viernes, 25 de febrero de 2011

VIENTOS DEL DESIERTO Y CRISIS DE PENSAMIENTO REVOLUCIONARIO

Los Vientos del Desierto y la crisis del pensamiento revolucionario

Popayán, 25 de febrero de 2011

La crisis del pensamiento revolucionario es la más importante crisis que ha sacado a flote la actual ola de revoluciones democráticas del mundo árabe. Ésta ha empezado a expandirse hacia otras naciones musulmanas y a influir sobre toda la humanidad.

Valores y teorías se hacen añicos en días y semanas. Cálculos y sesudos análisis geopolíticos caen al lado de los derrocados dictadores. El anti-imperialismo ramplón que había dejado de lado la “lucha de clases”; el nacionalismo a priori que ha servido para desconocer los intereses de los trabajadores; las visiones estratégicas que han justificado el sacrificio de las naciones pequeñas, de los pueblos débiles y de las “minorías étnicas”; todas esas ideas y criterios defendidos durante casi un siglo, están siendo cuestionados por la realidad cruda y dura que impulsa a los pueblos y a los trabajadores a la rebeldía.

Como espectros del desierto aparecen las verdades que golpean en la cara no sólo a los falsos nacionalistas sino a quienes creíamos en sus discursos y poses de heroísmo. Cómo fantasmas y genios sacados de las “Mil y una noches” aparecen en todo su esplendor los espíritus de la revolución social que como Vientos del Sur despejan el horizonte y llenan de esperanza hasta a los más incrédulos y escépticos.

Todos los totalitarismos – de diferentes colores – están en vilo. Pero también tiemblan los mercaderes capitalistas. Con preocupación se rascan la cabeza los analistas de Wall Street que anhelan la “estabilidad” para poder avizorar la recuperación económica. Los precios del petróleo se disparan hacia arriba y los pronósticos financieros van a la baja. La salida “guerrerista” gana puntos entre los planificadores del desastre.

Los supuestos grandes adalides de la libertad y la democracia representados por Obama – con inocultables caras largas e inquietas facciones – aplauden a los pueblos revolucionarios diciendo que “han cambiado el mundo”. Pero, de inmediato, paralela y subrepticiamente, hacen hasta lo imposible para evitar que esos movimientos profundicen su lucha por verdadera libertad y democracia.

Importantes luchadores por la soberanía nacional – anti-imperialistas de tiempo completo – alertan sobre el posible papel de los imperios y de intereses extranjeros en las luchas en desarrollo, anuncian posibles intervenciones armadas de la OTAN u otros organismos internacionales, y aunque se muestran solidarios con los pueblos, no se atreven a tomar una posición firme hasta no saber quién va a salir realmente beneficiado.

Según esos “equilibrados” análisis detrás de ese proceso pueden estar desde las potencias imperiales hasta Israel. O también Al-Qaeda, el gobierno de Irán, los islámicos, los “separatistas” u otras “manos oscuras”. No creen en la autenticidad de los levantamientos populares de los pueblos árabes. Son “análisis” groseros y ofensivos. No se cree ni se confía en la capacidad de los pueblos. Se los considera minusválidos, ignorantes, manipulables e incapaces de apropiarse de sus destinos.

Es fruto de la crisis de pensamiento revolucionario. Esa es la verdadera causa del desconcierto, la sorpresa, la incredulidad y la ceguera que ha sacado a flote el inocultable estado de minusvalidez teórico-política en que hemos estado durante tantas décadas.

Es el resultado de 80 años de “sovietismo”. Son 60 años de “tercermundismo”. Es la consecuencia de décadas de oscurantismo disfrazado de “nuevas teorías”. Todo ello nos generó una costra ideológica muy grande, que muchos se niegan a reconocer. Esa costra es de similar tamaño – aunque seguramente de otra esencia –, a la pústula “post-moderna” que crearon los intelectuales capitalistas durante la corta euforia de fiesta neoliberal de los últimos 20 años, sobre la que brillaron los Fukuyamas y los Huntingtons, creadores de las teorías del “Fin de la historia” y el “Choque de Civilizaciones”.

Quienes enterraron o pusieron en un segundo plano de sus pensamientos a la odiada y siempre malinterpretada “lucha de clases”, hoy son sacudidos por una revolución que desde las entrañas de la maltratada África está llamando a los trabajadores del mundo entero a unirse para soñar una vez más con “un mundo posible”.

La revolución sigue avanzando

Rememoremos. La dinámica en cada país ha sido la misma. Los dictadores y reyezuelos árabes aliados de EE.UU. y de Europa se resisten en el poder hasta cuando la fuerza popular amenaza con desbordarse. Entonces, sus “aliados interesados” - sus verdaderos patrones - a nombre de la llamada “comunidad internacional”, dan el viraje oportunista quitándoles el respaldo. Una vez derrocados los autócratas intentan posicionar “gobiernos de transición” que les permitan seguir manejando el escenario tras bambalinas.

Pero no hay tal. Los pueblos siguen avanzando. En Túnez y Egipto ya se ha iniciado la segunda fase. Y van a seguir prosperando en su lucha revolucionaria. La crisis sistémica del capitalismo con sus lacras de desempleo y pobreza es la que los empuja desde un trasfondo de dolor, desesperanza y discriminación en que millones de personas se debaten en su diario vivir.

Si los trabajadores del mundo híper-desarrollado en Grecia, Francia, España, Portugal, Irlanda, Inglaterra, Eslovenia y ahora en Wisconsin (EE.UU), se han activado para defender lo conquistado en la época del “Estado de Bienestar”… ¿qué podemos esperar de miles de millones de proletarios de nuestros países con empleos precarizados, desempleados o sobreviviendo en la informalidad más humillante?

¿Qué estarán pensando los campesinos y proletarios del campo que han perdido su seguridad alimentaria al ser obligados a sembrar caña de azúcar, palma africana u otros cultivos para producir agro-combustibles (bio-diesel o bio-etanol) y así sostener la industria automovilística?

¿Cómo recibirán ese mensaje de rebeldía esperanzadora los pueblos y comunidades que han sido arrasados por las acciones de intervención territorial de los imperios capitalistas que utilizan los conflictos armados, la economía del narcotráfico, los desastres ambientales, para apropiarse de las riquezas naturales (minas, biodiversidad, territorios), de los mercados locales y regionales, sitios turísticos y, hasta de nuestras culturas?

¿Cómo reaccionarán los jóvenes de toda la tierra que están preocupados por su futuro incierto? ¿Qué mensaje estarán esperando los millones de personas que han luchado por la Paz, en contra de las emisiones de carbono que afectan el equilibrio ambiental o que han desarrollado todo tipo acciones contra la injusticia y la desigualdad que propicia el gran capital?

La brecha que han abierto los pueblos árabes es una puerta inmensa que además de generar una oleada de migrantes hacia Europa ha puesto en evidencia pública los acuerdos anti-inmigración que habían concertado los gobernantes del Norte de África – entre los cuales el más cruel y degradante es el de Gadaffi-Berlusconi -. Esos acuerdos han empezado a ser desafiados por miles de personas que están desnudando ante el mundo la realidad “humanitaria” del continente africano.

Así como los pueblos avanzan sin temor, debemos remover en nuestro interior aquellos paradigmas de pensamiento que nos han impedido estar suficientemente preparados para reaccionar con mayor fuerza y vigor ante el ejemplo de valor y valentía que nos están mostrando los pueblos y trabajadores árabes y musulmanes.

Acojamos y alentemos el fuerte viento del desierto. Así venga con arenisca y grandes interrogantes, debemos convertirlo en un torrente y una avalancha revolucionaria para que además de barrer con dictadores y falsos profetas, podamos avanzar en la gran tarea de acabar con la explotación capitalista y de revivir en las nuevas generaciones los anhelos de solidaridad, fraternidad, equidad y justicia social.

miércoles, 16 de febrero de 2011

EL “VIEJO TOPO” PROLETARIO VUELVE A CAVAR

EL “VIEJO TOPO” PROLETARIO VUELVE A CAVAR

Popayán, 16 de febrero de 2011

La reaparición del proletariado como sujeto social revolucionario, es el aspecto principal que nos ha mostrado el desarrollo de las revoluciones democráticas árabes. Es un hecho de una trascendencia mayúscula porque se da en el marco de la crisis sistémica del capitalismo y de la decadencia del imperio neo-colonial más poderoso de la historia de la humanidad (EE-UU.).

No podemos afirmar que el protagonismo del proletariado haya sido pleno. Sus banderas anti-capitalistas contra la explotación del trabajo no están explícitas. Sin embargo, nadie puede negar su nítida participación. La fuerza social determinante en el desarrollo de estas luchas fue el proletariado. Y de acuerdo a la situación objetiva de desempleo y creciente pobreza, va a ser el principal sujeto revolucionario en esta nueva etapa de la revolución mundial.

En una primera fase (primeros días), estuvo representado por los jóvenes egipcios, que son hijos relativamente “cultos o estudiados” de los trabajadores, con un futuro incierto y que tienen ante sí la realidad laboral-existencial de sus padres. En una segunda e inmediata fase se movilizaron los trabajadores adultos “informalizados” (desempleados, o con empleos temporales y precarios, o subempleados), que arrastraron tras de sí a las clases medias urbanas. Y en una tercera fase, la que determinó la caída de Mubarak, se vinculó la clase obrera centralizada – el proletariado industrial –, cuya participación fue definitiva para obligar a la cúpula del ejército a derrocar a su jefe mediante un “suave golpe de Estado”, dirigido a contener la profundización inmediata de la revolución.

Esto se corresponde con el hecho de que la lucha de clases entre el proletariado y la burguesía – entre el capital y el trabajo – ha vuelto a ocupar el lugar de la contradicción principal en el mundo. La vieja clase obrera industrial centralizada – que hoy es una minoría -, que fue domesticada por el “Estado del bienestar”, ha sido rebasada por ese nuevo proletariado informalizado que, por su lugar en el proceso productivo, dispersión en micro-circuitos productivos, capacidad técnico-informática y cibernética, idiosincrasia cosmopolita e internacionalista, se manifiesta en sus luchas directamente ante el poder del Estado y no ante patronos capitalistas privados.

Ésta insurgencia proletaria de contenido eminentemente político es la expresión más clara de la contradicción fundamental de la sociedad capitalista: Mientras se hace más amplia la socialización de la producción humana, el fruto de esa riqueza social es apropiada en forma privada – cada vez más estrecha, inequitativa e injusta –, por parte de una minoría exclusiva y excluyente de la población que es dueña anónima de la reducida red de corporaciones de capitalistas transnacionales.

Pero además, esa contradicción fundamental se manifiesta en la irracionalidad del modelo productivo capitalista – basado en la química del petróleo – que pone en inminente peligro la existencia misma de la vida humana sobre la tierra. Este hecho coloca con mayor fuerza al proletariado a la cabeza de la sociedad humana que lucha por su sobrevivencia.

En las recientes movilizaciones sociales del Norte de África y el Medio Oriente, y en las que están en desarrollo en el mundo, ese proletariado se ha manifestado como fuerza social protagónica en la lucha por la democracia. Aunque todavía no es totalmente consciente de su objetivo anti-sistémico capitalista, su re-aparición heroica, masiva y beligerante como sujeto social que se puso al frente de estas luchas, le ha dado un contenido superior a las revoluciones democráticas – no tanto por lo planteado en sus programas – como por lo “no explícito”, que evidencia los pasos que va dando esa clase en el proceso de identificación de sus intereses.

El hecho de que la lucha nacional (anti-imperialista y anti-sionista) no haya estado en primer lugar de las luchas del pueblo árabe, no significa – como muchos analistas lo plantean o sugieren – que haya “olvidado” dicha reivindicación, por efecto de algún tipo de manipulación mediática impulsada por el imperialismo occidental. Lo que se observa en esta nueva etapa de las luchas del proletariado es que los sectores más avanzados de los trabajadores y del pueblo árabe, han entendido que esa contradicción “nacional-cultural-religiosa-territorial” – en el marco de la coyuntura actual – es secundaria, y que la lucha por una verdadera democracia puede incluir a los trabajadores hebreos y a todos los trabajadores del mundo entero sin ninguna discriminación étnica, racial, religiosa, cultural o histórica.

Quienes mantienen la visión que la contradicción principal se da entre el imperialismo norteamericano, por un lado, y por el otro, los pueblos oprimidos, países y naciones dependientes y subordinadas del mundo, no tienen en cuenta que hoy existe un “sistema mundo capitalista” (Wallerstein) que se basa en un modelo productivo depredador de la naturaleza y del hombre mismo, y que a pesar de la existencia de las contradicciones entre las potencias capitalistas y bloques de países que se alinderan en uno u otro bloque - de acuerdo a sus intereses -, en lo sustancial todos esos países, incluyendo China, sostienen y dependen de ese modelo, basado en la explotación de los recursos fósiles (petróleo, gas, carbón), en la producción caótica y el consumismo desenfrenado de mercancías y servicios frívolos, dañinos y degradantes para la vida humana (incluyendo los narcóticos y toda clase de productos adictivos).

La profundidad de la crisis sistémica que sufre el mundo actual, y la reaparición de un proletariado como sujeto revolucionario de las luchas sociales y políticas de la actualidad – especialmente el proletariado “informalizado” que no tiene nada qué perder –, es un hecho que debe ser puesto en el primer lugar de los análisis políticos y geo-estratégicos.

La teoría de la conspiración y la manipulación mediática de las “revoluciones de colores”[1] ya no sirve para explicar los hechos que suceden en el mundo. Dicha teoría no tiene en cuenta las contradicciones internas de cada uno de los países y naciones, que están determinadas y traspasadas por la contradicción entre el capital y el trabajo.

Para el proletariado y la humanidad – como garantía de supervivencia –, la lucha por la más amplia democracia es fundamental y prioritaria. En ese sentido, la permanencia de Estados totalitarios – cualquiera sea la forma que asuman (“liberal”, islámica, comunista, socialista, democrático-nacional, u otra) -, es un obstáculo que impide la clarificación por parte de las mayorías planetarias de la necesidad y urgencia de transformaciones estructurales de carácter anti-sistémico y anti-capitalista. Es un velo que hay que quitar.

Sin negar las contradicciones secundarias del mundo actual, entre el imperialismo y los pueblos oprimidos, entre las mismas potencias capitalistas y sus bloques económicos, sin desconocer las reivindicaciones nacionales, étnico-culturales y sectoriales de amplios sectores de la población (género, inmigrantes, jóvenes, etc.), es un deber de los revolucionarios del mundo entero colocar nuevamente en el centro de nuestros análisis y de los planes estratégicos y tácticos en cada país, región y en el ámbito internacional, la contradicción fundamental entre el capital y el trabajo.

El “topo” proletario sigue cavando. El capitalismo “senil” ya lo ha librado - en gran medida - del trabajo embrutecedor de la fábrica. Ahora, sólo está atado ideológicamente al consumismo febril pero la lógica del capital le ha dado las herramientas culturales y comunicativas para librarse de esas “post-modernas” cadenas. ¡Vamos topo, cava más!



[1] Es interesante recordar cómo esas teorías conspirativas han sido utilizadas desde siempre por las fuerzas reaccionarias. Cuando Lenin cruzó Alemania en su camino hacia Rusia en el “tren blindado”, el zarismo y la burguesía rusas siempre argumentaron que el dirigente proletario era un agente alemán.

lunes, 14 de febrero de 2011

REVOLUCIÓN MUNDIAL: HACIA UNA LUCHA DE CLASES PLANETARIA

Arañando el cielo y arando la tierra

REVOLUCIÓN MUNDIAL: HACIA UNA LUCHA DE CLASES PLANETARIA

Popayán 14 de febrero de 2011

Todo indica que el mundo ha entrado en una fase pre-revolucionaria. Lo que acaba de ocurrir en Túnez y Egipto, y lo que avanza en Argelia, Yemen, Jordania, y Marruecos, es una alentadora antesala de lo que se avecina en el próximo futuro. Los dictadores y autócratas árabes fueron derrocados más que por la ausencia de democracia política - que esos pueblos nunca han vivido ni conocen -, por el impacto en sus vidas de la crisis sistémica del capitalismo. Esto ocurre así ellos mismos no se den cuenta.

En los países del Norte de África y del Medio Oriente esa crisis ha estallado con mayor fuerza por una serie de circunstancias que (entre otras) es preciso detallar:

La primera, es la situación económica de Europa y EE.UU. que trajo como consecuencia la expulsión de inmigrantes y el cierre de las fronteras para los trabajadores del “tercer mundo”. A partir del atentado del 11 de septiembre en New York y de otros hechos similares ocurridos en Madrid, Londres y París, se incrementó la xenofobia contra la población musulmán (árabe, asiática y africana) y aumentaron las limitaciones para vivir o emigrar hacia el mundo “híper-desarrollado”. Al cortarse los ingresos provenientes de las remesas provenientes de Europa se estrechó el mercado interno, a lo cual se agregó en cada país, el impacto macro-económico de la crisis financiera en el ámbito global.

La segunda, es la agudización de la crisis interna en cada uno de estos países por efecto de la aplicación de las políticas neoliberales impuestas por el FMI y el Banco Mundial. Las burguesías locales ajustaron la explotación del trabajo. Se aprobaron normas para flexibilizar las relaciones laborales, aumentó el desempleo y el subempleo, la competencia entre los trabajadores generó condiciones para abaratar la mano de obra. Disminuyeron los ingresos de la clase media – pequeños y medianos productores y comerciantes –, en detrimento de toda la economía nacional y regional. Los sectores populares más pobres (vulnerables) fueron convertidos en mendigos clientelares de los gobiernos y, los trabajadores del Estado y el proletariado “formal” - industrial-centralizado -, fueron arrinconados y puestos a la defensiva para proteger sus pequeños privilegios (mínima negociación colectiva).

La tercera, es la constatación por parte de la población de la descomunal desigualdad social. Un pequeño grupo de capitalistas (burguesía compradora) en alianza con burócratas y militares que se apoderaron de los Estados nacionales creados en la década de los años 50 del siglo XX, se enriquecieron en forma desproporcionada mediante su labor corrupta de intermediación y entrega de la renta nacional a los consorcios transnacionales. Las riquezas naturales, los escasos sectores económicos creados durante esa misma época “nacionalista” y los recursos turísticos de esa rica región, hoy están concentrados en manos del capital internacional. La gente ha hecho conciencia de tamaña inequidad y no aguanta más.

La cuarta, es el debilitamiento de las relaciones patriarcales propias del mundo rural. Es creciente la concentración en grandes ciudades de lo que hemos dado en llamar un “nuevo proletariado” (informalizado), con estudios técnicos y profesionales, que sufre las condiciones de la precariedad laboral (inestabilidad, contratos temporales, bajos salarios, nula seguridad social), con alta movilidad territorial, experiencia de trabajo y de vida en Europa y otros países de la región, que está tomando conciencia de su situación de clase y no está dispuesto a dejarse dividir por falsos nacionalismos, diferencias étnicas o religiosas, ni por otras causas similares. En Egipto y Túnez, ese proletariado “informalizado” es la absoluta mayoría de la población, mientras que en otros países el mundo rural todavía tiene un peso significativo.

La quinta, es el surgimiento de una juventud proletaria cada vez más consciente de la realidad del mundo actual. Son jóvenes hijos de trabajadores que se ilusionan con el estudio – como vía de ascenso social -, pero que la crisis económica los aterriza a diario. Si no tienen recursos para pagarse post-grados universitarios, maestrías y doctorados, deberán conformarse con empleos inestables, bajos salarios, nula seguridad social y un futuro incierto. Es la nueva generación del proletariado “post-moderno”, jóvenes universitarios, profesionales y técnicos, sometidos a la “informalidad laboral” impuesta por el capitalismo y la globalización neoliberal.

La sumatoria de todas estas causas, complementadas con la opresión política de regímenes dictatoriales, el autoritarismo policivo, la inexistencia de libertad de expresión, la discriminación social, frente a un mundo cada vez más caótico, injusto e inequitativo, en medio de la crisis financiera, energética, climática, alimentaria y espiritual-existencial, hizo estallar la “olla a presión” que tiene su válvula de escape en la búsqueda de “democracia política”.

Una vez se abra esa válvula – como ya lo estamos apreciando –, quedará en evidencia ante los ojos de cientos de millones de personas que las causas de estos problemas van más allá del régimen político y que la crisis del capitalismo global es realmente sistémica (profunda). Por ello, la lucha por una democracia plena – así sea burguesa –, en el marco de la crisis actual es una tarea revolucionaria que crea las condiciones para la organización propia y autónoma de millones de trabajadores no sólo en cada país sino a nivel internacional.

Una nueva oportunidad se está cocinando a favor de los pueblos y de los trabajadores. No sabemos cuando estalle la rebelión orbital, pero se respira un ambiente de revolución, de necesidad de cambio, de querer “poner el planeta patas arriba”, de “rebeldía sistémica”.

Los jóvenes del mundo entero – los que no se suicidan física o mentalmente –, los que desean vivir en un mundo vivible, están buscando, están a la caza de oportunidades y, poco a poco, como ocurre en el Norte de África y Medio Oriente, se van generando las condiciones sociales, económicas, políticas y culturales para un nuevo “asalto al cielo” por parte de los pueblos y trabajadores, ya no de un país sino de ésta tierra globalizada por la súper-explotación capitalista y por la técnica cibernética que ha democratizado la información instantánea de tipo digital.

Para atender, orientar, canalizar e inducir estas fuerzas sociales que insurgen a la vida política global – a la lucha de clases planetaria –, se hace necesario y urgente desarrollar con mayor fuerza y capacidad un pensamiento revolucionario que, con base en las experiencias vividas durante los últimos dos siglos, consiga conectarse con esta realidad soñada por los revolucionarios de todas las épocas de la humanidad.

Los aportes del pensamiento filosófico y científico, del materialismo dialéctico e histórico, de los sistemas complejos, de la teoría cuántica, de las teorías económicas del valor/trabajo, de lo mejor del pensamiento político revolucionario liberal, socialista, comunista, humanista, anarquista y libertario que ha acumulado la humanidad, de las importantes y valiosas contribuciones que nos dejaron las comunidades y pueblos ancestrales en cuanto a cosmovisión holística, integral, mágico-sensitiva y espiritual, y las aplicaciones de este gran legado de conocimiento para entender nuestra naturaleza cósmica y terrestre – frágil y maravillosamente armónica –, que nos obliga a entender la universalidad de la vida con una concepción profundamente ecológica, nos pueden ayudar en esa magnífica y necesaria tarea, sin caer en fanatismos ideológicos y en esquematismos organizativos, que son herencias negativas de un pasado donde la ignorancia nos llevó al sexismo, clasismo, falsos nacionalismos y apasionamientos sectoriales.

De igual forma, si somos capaces de recoger lo mejor que la humanidad ha creado y de organizarnos con una visión amplia y global, deberemos entender que la tarea es larga, que es un proceso. Que no basta con realizar actos heroicos en un momento dado donde derroquemos a los autócratas y expropiemos a los consorcios corporativos que se habían apoderado de la riqueza social, sino que es indispensable – además –, revolucionar nuestra cotidianidad personal y local, nuestra forma de vida, nuestra cultura diaria y familiar.

Ambas cosas se deben hacer. Arañar el cielo y arar la tierra. Ambas tareas deberemos impulsarlas con entera humildad y mucha modestia. Para hacer bien esa tarea es indispensable entender el legado de aquel “moro” alemán que nos indicó con gran sabiduría que… “La emancipación de los trabajadores es obra de los trabajadores mismos”, a fin de que evitemos los caudillismos mesiánicos que – sin quererlo – muchas veces se nos transforman en dictaduras autárquicas y sanguinarias.

NOTA: Lo que más ayuda – en este instante – a la formación masiva de una conciencia humana universal son los impactos y sufrimientos ocasionados por las tragedias ambientales (ciclones, tsunamis, inundaciones, avalanchas, deslaves, sequías, etc.). Debemos competir con quienes explican tales hechos como consecuencia del “castigo de Dios”, del apocalipsis punitivo o de las profecías mayas, que es parte de la preparación ideológica que la oligarquía mundial impulsa entre amplios sectores de la población para justificar las guerras fratricidas contra los “malos y pecadores”. Es la única salida que tienen. Ya la preparan con millones de personas que a través de cientos de iglesias anuncian la “buena nueva” de la guerra contra el “anticristo”.

viernes, 11 de febrero de 2011

QUEBRAR ESQUEMAS… ¡ROMPER EL MIEDO!

Aclarando conceptos y resolviendo dudas

QUEBRAR ESQUEMAS… ¡ROMPER EL MIEDO!

Popayán, 11 de febrero de 2011

De acuerdo a lo que nos hemos propuesto – que es romper el miedo - debemos llegar con un mensaje claro y directo a personas que nunca han votado o que desprecian la política porque identifican lo electoral con la corrupción.

Esa tarea no se puede hacer bien si no estamos en verdad convencidos de las enormes posibilidades de desencadenar las fuerzas reprimidas que existen entre nuestro pueblo.

Si nos equivocamos y enviamos la más mínima señal de que actuamos con prácticas tradicionales y politiqueras (buscando votos para “ganar” - a cualquier precio -), entonces nuestro mensaje no llegará. Será una tarea en vano.

El pueblo necesita ganar espacios de poder pero no podemos hacerlo a cualquier costo. Es decir, si estamos en esta tarea es para ganar, pero debemos hacerlo bien. Llegar sin ataduras, con la cabeza en alto, con posibilidades ciertas de romper con el “saco”, de “sacarla del estadio”. De resto… ¿para qué ganar? ¿Para seguir haciendo lo mismo?

Por otro lado, el fracaso de esta labor puede darse de diversas maneras (pueden haber otras variables):

- Que no consigamos romper el monopolio informativo. Ello sería resultado de nuestra incapacidad para inventar formas de comunicación que rompan ese cerco.

- Que se logren generar expectativas pero que nos quedemos sólo en bulla. Fue lo que le pasó a los zapatistas mexicanos con la “otra campaña”. El pueblo mexicano dio muestras de estar preparado para derrotar “políticamente” a los corruptos neoliberales, pero a los zapatistas les dio miedo “ser gobierno”. Después de eso el pueblo se sintió frustrado. Interpretó que los zapatistas no creían en sus capacidades (ni en las de ellos ni en las del pueblo). Los percibió “perfeccionistas”.

- Que se “desamarren” las fuerzas reprimidas y latentes que existen entre el pueblo pero que el proceso sea demasiado espontáneo. Ocurrió con el “triunfo de Floro Tunubalá”. Para evitar este tipo de fracaso hay que aprovechar los tiempos para RE-TOMAR los avances que tiene el movimiento social y político-popular caucano. Hoy estamos dispersos y, por ese motivo, muchos de esos acumulados de nuestras luchas se están perdiendo o debilitando. Tenemos muchas “siglas” y “procesos”, pero sin fuerza real.

Notamos con tristeza que la inconformidad, frustración, rabia - frente a la corrupción y a tantos problemas que vive nuestra gente -, parecen no ser vistas por valiosos compañeros/as que están muy escépticos frente a lo que se puede hacer en el escenario electoral.

Pensando en todos estos asuntos repito lo que he venido diciendo: he puesto mi nombre al servicio de un ejercicio político, no tengo un interés particular de tipo individual, no cuento con las mejores condiciones “físicas” para hacerlo pero, lo intentamos. Sin embargo, para seguir haciéndolo necesitamos mucha ayuda. No tanto de recursos como de ideas.

También debo reiterar e insistir: si aparece una persona que lo pueda hacer mejor – dentro de ésta perspectiva no tradicional –, no tengo ningún problema en darle el relevo.

Agradecería de su parte un comentario que nos indique – con toda sinceridad –, si se entiende la propuesta de acción y cómo mejorarla. Todos estamos aprendiendo.

Finalmente, ROMPER EL MIEDO es arriesgarnos. Como lo está haciendo el pueblo árabe, y como - en general - vive nuestra gente en los campos, en el rebusque, en el “filo de la navaja”.

Significa conseguir un estado de tranquilidad y sosiego basado en dos cosas:

- No tenemos nada qué perder, somos unos sobrevivientes y el tiempo se nos está acabando. ¡A todos! (La irracionalidad del capitalismo y el desequilibrio emocional de los humanos puede llevarnos a una guerra nuclear y ya está destruyendo la vida en la tierra).

- Confianza en que el pueblo está a la espera, necesita un motivo, algo o alguien que le ayude a avanzar. Eso siempre lo ha manifestado pero somos nosotros los que hemos sido inferiores y temerosos.

Ese “estado” es lo que nos permite ser CREATIVOS, “soltarnos”, alzar vuelo, quebrar esquemas.

Creativos para conquistar la PAZ enfrentando a toda clase de violencias y violentos.

Ingeniosos para conseguir el PAN, aprovechando las inmensas capacidades que ya ha demostrado nuestra gente, que sobrevive y vive, sufre y goza, a pesar de todo. (No reducir el pan sólo a comida, “no sólo de pan vive el hombre”).

Imaginativos para valorar y potenciar el TRABAJO, haciendo conciencia que los que no trabajan son los que más disfrutan de la Riqueza creada por toda la sociedad. (No confundir “trabajo” con “empleo”).

Inventivos para enfrentar a los corruptos, principalmente a los “de arriba” (grandes monopolios, políticos, funcionarios) pero también atacar la corrupción que se ha drenado hacia “abajo”, que nos hace daño y nos rebaja como pueblo. Nos quita autoridad moral.

En fin necesitamos hacer una política que se asimile más al ARTE. Romper con las prácticas tradicionales que han reducido la política a la actividad de conseguir votos para robarse los recursos públicos. ¡Intentémoslo!