lunes, 21 de marzo de 2011

REVOLUCIONES DEMOCRÁTICAS CON SELLO PROLETARIO

REVOLUCIONES DEMOCRÁTICAS CON SELLO PROLETARIO

Popayán, 21 de marzo de 2011

Si pensamos un hecho nuevo con mente arcaica sacaremos conclusiones erradas. Los hechos nuevos deben crear enfoques nuevos. Si nos aferramos a las viejas miradas no veremos la esencia de lo nuevo. Serán – a nuestros ojos – “más de lo mismo”. Así, estaremos ciegos.

La revolución democrática árabe que hoy está en pleno desarrollo hacia una revolución social – así los reaccionarios nacionales e imperiales pretendan frenarla –, nos muestra una nueva realidad. Nuevos sujetos sociales, nuevos métodos de lucha, nuevos objetivos han aparecido ante nuestros ojos. Debemos verlos y aprender de ellos.

Un joven proletariado “informalizado” se ha manifestado en estas heroicas jornadas. Son trabajadores que sufren una fuerte inestabilidad y precariedad laboral, desempleo, mal trato y discriminación, pero a la vez, cuentan con altas capacidades técnicas, tienen espíritu cosmopolita, son “internacionalistas” – no por sus ideas sino debido a sus condiciones materiales y vínculos con trabajadores del mundo entero –. Son el resultado de la reestructuración post-fordista del proceso productivo iniciada en los años 70 del siglo pasado (XX). Existen en todo el mundo pero sólo ahora se han mostrado con mayor nitidez.

Es un proletariado con ciertas características similares al novel proletariado del siglo XIX. No está amarrado a la tierra, tiene una gran movilidad, pero a diferencia de aquel, son trabajadores con una visión globalizada del mundo y que cuentan con herramientas de información y comunicación que lo hacen más apto para una lucha planetaria.

A diferencia de sus padres, que “disfrutaron” de las formas de contratación propias del Estado de Bienestar (negociación colectiva y otras), estos trabajadores no están pensando en la jubilación o en las prestaciones sociales. Tienen un relacionamiento diferente con el capital. Son proletarios porque viven de su trabajo. No responden a un “patrón capitalista” particular, aparentemente “venden servicios”, algunos poseen pequeños medios de producción que van desde una motocicleta hasta un computador o una pequeña infraestructura productiva (micro y mini-empresa), y ello hace que al no recibir formalmente un salario, su posición ideológica no se asemeje a la del tradicional asalariado sino que se acerque más a la de un pequeño productor, pequeño empresario o pequeñoburgués (en términos antiguos).

Sin embargo, si vamos más allá y profundizamos sobre su carácter de clase, no sólo podremos entender que tenemos ante nosotros a un nuevo tipo de proletariado sino que también comprenderemos que su comportamiento político – que aunque no corresponda a nuestros esquemas del siglo XIX y XX –, manifiesta una enorme potencialidad. Los pequeños gateos que ha dado siendo un bebé ya nos pintan los grandes pasos que va a dar en su juventud y adultez.

En la categoría de “proletariado informalizado” ubicamos a una gran gama de trabajadores: profesionales y técnicos asalariados altamente capacitados, obreros temporales de los campos agrícolas, “moto-taxistas”, vendedores ambulantes, trabajadores del comercio y el turismo, los artistas del “montón”, los desempleados, y los “mini” y “micro” empresarios, que cuentan con exiguos medios de producción (pequeños equipos) que muchas veces son propiedad de las poderosas compañías que les “compran” las múltiples partes de productos que posteriormente van a la “cadena de montaje” en factorías de alta tecnología, en donde laboran pocos obreros industriales que denominamos “centralizados” o “formalizados”. En los países dependientes por cada trabajador formal existen 100 o más proletarios informalizados.

Recurriendo a “viejas miradas”[1] ya que no tenemos otra forma de abordar el problema, veremos cómo estos trabajadores ocupan un lugar sometido en el sistema de producción capitalista globalizado que hoy es controlado por consorcios capitalistas de carácter planetario, en donde la mercancía “fuerza de trabajo” es pagada de múltiples formas, muchas de ellas enmascaradas en contratos individuales y colectivos, convenios, cooperativas de trabajo asociado[2], venta de servicios, e infinidad de modalidades, en donde se puede incluir también los subsidios estatales.

Son proletarios porque no son propietarios de medios de producción o los que tienen son de una insignificancia extrema frente a los medios de producción que poseen los capitalistas. Son proletarios porque desempeñan un papel subordinado en la organización social del trabajo y, por que perciben una mínima parte de la riqueza social y la reciben en calidad de pago de su fuerza de trabajo, así asuma la modalidad de pago de servicios, bonificación, salario, pago en especie, subsidios y servicios estatales, etc.

Dada su inestabilidad laboral y su gran movilidad geográfico-espacial y de área de trabajo, estos trabajadores “informalizados” por el régimen capitalista globalizado han ido construyendo nuevas formas de “organización” muy diferente a los antiguos sindicatos. Éstos eran de “base” (frente a cada empresario capitalista) o de “industria” (coaliciones de sindicatos por sector de la industria). El movimiento obrero que ha empezado a expresarse lo hace directamente ante el Estado y acude a diversas formas sin reparar en la formalidad. Ora recurre a un partido político, ora se expresa como movimiento social o ciudadano, ora como estallido social.

A diferencia de la anterior generación obrera (sus padres) que vivía pensando con nostalgia en las “conquistas” obtenidas en la fase del “Estado de Bienestar”, los trabajadores “informalizados” no tienen la vocación de eternizarse en una tarea específica. Todavía no tienen claro cómo van a mejorar sus ingresos pero su ideal no es volver al pasado. Por ahora exigen “más trabajo”, “mejores empleos”, reconocimiento en los países industrializados (política justa de inmigración), valoración de los “servicios que prestan”, gobiernos que hagan respetar a los trabajadores, regulaciones contra los abusos de los monopolios, transparencia en el manejo de lo público, democracia participativa y demás libertades políticas para hacerse escuchar del Estado y de la sociedad.

El desarrollo de sus reivindicaciones económicas y políticas – es decir, su toma de conciencia de clase – necesariamente va a encontrarse con los conceptos de la “Economía de las equivalencias” y la “democracia participativa”, que vienen elaborando destacados integrantes de escuelas de pensamiento económico y organizaciones políticas que se auto-identifican como la corriente del “Socialismo del Siglo XXI”[3]. Será el encuentro entre el movimiento social, la lucha política y el pensamiento humano más avanzado.

Así mismo, vemos que al colocarle su sello de clase a las revoluciones democráticas de los países árabes, este proletariado “informalizado” (a excepción de lo que ocurre en Libia), no se han dejado llevar al terreno de los resentimientos nacionalistas, étnicos ni religiosos, han desplegado gran madurez y capacidad política para avanzar mediante métodos civilistas, pacíficos pero no-pacifistas (se defendieron muy bien ante las provocaciones y presionaron políticamente a los ejércitos), y han mostrado ante sus propios pueblos la posibilidad de la auto-organización, de la necesidad de un poder de nuevo tipo, frente a la corrupción y la ineficacia, por ejemplo, de los cuerpos policiales de Ben Ali y de Mubarak.

La nueva revolución democrática que ha iniciado el proletariado y el pueblo árabe va a transformarse en una nueva revolución social de dimensiones planetarias en la medida en que estos trabajadores vayan descubriendo que los gobiernos “nacionales” (así asuman formas “democráticas”) están al servicio de los imperios capitalistas. Estar allí, a su lado, con paciencia infinita ayudándoles a asumir su verdadero carácter de clase proletario, a construir nuevas formas de organización de su movimiento y, a diseñar tácticas y estrategias acertadas para unir a sus pueblos es la labor que debemos realizar.

Las luchas nacionalistas del pasado – encabezadas por las burguesías nacionales o por caudillos tribales y/o pequeñoburgueses –, ya cumplieron su papel. Hoy son cosa del pasado. Las nuevas revoluciones democráticas encabezadas por el proletariado – que tendrán que continuar reivindicando el respeto por la autodeterminación de las naciones y la autonomía de los pueblos –, nacieron con un carácter internacionalista. Lo estamos viendo hoy en el Norte de África y el Medio Oriente. Ya ha tenido repercusiones orbitales.

Hay quienes les piden a los pueblos y trabajadores árabes que de un día para otro, transformen sus revoluciones democráticas en revoluciones sociales. No va a ser así. Se requiere tiempo y retroalimentación. Nuevas revoluciones – en otras partes del mundo –, influirán sobre sus procesos y los harán avanzar. Ya se ha dado un paso más, vendrán muchos y muy seguidos. La crisis sistémica del capitalismo nos empuja.

Nota: La estrategia imperialista frente al pueblo libio tiene como principal objetivo – más que controlar el suministro de petróleo (que ya lo tenían controlado) –, el tratar de colocarse a la cabeza de las revoluciones democráticas en curso para “moderarlas”, detenerlas, adocenarlas. Posan ante el mundo de solidarios con los pueblos que luchan contra los autócratas, de defensores de los derechos humanos y de impedir la muerte de civiles, pero los pueblos desenmascararán su verdadera fisonomía mediante la profundización de las revoluciones democráticas como ya lo están haciendo en Bahréin, Yemen, Marruecos, Túnez, Egipto, Jordania y como lo harán en la misma Libia. ¡Que no quepa duda!



[1] “La clases son grandes grupos de hombres que se diferencian entre sí por el lugar que ocupa en un sistema de producción históricamente determinado, por las relaciones en que se encuentran frente a los medios de producción (relaciones que muchas veces fijan y consagran las leyes), por el papel que desempeñan en la organización social del trabajo y, por consiguiente, por el modo y la proporción en que perciben la parte de la riqueza social de que disponen. Las clases sociales son grupos humanos, uno de los cuales puede apropiarse del trabajo del otro por ocupar puestos diferentes en un régimen determinado de economía social”. Lenin, Vladimir Ilich. “Una gran iniciativa”. Obras Completas, T. XXXI.

[2] Es el nombre que les dan en Colombia a falsas cooperativas que son usadas para sobre-explotar a los trabajadores. Ver: http://www.anarkismo.net/article/10595

[3] Economía de Equivalencias y Socialismo del Siglo XXI. Arno Peters y Heinz Dieterich.

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