – fue la carta que jugaron. ¿Cuál era el objetivo específico global?

- Intentar ponerse al frente de las revoluciones democráticas para canalizar, encauzar, morigerar y derrotar los “vientos de cambio” democrático.[2]

- Poner en aprietos a los regímenes totalitarios de toda el área y del mundo – incluyendo los de su propia órbita árabe pero también a Siria, Jordania, Irán –, que no podían oponerse al derrocamiento del gobernante libio. Unos porque lo consideran un traidor; otros, porque quieren manejar una imagen democrática o de gran apoyo popular; y unos más, porque negocian sus propios intereses a la sombra de la geopolítica y la diplomacia. China y Rusia juegan, penan y aguantan a la sombra.

- Amedrentar a los pueblos con posibles guerras civiles e intervenciones extranjeras a fin de motivarlos a aceptar procesos de “transición democrática” orientados y dirigidos por las potencias occidentales (ONU).

- Desviar la atención pública internacional presentando la reacción de Kadaffi como la de un “criminal de guerra”, mientras preparan el recambio de sus propios dictadores con golpes de Estado “suaves” u otras modalidades, al estilo de Egipto.

- Cada gobierno imperial (inglés, francés, español, estadounidense) tiene también sus propios objetivos de coyuntura interna. Defienden y pujan por los intereses de sus empresas petroleras en Libia y en la región árabe y, posan en lo interno de promotores de la democracia y de la “asistencia humanitaria”.

A pesar de todo – retando todos los cálculos y pronósticos – los pueblos y los trabajadores árabes no han cejado en su empeño democrático. Ese es el aspecto a resaltar. Los pueblos no se han dejado engañar, han sido superiores a las corrientes “revolucionarias” que cayeron en la trampa de Libia. No le jalan al falso “defensismo nacionalista”.

La crisis del pensamiento anti-imperialista tradicional y el “defensismo revolucionario”

Hay quienes niegan la crisis del pensamiento revolucionario. La izquierda internacional, los socialistas y nacionalistas están divididos frente a la intervención en Libia. Los enfoques y análisis no cuadran. Hasta los pocos “trotskistas” que quedaban se han roto. Qué decir de los gobiernos revolucionarios y demócratas de América Latina que no saben cómo encajar o encuadrar su rechazo a la intervención imperialista, el apoyo a la revolución árabe y la defensa del régimen dictatorial de Kadaffi.

La mayoría de los movimientos, partidos y gobiernos anti-imperialistas (nacionalistas) han asumido la defensa del régimen de Kadaffi como consecuencia de su rechazo a la intervención imperialista. En gran medida los estrategas imperiales querían motivar esa reacción a fin de aislar de cualquier influencia revolucionaria, anti-imperialista y anti-capitalista, “bolivariana”, que pudiera llegar a las amplias masas de trabajadores y pueblos árabes en rebeldía democrática. De paso, desgastan y aíslan a nivel mundial la posición de los gobiernos anti-imperialistas tachándolos de antidemocráticos y defensores del sátrapa.

Si el núcleo de gobiernos revolucionarios de América Latina se alineaba con Kadaffi, la revolución contra los autócratas árabes quedaba relativamente aislada del mundo. Así, las fuerzas oligárquicas y retardatarias en cada país árabe, podrían – usando las agencias imperiales de “promoción de la democracia” – moderar y adocenar a la dirigencia de los noveles movimientos democráticos y de las inexpertas masas populares y proletarias que nacen a la vida política en forma masiva. El efecto de tal estrategia ha sido que los medios de comunicación – incluyendo los alternativos – se han dedicado a difundir lo que ocurre en Libia mientras se ha reducido la información sobre lo que sucede en el resto de países. La “intervención” al servicio de la desinformación.

En el campo de las principales corrientes y fuerzas revolucionarias del mundo y de América Latina se ha impuesto el “defensismo nacionalista” presentado como “defensismo revolucionario” y como “anti-imperialismo consecuente”. El anti-imperialismo nacionalista prevaleció sobre el anti-imperialismo anticapitalista. Parece un juego de palabras, pero no lo es. Es nuestra herencia anti-imperialista estrecha, que las revoluciones árabes del siglo XXI han empezado a desnudar.

El “defensismo revolucionario”

Para profundizar sobre el “defensismo revolucionario” debemos recurrir al más importante antecedente: 1917 y 1918 en Rusia. Después de la revolución democrática de febrero de 1917 una parte de la dirigencia bolchevique – al sentirse a la cabeza de la “gran nación rusa” – empezaron a cambiar su posición frente a la guerra imperialista (1ª guerra mundial). Identificaban la defensa de la revolución con la “defensa del Estado ruso”.

Lenin les salió al paso con las “Tesis de abril”. Posteriormente el debate se profundizó con ocasión del Tratado de Brest-Litovsk con el imperialismo alemán. Lenin dio la batalla y tuvo a su lado a Trotsky. Ya los bolcheviques y los espartaquistas alemanes habían enfrentado al oportunismo disfrazado de “nacionalismo” cuando votaron en contra de la financiación de la guerra imperialista en 1915. La Paz sin concesiones ni anexiones y la publicación de los acuerdos secretos firmados por el Zar y el gobierno burgués de Kerenski eran las condiciones que impulsaban los bolcheviques revolucionarios.

Se nos dirá que en ese caso era diferente porque Rusia era una potencia imperial y Libia es un país dependiente, del “tercer mundo”. Lo evidente – lo que comprueban los hechos – es que el objetivo de esta guerra de intervención en Libia va más allá de apoderarse de los recursos naturales (petróleo) de un país africano. Ya los tenían relativamente controlados. Ésta es una verdadera guerra de contención, es – sin duda – una violación del derecho a la autodeterminación de las naciones y de la autonomía de los pueblos, pero el aspecto principal es que se hizo para DERROTAR LA REVOLUCIÓN DEMOCRÁTICA árabe y mundial en desarrollo.

Colocar a la defensiva a los movimientos, fuerzas y gobiernos revolucionarios anti-imperialistas es el principal objetivo de esa intervención. Y lo han logrado, por ahora. No por la correlación de fuerzas sino porque no tenemos una visión internacionalista de nuestras luchas. Hemos seguido la línea que se impuso en la URSS después de 1924 – posterior a la muerte de Lenin – en donde los intereses de la “gran nación rusa” se pusieron por encima de los intereses fundamentales de la revolución proletaria.

Las causas estructurales y políticas de esta situación

La principal causa de que el “defensismo nacionalista” se haya impuesto en el campo de los revolucionarios ha sido el enorme peso material y político de las masas no proletarias – campesinas y pequeñoburguesas – en la lucha contra los imperios colonialistas y neo-colonialistas, que se combinó (o coincidió) con la derrota histórica de la clase obrera en el mundo occidental y de Europa oriental. Los gobiernos capitalistas impulsaron los “Estados de Bienestar” para domesticar a los trabajadores de los países industrializados y a algunas elites de la clase obrera en los países dependientes, y la revolución anti-imperialista quedó en cabeza de las “burguesías nacionales” y de la pequeña burguesía agraria.

El gran aporte de las revoluciones árabes es que han mostrado el rostro juvenil de un proletariado que es fruto de la “re-estructuración post-fordista” del proceso productivo capitalista que se operó en el mundo a partir de 1970. Unos proletarios “informalizados” con existencia material cosmopolita y amplios lazos supra-nacionales ha sido el factor dinamizador en Túnez y Egipto. Ellos empujaron a la clase obrera “centralizada” y al resto del pueblo a la revolución, y allí están, en todos los países del mundo, luchando y aprendiendo, esperando que al interior del movimiento revolucionario mundial predominen las fuerzas internacionalistas que los ayuden a orientar sus luchas y a no ser inferiores al momento.

No negamos la lucha nacional. El imperialismo le teme a la aparición de un nuevo “panarabismo” verdaderamente revolucionario, centrado no en el interés nacional y/o religioso sino en impulsar la unificación e integración de los trabajadores, los pueblos y las naciones para construir alternativas de desarrollo pleno para toda la humanidad y NO para construir nuevas potencias capitalistas regionales.

En el contexto de su profunda crisis los capitalistas crearon y utilizan “la trampa de Libia”. Y así, el “defensismo revolucionario” sacó la cara. Quedó expuesto. Ya es algo.



[1] Ver: El Diario Montañés. “Aznar defiende al «amigo» Gadafi y critica la intervención en Libia”. http://www.eldiariomontanes.es/v/20110417/nacional/destacados/aznar-defiende-amigo-gadafi-20110417.html

[2] Immanuel Wallerstein. “Vientos de cambio en el mundo árabe y más allá” http://www.rebelion.org/noticia.php?id=126612


sábado, 16 de abril de 2011

SI TUMBAN A KADAFFI… ¡SE LES CAE EL TABLERO!


SI TUMBAN A KADAFFI… ¡SE LES CAE EL TABLERO!

Popayán, 16 de abril de 2011

La revolución democrática mundial – que se expresa con particularidades nacionales y étnicas en el mundo árabe – está revelando no sólo la crisis sistémica que vive el mundo capitalista sino la extremada debilidad y fragilidad del régimen político que las potencias occidentales han organizado a nivel orbital para legitimar sus acciones intervencionistas (ONU, OTAN, y demás alianzas).

Esas luchas por democracia política que los pueblos y trabajadores árabes desarrollan en la actualidad también han puesto en evidencia la crisis de los movimientos anti-capitalistas y anti-imperialistas. El pensamiento revolucionario de los demócratas “socialistas” y/o nacionalistas, no pasó la prueba de las nuevas realidades del siglo XXI. Han caducado las teorías que sustentaron los movimientos nacionalistas anti-imperialistas del siglo XX.

Hoy los pueblos y trabajadores de Túnez, Egipto, Libia, Bahréin, Yemen, Marruecos, Jordania, Siria, Irán, Irak y otros que preparaban sus propias revueltas, enfrentan casi solos – huérfanos de orientación y solidaridad internacional – a los gobiernos dictatoriales y sápatras criminales en el poder y, están a expensas de las intrincadas y clandestinas intervenciones armadas y “pacíficas” de las potencias económicas de todo el mundo (occidental y oriental, del norte y del sur), que no quieren perder el control sobre el petróleo pero que también temen la expansión del espíritu revolucionario en sus propios países.

En Túnez y Egipto, las oligarquías capitalistas usan al ejército y a las cúpulas de los partidos burgueses y pequeño-burgueses para frenar la revolución y para derrotarla a plenitud. La trampa montada en Libia ha querido ser utilizada en los demás países para confundir a la población rebelde que exige democracia. Sin embargo, el ímpetu de lucha contra las dictaduras y gobiernos autocráticos no ha decaído.

Los estrategas imperiales sabían de antemano que el derrocamiento en cadena de los déspotas subordinados a sus intereses era muy mal ejemplo para otras regiones del mundo. Eran conscientes que el triunfo político de los pueblos árabes alimentaría el espíritu revolucionario de los trabajadores y pueblos de Europa, Norteamérica, China, India y otros países en donde se han acumulado problemas sociales, económicos y políticos que reflejan la crisis estructural del sistema capitalista.

Además, cada avance democrático de los pueblos árabes – así fuese parcial e incipiente –, serviría para profundizar la revolución, generaría condiciones para un nuevo tipo de nacionalismo pan-árabe, y pondría en peligro la “estabilidad regional”, que es la definición que le dan al control político imperial de esa región del mundo, que está centrado en sostener a la aliada y subordinada hegemonía saudí (Arabia Saudita).

Con la intervención en Libia, aprobada por todas las potencias económicas del mundo – incluyendo los países del BRIC (Brasil, Rusia, India y China) que miraron para otro lado, y la autorización de la Liga Árabe –, aspiraban a que esa intervención generara entre las masas árabes la sensación de que la “transición democrática” podría hacerse desde la ONU, con moderación y control supervisado por las potencias occidentales.

Pero no fue así. Tal cálculo no se cumplió. Los pueblos y los trabajadores de los demás países árabes perciben la caída de Kadaffi en Libia como parte de sus luchas, y aunque rechazan la intervención extranjera, saben que un triunfo contra las autocracias va a abrir – como lo está haciendo –, una gran brecha para avanzar en la conquista de libertades políticas, el derecho de reunión y de asociación y la libertad de prensa, que son armas de gran importancia para construir nuevas realidades sociales y políticas en cada país y en la región.

Hoy las potencias imperialistas no saben qué hacer. Anuncian todos los días la caída de Kadaffi pero saben que si lo tumban no podrán detener el desplome de sus dictadores de bolsillo en los demás países. Además, al igual que en la misma Libia, no tienen la seguridad absoluta de que las nuevas realidades políticas les garanticen el mantenimiento de “su estabilidad” y control, dado que no tienen la fuerza política interna que les genere la suficiente confianza. Están aprendiendo de Irak y Afganistán.

Mientras tanto, los heroicos pueblos y trabajadores del mundo árabe – a pesar de las masacres y conspiraciones internacionales –, siguen mostrando una energía y beligerancia admirables. La hegemonía saudí está en graves problemas. Es posible que – en el corto plazo – las revoluciones sean derrotadas, pero los pueblos dieron ya los principales pasos: se liberaron del miedo, removieron de sus mentes las divisiones étnicas y religiosas, desmitificaron los ejércitos y líderes “nacionalistas”, y re-descubrieron su fuerza transformadora. ¡Esa es la mayor conquista!

Lo que sucede en el Norte de África y Medio Oriente ha puesto sobre el tapete la necesidad de profundizar el debate sobre la “crisis de pensamiento revolucionario”. El proletariado – golpeado en su esencia revolucionaria desde hace 87 años –, cuando la línea “chovinista gran rusa” se impuso en el proceso socialista de la URSS, no se había podido reponer de esa derrota histórica. Los intereses nacionales terminaron por ahogar los sueños libertarios de los trabajadores y las teorías radicales de transformación social se fueron diluyendo en un anti-imperialismo estrecho. Hoy se empieza a desbrozar de nuevo la senda internacionalista.

Sólo si clarificamos el camino podremos alimentar y unificar las luchas democráticas de los pueblos latinoamericanos, árabes y de otras regiones del mundo, para transformarlas en revoluciones sociales. Sólo así los pueblos y trabajadores del mundo entero podrán aprovechar la actual parálisis inercial de los imperios y diversos bloques de potencias económicas que, ante la decadencia estadounidense y la debilidad estructural que sufre todo el sistema-mundo capitalista, lo único que hacen es sobreaguar su propia crisis.

La revolución despeja el camino. No tengamos miedo de enfrentar nuestras deficiencias teóricas y vacilaciones políticas. La fase pre-revolucionaria que estamos viviendo nos obliga a ajustar el pensamiento y a mirar hacia el futuro. ¡Hagámoslo!

jueves, 14 de abril de 2011

LAS CARTAS ESTÁN ECHADAS EN POPAYAN Y EN EL CAUCA



LAS CARTAS ESTÁN ECHADAS EN POPAYAN Y EN EL CAUCA

Popayán, 14 de abril de 2011

Los representantes de la rancia clase política tradicional caucana ya tiraron sus cartas para la Alcaldía de Popayán y la Gobernación del Cauca. Quieren seguir parasitando el patrimonio del Estado.

Ya se “casó” el acuerdo por lo alto. Iragorri y Salazar, o sea, el Partido de la U y los conservadores, se quedan con la Alcaldía, y Luis Fernando Velasco y Jesús Ignacio García, o sea, los liberales-santistas quieren la Gobernación.

Para la Alcaldía tienen a Pedro Agustín Valencia, sobrino del eterno senador Iragorri y nieto del presidente Guillermo León Valencia. Su carta de presentación consiste en que tiene el visto bueno de Santos. Para despistar, cada uno de los gamonales han lanzado candidaturas “de fachada” por cada partido. Jugarán a la consulta conservadora para ocultar que el acuerdo ya está hecho. En la mira están los 360.000 millones del sistema integrado de transporte para Popayán y el botín burocrático municipal.

Para la Gobernación el liberalismo ha organizado un “circo democrático”. Mediante una “encuesta” tratarán de posicionar un candidato “presentable”. Sin embargo, cualquiera de ellos/as que salga escogido será un gobernante de bolsillo – subordinado y manejado por TODA la clase política tradicional caucana unificada –. Los recursos del Plan Departamental de Aguas, las regalías que van a llegar y la intermediación con las transnacionales mineras es un botín que no van a dejar en manos de un gobernante independiente.

Ellos saben que para Gobernación no tienen un candidato fuerte. Por ello se cuidan de cualquier susto que pueda darles un candidato alternativo como sucedió en el año 2.000 con Floro Tunubalá. Así, para ir a la fija, acuden a otros comodines con “apariencia alternativa” para sabotear cualquier clase de UNIDAD de los sectores democráticos y alternativos.

Por ello las fuerzas alternativas y democráticas (ASI, POLO, VERDES, negritudes, liberales independientes y conservadores independientes) debemos organizar una verdadera CONSULTA DEMOCRÁTICA para unificar fuerzas. La única condición debe ser que los candidatos no tengan “rabo de paja”. Que estén dispuestos a enfrentar con decisión a esa ALIANZA PERVERSA Y CORRUPTA y a derrotar la politiquería y la corrupción con toda claridad y decisión.