viernes, 14 de mayo de 2010

LA MADRE CONSTITUYENTE Y LOS “RETOÑOS VERDES”

Popayán, 13 de mayo de 2010

En Colombia brota lo nuevo pero lo viejo se resiste. Dos décadas atrás - en 1991 -, nació un precoz niño con espíritu participativo, incluyente, multiétnico y pluricultural. El reino buscaba paz y justicia social. El pueblo celebró el hecho con júbilo, emoción y esperanza.

Los herederos de la oligarquía y los representantes de su aliado imperial sintieron amenazado su poder. Se valieron de su madrastra neo-liberal para sofocar al pequeño cuando éste apenas gateaba. El país se hundió en la violencia y la desesperación.
Por la misma época un ambicioso mozuelo que buscaba hacerse al poder, nieto bastardo de esa aristocracia, se coaligó con unos poderosos maleantes con la promesa de ayudarles a acabar con una banda rival. Se disputaban la fuente de un elíxir muy apetecido en el extranjero que había sido descubierta en sus dominios.
Once años después (2002), aprovechando su poder mafioso y la debilidad de sus parientes, se apropió del trono. Un hada madrina lo convirtió en hechicero. Así embrujó a la mayoría de los súbditos. Los convenció que una pandilla disidente era el principal enemigo de todo el reino y se comprometió a aniquilarlos. A la sombra de esa guerra sus amigos negociantes extranjeros se apropiaron de casi todas las riquezas.
Mientras tanto los padres biológicos del infante nacido en 1991 hacían intentos por concebir una nueva criatura. Siempre fracasaban porque querían hacer una copia exacta. No lo lograron. En cambio, la Madre Constituyente - que nunca lo dio por muerto -, lo llevaba en su seno esperando el momento de encarnarlo en un nuevo ser.
Hace cuatro años escogió a un anciano profesor que tenía espíritu libertario. Lo arropó con una ruana amarilla encantada para evitar que lo mataran. Su halo protector actuaba mientras nadie se adueñara de ella, pero surgieron fuertes disputas por apropiársela. La debilidad fue aprovechada por seres egocéntricos que persuadieron al viejo de buscar la perfección en el polo norte. Así se perdió. Se quedó en Noruega y se convirtió en Papá Noel.
Hoy la Madre Constituyente vuelve a estar feliz. Cree haber encontrado una solución. Para evitar un nuevo traspié ha encarnado a su hijo en mucha gente. Para empezar se consiguió cuatro personajes, todos diferentes, serios y experimentados. No son de la estirpe aristocrática. No creen en brujos, ni en hadas madrinas, y no desean convertirse en poderosos señores. Odian las armas y la corrupción.
Para protegerse crearon una manta de color verde que no precisa de encantamientos. Su fuerza consiste en que es tejida por jóvenes que tienen el espíritu multicolor de sus ancestros. Para no equivocarse ella les recomienda aprender del pasado, ir paso a paso, no caer en principismos ni en sueños utópicos, y mantenerse unidos, sencillos y humildes.
Hoy la madre reflexiona. Siempre quiso concebir un bebé precioso, como los de las familias poderosas. Lo imaginaba como un guerrero vengativo y justiciero. Ahora sabe que la tarea requiere gente común, laboriosa, disciplinada, pero ante todo ética y transparente.
Ha entendido que esa oligarquía es cosa del pasado. Que sólo con personas moralmente superiores se irá despejando la senda. Sabe que el pueblo irá madurando sus propios retoños.

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